Quienes estudian el comportamiento electoral de las sociedades dicen que, para pronosticar quién va a ganar las elecciones, es importante prestar atención a dos indicadores: si la economía del país está creciendo y cómo está la popularidad del presidente. En cualquiera de los dos aspectos la coalición puntuaba bien: en un contexto en que las encuestas mostraban paridad, el gobierno arrancaba la campaña en condiciones favorables.

Cabe destacar que, en el período 2020-2025, salvo en la pandemia, el PIB del Uruguay creció. Es más, el dato más reciente que tenemos del Banco Central indica que en el segundo trimestre de 2024 el PIB tuvo un incremento de 3,8% con relación al mismo trimestre de 2023. Sabemos que en la cabeza de los gobernantes no solo está el crecimiento del PIB como objetivo económico y social sino también como la llave para el triunfo electoral.

En lo que respecta a la evaluación del presidente Luis Lacalle Pou, durante gran parte del período se mantuvo en niveles muy altos de aprobación en comparación con mediciones de presidentes anteriores, pero también en comparación con otros mandatarios de la región. Según la consultora Equipos, en octubre el 50% de los uruguayos manifestó aprobar la gestión del presidente, mientras que el 31% la desaprobaba. En lo que respecta a la región, en el informe de la consultora CB de noviembre se menciona que Lacalle Pou es el presidente mejor valorado de Sudamérica con el 51,5% de aprobación. Es decir, la desigualdad y la pobreza aumentaron en Uruguay, pero esto no se traslada a un rechazo generalizado hacia el líder indiscutido de la coalición.

Sin embargo, también es cierto que, en la región, en la última década, la alternancia en el poder viene siendo lo común. Quizás las democracias están sufriendo el cansancio de la población con gobiernos que, producto de la etapa actual de la producción y el trabajo, no tienen a la mano herramientas para resolver problemas estructurales que afectan la vida cotidiana de las y los latinoamericanos. De todos modos, justamente el crecimiento económico y la buena evaluación del presidente son indicadores de que ese fenómeno de insatisfacción con el gobierno no estaba (tan) presente en Uruguay en 2024 y, por lo tanto, el panorama era auspicioso para la coalición. Es más, en el referéndum por 135 artículos de la ley de urgente consideración en 2022, que a la postre fue una consulta popular sobre el desempeño del gobierno, el No, respaldado por la coalición, tuvo más votos que el Sí, impulsado por la oposición.

Lo que queremos marcar en esta introducción es que no era tan fácil que el Frente Amplio lograra triunfar en las elecciones de este año. Sobre todo si agregamos las dificultades de estar procesando una renovación en los liderazgos ante la ausencia de Tabaré Vázquez, Danilo Astori y en menor medida José Mujica, que no es candidato a presidente pero sigue siendo ineludible en la discusión política nacional. Entonces, ¿cómo se construye una victoria electoral en un contexto complicado? A partir de ahora ensayaremos una posible explicación.

Cuando la militancia toma las riendas: campaña de cercanías y voto a voto

A mediados de 2019 las encuestas no generaban esperanza a los frenteamplistas, mucho menos luego del resultado de las internas de junio. A su vez, el país tenía un crecimiento económico casi nulo y una aprobación presidencial baja. Después de casi 15 años de crecimiento del salario real y disminución de la desigualdad, la economía empezaba a dar señales de enfriamiento y eso podría repercutir en el clima electoral.

En ese contexto, un grupo de delegados de base del Frente Amplio decidió conformar un movimiento interno para motivar a la militancia, reorganizarla y comenzar una campaña de contactos mano a mano con vecinos y vecinas, en principio de la zona metropolitana y en una segunda etapa en todo el país. A este nuevo plan, que nació desde las bases, se le llamó “campaña de cercanías”. Una de las principales actividades de aquella campaña fue el “cien mil casas”, donde miles de militantes y dirigentes frenteamplistas se organizaron en barriadas “puerta a puerta” para conversar con la ciudadanía. Ese trabajo tuvo como efecto colateral la reactivación de una de las estructuras de base partidarias más importantes del mundo, aquella donde miles de uruguayos y uruguayas frenteamplistas se juntan en un comité de base para participar políticamente.

Luego del mazazo electoral del último fin de semana de octubre, el lunes siguiente se relanzó la campaña de cercanías ahora bajo el nombre de “Voto a voto”, para revertir la derrota de cara al balotaje de noviembre. Durante todos los días de noviembre, aquellos comités de base de siempre y los que se reactivaron en la etapa anterior de la campaña lideraron barriadas para salir a conversar con indecisos o personas que habían votado a otros partidos para que confiaran en la fórmula Daniel Martínez-Graciela Villar.

El resultado es conocido: una remontada histórica que estuvo a las puertas de lograr la hazaña aquel 24 de noviembre de 2019. Ese esfuerzo dejó una estructura militante activa y motivada por la tarea y el “deber cumplido”. Aquella campaña sembró la idea de que la militancia masiva y bien organizada puede lograr objetivos políticos que parecen imposibles.

