Si bien Javier Milei es una persona pública hace varios años, la carrera política que termina consolidándolo como presidente de la nación argentina es realmente meteórica. Sus primeras apariciones mediáticas datan de 2012, año en el que comenzó a ser contratado por diversos medios argentinos como columnista. A partir de allí los medios de comunicación lo contactaban esporádicamente, en calidad de economista, para que diera su opinión con relación a diferentes asuntos económicos que formaban parte de la agenda política del momento. Sin embargo, no fue hasta 2019 que comenzó a tener notoriedad pública. Con un estilo discursivo disruptivo, caracterizado por su agresividad, comenzó a transformarse en estrella televisiva.

La explosión mediática de Javier Milei fue exitosa por varias razones: su apariencia un tanto extraña y la forma en la que su discurso lo llevaba desde la calma hasta la excitación o la ira hacían de él un producto televisivo muy consumible. En una entrevista para A24, luego de decir que los libertarios eran superiores en términos estéticos y morales, Milei dijo: “Están perdiendo la batalla cultural los zurdos de mierda, por primera vez se ven acorralados los zurdos de mierda”.

Las apariciones mediáticas de Milei le fueron de mucha ayuda a la hora de darse a conocer y, aunque era muchas veces consumido irónicamente, evidentemente algo de su discurso seducía. En un contexto de crisis sanitaria debido a la pandemia por la covid-19 y gracias a diferentes escándalos mediáticos que sufrió el gobierno de Alberto Fernández, el estrellato mediático de Javier Milei comenzó a darle paso a su consolidación política.

En las elecciones legislativas de 2021, realizadas el 12 de setiembre de ese mismo año, Javier Milei se convirtió en diputado nacional por el espacio político recientemente fundado La Libertad Avanza. De cara a las elecciones nacionales de 2023, lanzó su candidatura presidencial y obtuvo 29% en las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), siendo el candidato más votado. Pocos días después, perdió esa ventaja en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, obteniendo nuevamente el 29% y dejándole el primer lugar a Sergio Massa, candidato de Unión por la Patria. Finalmente, en la segunda vuelta, Javier Milei obtuvo el 55% de los votos sacándole a Sergio Massa casi tres millones de votos de diferencia y consagrándose como presidente de la nación argentina.

Los primeros movimientos como gobierno

Ni bien Javier Milei accedió al gobierno firmó un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Los decretos de necesidad y urgencia suelen utilizarse, como explicita su nombre, en contextos de emergencia nacional. Están diseñados para áreas limitadas y tienen una vigencia temporal determinada. El DNU que firmó Milei excedió los motivos de existencia de este mecanismo. El documento pretendía realizar modificaciones en una cantidad impresionante de categorías. Entre otras cosas, intentaba una reforma laboral, la derogación de la Ley de Alquileres, la derogación de la Ley de Tierras, la derogación de la Ley de Abastecimiento y la derogación de la Ley de Góndolas. Muchos de los cambios que propuso el DNU aún están sujetos a control del Poder Judicial por inconstitucionalidad.

La forma en la que Javier Milei intentó llevar adelante su programa de gobierno le trajo muchísimas críticas por su ausencia de republicanismo. Es que esta maniobra política puede interpretarse como un intento de saltear el Poder Legislativo. Esta crítica republicana del accionar del presidente argentino asume que, al utilizar un mecanismo excepcional para impulsar su agenda política, Milei anula los checks and balances que caracterizan a las democracias republicanas. El balance que deben ejercer los dos poderes restantes puede quedar trunco ante la imposición del Poder Ejecutivo.

Paralelamente, el presidente presentó al Congreso la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. Un paquete de reformas en múltiples campos. En palabras de Manuel Adorni, el vocero presidencial: “El texto incluye reformas profundas, necesarias y urgentes en materia tributaria, laboral, penal, energética y electoral”. El anuncio de este paquete de medidas en conjunto con algunas medidas económicas tomadas, como la fuerte devaluación del peso y el aumento general de los precios, han generado una serie de protestas importantes que han terminado en violentas confrontaciones entre manifestantes y las fuerzas represivas del Estado.

La Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos no alcanzó la aprobación para la estipulación de algunas facultades extraordinarias que la ley le otorgaba al Poder Ejecutivo y volvió a foja cero. Esto significó un muy duro golpe para el oficialismo, que constató que su ausencia de músculo parlamentario puede transformarse en un difícil obstáculo a sortear a la hora de gobernar.

Un vínculo problemático

Los primeros meses de gobierno de Javier Milei habilitan a la realización de la siguiente pregunta: ¿es posible una ofensiva antidemocrática desde el liberalismo?

Para Milei, como para sus referentes ideológicos, la democracia no es un fin en sí mismo e incluso puede ser un obstáculo.

Lo primero que se debe tener en cuenta es que para la extracción ideológica de la que proviene Milei, la democracia no es un fin en sí mismo. Algunos de los referentes ideológicos del presidente, como Milton Friedman o Friedrich Hayek, expresan explícitamente que la democracia debe estar supeditada a la existencia de libertad económica y al funcionamiento de la productividad en un sentido capitalista. En el ideario neoliberal la democracia es más un obstáculo que una necesidad. De hecho, muchas veces se la presenta como un problema para la acumulación de capital o para el desarrollo de la libertad individual. En ese sentido, si en un sistema democrático la propiedad privada o la organización productiva capitalista se ven amenazadas, la democracia se vuelve completamente prescindible.

