Sudán atraviesa una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas. Hay niveles extremos de sufrimiento en todo el país, las necesidades aumentan día a día, pero la respuesta humanitaria es profundamente inadecuada. Hemos respondido a múltiples eventos y emergencias con víctimas masivas durante el año pasado. Hemos realizado procedimientos quirúrgicos que salvan vidas, ayudado a mujeres a dar a luz (incluso con cesáreas de emergencia) y tratado a niños y niñas en nuestras salas de pediatría y centros de alimentación terapéutica para pacientes hospitalizados, intentando salvarles la vida. En los campos de refugiados y en los lugares que acogen a personas desplazadas, hemos mejorado las condiciones de agua y saneamiento, gestionamos clínicas móviles y vacunamos a los niños. Pero en muchas de las áreas donde trabajamos, somos la única organización humanitaria. Antes del inicio de la guerra, había decenas de organizaciones internacionales respondiendo en todo el país. Ahora casi no hay ninguna. Para una crisis de esta escala, esto es inaceptable y no se puede permitir que continúe.
No hay duda de que existen enormes desafíos en Sudán, pero no son insuperables. Es posible responder, y lo sabemos porque estamos ahí. Un problema importante es el bloqueo sistemático de la entrega de asistencia humanitaria impuesto por las Fuerzas Armadas Sudanesas durante los últimos seis meses. Significa que no podemos enviar suministros médicos o personal a través de las líneas de frente a áreas controladas por las Fuerzas de Apoyo Rápido y recientemente hemos visto intentos crecientes de bloquear suministros humanitarios y personal que cruzan desde los países vecinos hacia Sudán. Muchas de nuestras instalaciones tienen una escasez peligrosa de suministros: en el Hospital Turco de Jartum, por ejemplo, sólo nos queda el 20% de nuestras existencias. Ya nos hemos quedado sin artesunato, que es vital para tratar la malaria. El bloqueo equivale a una obstrucción deliberada de la prestación de asistencia humanitaria y está teniendo un impacto devastador en las vidas de millones de personas en todo el país. En Sudán, sólo entre el 20 y 30 % de los centros de salud siguen funcionando. Sin que los suministros lleguen a estos centros, la capacidad de las personas para recibir tratamiento cuando lo necesitan se está volviendo aún más limitada.
Los pacientes mueren debido a lesiones relacionadas con la violencia y enfermedades prevenibles, los niños mueren debido a la desnutrición. Las vacunas se están agotando y ya ha habido brotes de enfermedades mortales como el cólera y el sarampión. Un ejemplo es la catastrófica crisis de desnutrición en el campamento de Zamzam, en el norte de Darfur, donde no ha habido distribución de alimentos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) desde mayo de 2023. Se descubrió que el 25 % de los niños que examinamos allí en una evaluación rápida en enero padecían desnutrición aguda –el 7 % eran casos graves–. El 40 % de las mujeres embarazadas y lactantes sufrían desnutrición y había una tasa de mortalidad devastadora en todo el campo de 2,5 muertes por cada 10.000 personas por día. Son cifras extremadamente alarmantes y tememos que la situación empeore. También hay predicciones extremadamente preocupantes sobre la inseguridad alimentaria para el resto del país.
Sudán atraviesa una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas. Hay niveles extremos de sufrimiento en todo el país, las necesidades aumentan día a día, pero la respuesta humanitaria es profundamente inadecuada.
En febrero, pedimos urgentemente una ampliación inmediata, coordinada y rápida de la respuesta humanitaria en Darfur del Norte –dirigida por Naciones Unidas– para salvar vidas. Pedimos que se reanudaran las distribuciones de alimentos con carácter de urgencia. Pedimos distribuciones de efectivo para que la gente pudiera comprar alimentos en los mercados. Llamamos a los proveedores de salud para que regresaran y brindaran tratamiento. Y pedimos que se proporcionara agua potable para que la gente ya no tuviera que ir a los pantanos y ríos para saciar su sed. Pero nadie vino y, dos meses después, seguimos allí casi completamente solos.
Esto no es aceptable y este nivel de negligencia internacional es impactante. En todo Sudán, las mujeres están muriendo debido a complicaciones durante el embarazo o el parto, y los pacientes con enfermedades crónicas mueren porque se están quedando sin medicamentos. Todo esto puede evitarse si los actores humanitarios aumentan su escala y tienen suficiente acceso seguro. Las enormes necesidades, las atrocidades conocidas que se están cometiendo: todas estas son razones por las que instamos a las Naciones Unidas y a las organizaciones humanitarias a redoblar sus esfuerzos para brindar asistencia a la población de Sudán. Navegamos en un contexto extremadamente inseguro para brindar atención médica y es vital que las partes en conflicto respeten el derecho internacional humanitario y las resoluciones humanitarias del acuerdo de Jeddah que firmaron en mayo del año pasado para proteger a los civiles y garantizar un acceso humanitario seguro a todas las áreas de Sudán; esto incluye levantar el bloqueo con carácter de urgencia, abrir las fronteras y abrir los aeropuertos.
Instamos a Naciones Unidas a utilizar su influencia y liderazgo en esta crisis para garantizar que las partes en el conflicto cumplan con estas obligaciones y a iniciar una rápida ampliación de la respuesta humanitaria con carácter de urgencia. También instamos a los donantes a aumentar la financiación para la respuesta humanitaria en Sudán. Sin estos tres compromisos vitales, no será posible una respuesta humanitaria en la escala necesaria para evitar que esta colosal crisis se deteriore aún más.
Christos Christou es presidente internacional de Médicos sin Fronteras (MSF).