Volver a las bases: Tabaré, los comités y la autocrítica

Unos días antes de dejar la presidencia, Tabaré Vázquez en La Teja le pedía a la militancia frenteamplista que no se rindiera y que dentro de cinco años estarían festejando un nuevo triunfo de su fuerza política. A los días, ya como presidente saliente, decidió que su primera actividad político-partidaria fuera en uno de sus comités de base, el de San Luis.

Allí, junto a Yamandú Orsi y Carolina Cosse, dio un discurso resaltando la importancia que tiene el movimiento de base para los triunfos electorales: “Las elecciones no se ganan sólo con un comando y con redes, tampoco podemos pretender ganarlas con medios de comunicación o Twitter. Las ganamos donde las tenemos que ganar con la gente, barrio a barrio, casa a casa, cuando vamos al almacén o a la panadería y hablamos con un vecino y el otro. Tenemos que hablarles (...) ¿Es tarea sólo de los candidatos? Es de todos nosotros, es de la revolución frenteamplista que ha comenzado a marchar. Se puso de pie el FA con sus bases, con el movimiento, y esto no lo para nadie si tomamos conciencia de que podemos”.

Este discurso de quien era el máximo referente del Frente Amplio reforzaba la idea de que la fuerza política debía seguir por la senda de la participación política de abajo hacia arriba. En esa misma línea, y prácticamente con un vacío de autoridades, se convocó a un Congreso donde miles de delegados de base junto a algunos delegados sectoriales discutirían sobre “Balance, crítica, autocrítica y perspectivas” a partir de los 15 años de experiencia en el gobierno.

En definitiva, en estos cinco largos años, la militancia frenteamplista anónima, muchas veces olvidada, construyó nuevamente una hazaña popular.

Durante meses, miles de vecinos y vecinas se arrimaron a los comités de base del FA para evaluar y criticar a los gobiernos frenteamplistas. Ese proceso derivó finalmente en el Congreso de setiembre de 2021 donde, durante dos jornadas extensas, los militantes del FA llegaron a acuerdos y a un documento común que refleja los aprendizajes del período 2005-2020. La principal conclusión del Congreso fue que los gobiernos frenteamplistas se habían alejado de la base social de la fuerza política.

La autocrítica en la práctica: juntada de firmas contra la LUC en plena pandemia

A la misma vez que se procesaba colectivamente la autocrítica en un Congreso, esta se hacía carne en la práctica. Al principio del período, el gobierno de Lacalle Pou presentó y aprobó una LUC con cientos de artículos sobre temas variados. El PIT-CNT, Fucvam, la FEUU y el FA resolvieron juntar firmas para derogar 135 de esos artículos. En plena pandemia, la militancia, en su mayoría de comités de base frenteamplistas, logró juntar casi un tercio del padrón electoral de Uruguay en firmas. A veces no se dimensiona el impacto de este hecho político: miles de militantes se expusieron a contagiarse de covid para que uno de cada tres uruguayos firmara en contra de varios artículos de la LUC.

Este proceso casi simultáneo de Congreso y juntada de firmas representó un tercer mojón de reactivación de la militancia desde la base hasta la dirigencia. El músculo de salir a conversar mano a mano con vecinos y vecinas seguía ejercitándose, preparándose para nuevos desafíos por venir. A su vez, la militancia frenteamplista compartió espacio y tiempo con militantes de otros movimientos sociales, lo que selló desde abajo una alianza que se había debilitado en los 15 años de gobiernos frenteamplistas.

Y otra vez a juntar firmas

Una semana antes del 1° de mayo de 2023 los legisladores del Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente aprobaron una ley que subió la edad jubilatoria de 60 a 65 años, otorgó más libertades a las AFAP y actualizó la forma de calcular el monto de jubilaciones con una perspectiva a la baja para la mayoría de las trabajadoras y trabajadores uruguayos. Esta ley tuvo el rechazo del Frente Amplio, del PIT-CNT y de varias organizaciones del campo popular.

Algunas semanas antes de la aprobación, los alrededores del Palacio Legislativo fueron el escenario de una de las mayores movilizaciones que enfrentó el gobierno de Lacalle Pou. Convocados por el PIT-CNT, miles de trabajadores se congregaron indignados por la pérdida de derechos que implicaba la reforma jubilatoria. Entre la militancia presente se empezaba a generar un clima de rebeldía y cambio.

Ya desde los 90 hubo iniciativas que no llegaron a buen puerto, que intentaron eliminar las AFAP. Entre otros colectivos, la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social (ATSS) viene promoviendo una reforma constitucional que elimine el lucro en la seguridad social hace tiempo. Ahora, con el incentivo de la impopularidad de la reforma jubilatoria aprobada por la coalición, el PIT-CNT decidió hacer suya la propuesta e impulsó un plebiscito que proponía tres puntos: no obligar a nadie a trabajar más allá de los 60 años con 30 años de aportes, equiparar las jubilaciones y pensiones mínimas al salario mínimo y eliminar las AFAP.