Si hay algo que se le puede reconocer a Milei y a los libertarios argentinos, es su desparpajo para expresar sus convicciones. Muy a pesar de lo que expresa el teorema del votante mediano, fórmula repetida incansablemente e idea mainstream dentro de la ciencia política, Milei no llegó a la presidencia moderando sus propuestas ideológicas. Se podría decir que hizo todo lo contrario, se enfocó en la realización de una campaña presidencial basada en sus convicciones ideológicas. Gracias a esto, rastrear cómo las influencias ideológicas de Javier Milei moldean su comportamiento político puede ser una tarea relativamente fácil.

En una entrevista realizada el 14 de agosto de 2021 para el canal argentino TN, le consultaron al ahora presidente de la nación argentina si creía en la democracia. Milei titubeó y respondió que la democracia tiene muchos errores. Una de las dos periodistas que llevaban adelante la entrevista le repreguntó y él, sin decir más nada, le preguntó si conocía el teorema de imposibilidad de Arrow. Muy resumidamente, el teorema de imposibilidad de Arrow expresa que no hay sistema electoral que pueda cumplir con cuatro condiciones que el autor plantea. La conclusión del teorema es que no es posible agregar preferencias individuales en una voluntad colectiva. Esto se traduce en que la democracia no tiene las herramientas para asegurar el bienestar social.

Pero continuando con la declaración de Milei en aquella entrevista: la respuesta que dio ante la pregunta inicial es esclarecedora en sí misma. Y es que uno puede pensar que la democracia es perfectible o es una construcción inacabada, pero ante la pregunta de la entrevistadora, lo que primero se le viene a la cabeza a un demócrata es afirmarse en su condición de defensor de la democracia. Esto no sucedió porque para Milei, como para sus referentes ideológicos, la democracia no es un fin en sí mismo e incluso puede ser un obstáculo.

La doctrina económica de Milei asume un rol cuando menos cuestionable en su accionar político. La ley del mercado (en la que los neoliberales creen) suele tomar las características de una deidad. Esto viene, casi siempre, con una tecnificación inminente de la política. Pues esta doctrina económica suele presentarse desideologizada, como un saber técnico y científico. Se habla, entonces, en los términos que propone el gobierno. Por ejemplo, suele decirse que para que la economía se ponga en funcionamiento, es necesario alentar el crecimiento del sector privado. Hay una utilización abstracta de algunos términos que no son abstractos en absoluto. ¿Qué implica que una economía esté en funcionamiento? ¿Quiénes forman parte del sector privado? ¿En quiénes se piensa cuando se alienta el crecimiento de este sector? ¿En el dueño de Mercado Libre o en el dueño de una pequeña o mediana empresa? ¿Son estos dos últimos equiparables en algún sentido?

Existe una voluntad por llevar a cabo un proyecto imposible: eliminar la dimensión política de las decisiones económicas. Se intenta ocultar que toda discusión económica es una discusión de poder y, como consecuencia de esto, una discusión política. Si esta discusión se oculta, es porque para quienes gobiernan es una discusión saldada y hay resoluciones tomadas en ese sentido. Tal y como está planteada la situación, no hay forma de que esto no derive en una desvalorización del proyecto democrático argentino y sus instituciones.

El mercado como deidad y un viejo anhelo: capitalismo sin democracia

Esto no es casualidad en lo absoluto: la eliminación de la dimensión política de las decisiones económicas es el escape perfecto para los gobernantes neoliberales cuando llevan adelante políticas que golpean a las mayorías. Además del ocultamiento de discusiones que deberían formar parte de la lógica democrática, ahí hay una peligrosa ausencia de rendición de cuentas, porque quienes gobiernan no son los hombres y las mujeres, sino la ley científica y sagrada del mercado.

Pero, además, la doctrina económica neoliberal asume que toda intervención estatal es un acto de injusticia y un atropello a la libertad económica individual. Desde esta perspectiva, la distribución de la riqueza es un crimen. Esto se traduce directamente en una amenaza para los proyectos democráticos. Evidentemente, la hegemonía de estas ideas imposibilita pensar en proyectos democráticos radicales, de soberanía popular e igualdad. Pero lo que quizá despierte más alarmas es el hecho de que los estados de bienestar que combinan amplios espacios de libre empresa con algún mínimo grado de intervención estatal también son un objetivo para una posible ofensiva liberal.

Como explica Quinn Slobodian en Crack up capitalism, la convicción de que puede existir el capitalismo sin la democracia es más común y tiene más fuerza de lo que se cree habitualmente. Esta idea ha crecido en los últimos años y es uno de los varios motivos que explican por qué es posible la existencia de una ofensiva antidemocrática desde el liberalismo.

Ignacio Reyes Barquin es licenciado en Ciencia Política.