¿Qué pasó en el FA? Naturalmente, el Partido Socialista, que venía planteando desde antes la idea de un plebiscito que incluyera la seguridad social entre los aspectos a considerar, se plegó a la decisión del PIT-CNT. Lo mismo hicieron otros sectores como el Partido Comunista y el Partido por la Victoria del Pueblo. Lo cierto es que la mayoría de sectores y dirigentes frenteamplistas se opusieron a que el FA participara esta vez en el proceso de recolección de firmas.

Sin embargo, muchos comités de base comenzaron a pronunciarse favorablemente. Esta tensión derivó en una resolución del Plenario Nacional de dejar en libertad de acción a los integrantes de la fuerza política y sus espacios. Meses más tarde, en diciembre de 2023, en el Congreso integrado en su mayoría por militantes de base, se discutió y aprobó un programa que en su página 35 propone convocar a un diálogo social donde el FA irá con pautas que contienen implícitamente los tres puntos de la propuesta del PIT-CNT: “Generar las condiciones para el acceso a la jubilación a los 60 años (…) Impulsar un sistema de seguridad social con tres pilares: solidario (no contributivo), de reparto intergeneracional (contributivo) y de ahorro (no lucrativo) (…) Mantener y profundizar los niveles de cobertura y suficiencia del sistema de seguridad social”.

Yamandú Orsi, en el debate, se comprometió a bajar la edad jubilatoria a 60 años y subir las pensiones y jubilaciones mínimas. Es que nuevamente, durante un año, muchos militantes de base frenteamplistas, de sectores sociales y sindicales, volvieron a ejercitar el músculo del contacto cara a cara con la ciudadanía a través de la recolección de firmas y luego las barriadas para la aprobación de los tres puntos propuestos por el PIT-CNT. Con la oposición de la enorme mayoría de los sectores políticos de dentro y fuera del Frente Amplio, la iniciativa fue el punto de discusión central en la campaña electoral y logró casi un millón de votos.

Finalmente, en octubre, la mayoría de los votantes frenteamplistas se desalinearon de sus sectores de preferencia y acompañaron el Sí. El hecho de que algunos sectores del FA y muchos militantes de base hayan resuelto acompañar la iniciativa fue una válvula de escape para la posible insatisfacción de la ciudadanía.

El rol de la militancia en la campaña 2024: guardianes del programa

En este recorrido llegamos finalmente a la campaña presidencial. Como primer mojón hay que resaltar que, durante 2023, miles de militantes del FA discutieron las bases programáticas que fueron puestas a consideración en un Congreso multitudinario durante un fin de semana de diciembre. Allí, ese Congreso integrado casi totalmente por militantes de base acordó un programa único que contempla la diversidad de miradas dentro de la fuerza política, pero que fundamentalmente es un acuerdo colectivo, democrático y participativo.

En los primeros meses de este año, el FA se planteó el objetivo de que la fuerza política llegara a 400.000 votos en las elecciones internas de junio. Era una meta que parecía muy difícil de alcanzar teniendo en cuenta los últimos antecedentes. En este sentido, para lograrlo, se planificó la reactivación e incluso la creación de nuevos comités de base. Tempranamente las ferias, plazas y avenidas se vieron colmadas de banderas rojas, azules y blancas con militantes repartiendo folletos incluso bastante antes de que estuvieran prontas las hojas de votación.

Finalmente, el objetivo de los 400.000 votos no sólo se logró, sino que se superó y las internas arrojaron el triunfo de Yamandú Orsi, quien pasó a liderar la fórmula que tuvo a Carolina Cosse como candidata a vicepresidenta. El impulso que dio la satisfacción del deber cumplido en junio fue un shock de energía para el resto de la campaña. El FA estuvo movilizado a través de su militancia en todos los barrios y localidades del país, incluso con jornadas específicas para realizar barriadas “puerta a puerta” tal como sucedió en 2019.

Ya en la segunda vuelta, miles de militantes tomaron las veredas para conversar con posibles indecisos o votantes de otros partidos en primera vuelta para confirmar el triunfo electoral en segunda vuelta. El resultado final del 24 de noviembre mostró una diferencia sorprendente entre la fórmula frenteamplista y la de la coalición. Efectivamente, entre octubre y noviembre nuevamente el FA aumentó sensiblemente su caudal electoral y así será gobierno en los próximos cinco años.

En definitiva, en estos cinco largos años, la militancia frenteamplista anónima, muchas veces olvidada, construyó nuevamente una hazaña popular. Ahora cabe esperar que el gobierno electo lea este fenómeno y construya una forma de gobernar que respete e impulse el programa aprobado por los frenteamplistas. Esa militancia, clave para el triunfo electoral, estará velando por que se respeten los acuerdos colectivos y movilizada para apoyar siempre que el gobierno necesite respaldo popular para llevar adelante las transformaciones que el país necesita.

Santiago Acuña Bianchi es estudiante de Doctorado en Ciencia Política y militante de base del Frente Amplio.