El miedo es la emoción más plástica. Tiene la capacidad de convertirse en cualquier otra, y una de sus sublimaciones más frecuentes es la violencia. El psicoanálisis enseña que es una reacción ante el peligro y que surge ante lo que no comprendemos, y que no podríamos subsistir sin el recurso del miedo. Siempre ha sido usado en política porque es un método muy eficaz cuando se pretende evitar el debate en el campo de las ideas o en el terreno de la argumentación conceptual, porque usar el miedo puede ser una herramienta adecuada para aniquilar al adversario.

Para nuestra realidad local, podemos establecer que la campaña electoral ya está viviendo sus prolegómenos desde hace meses, y analizando la evidencia del surgimiento de algunos elementos, podemos establecer que el miedo estará llamado a cumplir un papel preponderante.

El miedo históricamente fue usado contra la izquierda, asustando a la población con lo terrible que sería para el país que obtuviera el gobierno, advirtiendo a sus pobladores, azuzando los peores horrores, alimentando la posibilidad de la destrucción del país. Hoy está orientado a evitar su regreso al gobierno, porque los partidos de la coalición que gobiernan el país, desde el primer día, han estado más orientados a sostener el guion de construir un enemigo siniestro, causa de todos los males del país, que a debatir sus obras y su gestión, presentadas siempre desde la irrealidad del marketing, la publicidad y las puestas en escena.

Menos sabemos, más sospechamos

Identificamos rápidamente tres frentes hacia donde los cañones del miedo serán orientados.

En primer lugar, las fuerzas de gobierno presentarán al Frente Amplio (FA) como una organización que ha perdido su moderación, que ha extraviado el equilibrio de su centro. Alertarán que las fuerzas de la izquierda aceptables por la derecha han sido reducidas y convertidas a una minoría insignificante, mientras que el FA queda subsumido al dominio de los malvados comunistas y tupamaros. Si alguien creía que la sombra temible del peligro rojo que amenazaba al país ya estaba perimida, se equivoca. Volvió a resurgir representada nuevamente como una fuerza que viene a expropiar los bienes de los uruguayos y a disolver la nación misma y los principios que la constituyen. Incluso actores nacionalistas llegaron a afirmar que el FA de este tiempo, ya muertos sus grandes líderes –Liber Seregni, Danilo Astori y hasta el propio Tabaré Vázquez–, se encuentra totalmente radicalizado e influenciado por el PIT-CNT, como si se tratara de algo vergonzoso. Uno de los principales senadores del Partido Nacional, Sebastián da Silva, definió con el infantilismo y la agresividad que lo caracterizan que el FA ya no es amplio, sino un frente angosto, por el escaso lugar que tienen los moderados en la organización, únicos capaces de frenar a los radicales.

En segundo lugar, impondrán el temor a la delincuencia y el problema de su penalización, un tema que siempre brinda buenos réditos electorales. Afirma el gobierno que en estos años la delincuencia pudo ser controlada, cosa confirmada, sostienen, por los números implacables de las estadísticas de la vida criminal (a pesar de que cualquier investigador serio en estos temas sabe lo dudosas que resultan siempre las estadísticas policiales), y que votar al FA sería un total retroceso, porque inmediatamente comenzará a liberar presos, abrirá las cárceles y llenará la ciudad de delincuentes, quienes volverán a su actividad sin ninguna clase de restricción, dominando la sociedad al mejor estilo de Mad Max, porque, en definitiva, se trata de una fuerza política (y la izquierda en general) que no sabe gestionar la seguridad pública, que es y será blanda con la criminalidad porque siempre entendió que los delincuentes son pobres víctimas de la sociedad y no sus verdugos, es decir, seres peligrosos, esos verdaderos enemigos de la sociedad a los que se debe mantener encerrados y con los que se tiene que ser inflexibles al castigarlos.

En tercer lugar, se asustará fuerte con el plebiscito sobre la seguridad social. El mismo día en que se hacía entrega de las firmas a la vicepresidenta de la República en el edificio del Palacio Legislativo, y, luego, posteriormente al acto del 1º de Mayo, algunos de los principales actores del gobierno y los precandidatos a presidentes de la coalición multicolor, sincronizados y al unísono, aprovecharon la volada para salir en todos los medios de prensa a expresarse y evidenciar el tono y la forma que alcanzará la discusión: de lograrse lo que se proponen la organización sindical y algunos sectores del FA, van a conseguir fundir al país, confiscarán y expropiarán los ahorros individuales de los uruguayos. El candidato nacionalista que se perfila fuertemente para ganar la interna, Álvaro Delgado, dijo emocionado que si se aprobara sería una verdadera catástrofe. El candidato colorado Gabriel Gurméndez afirmó que el plebiscito es una bomba que podría destruir la seguridad social. Javier García anunció que el plebiscito pondría en riesgo las jubilaciones mismas y además implicaría un aumento de impuestos. Pablo Mieres anunció (quizás bajo el influjo del mismo guionista) que sería una verdadera catástrofe y que el PIT-CNT busca dinamitar la seguridad social, y que votar lo que propone haría caer las cajas. Andrés Ojeda afirmó que se trata de algo más grave que una expropiación y que es un verdadero robo.

Los tres escenarios de miedo en los que el gobierno se propone confrontar con la oposición justamente hacen foco en algunos de los miedos característicos de nuestra sensibilidad de época.

Todos fueron discursos que evitaron la argumentación y que simplemente se orientaron a fijar significantes de la posibilidad de un desastre inminente, estableciendo el clima emocional propicio a sus intereses. Agitar el temor al aumento de impuestos tendrá un lugar de relevancia.

El montaje final es muy curioso

Sumados a estos tres temas que serán ejes centrales del debate en la campaña electoral, debe además recordarse que los dos principales candidatos que definirán la interna frenteamplista lo hacen o hicieron en medio de procesos de investigaciones en su contra, ambos enfrentando denuncias que fueron inducidas por dirigentes del Partido Nacional: sobre el caso de Carolina Cosse y el Antel Arena, se insiste en investigarla a pedido expreso del presidente de la República y a pesar de que ya había sido saldado el tema por la Justicia en un primer tiempo; en el caso de Yamandú Orsi, finalmente se probó como falsa la denuncia realizada por una joven trans a instancias de otra militante nacionalista. También debe sumarse la que le hizo al otro candidato de la interna, el salteño Andrés Lima, un representante de Cabildo Abierto.

El método de utilizar denuncias en la Justicia como arma política, lo que se ha llamado "la judicialización de la política", si bien en nuestro país no había tenido hasta el momento una amplia repercusión, ha sido el procedimiento más eficaz para enfrentar enemigos políticos que ha utilizado la derecha en nuestro continente. Basta una mirada a los países de la región para comprender la magnitud del problema. Y podemos incluso ir un poco más lejos y ver lo que está sucediendo en estos momentos en España con su presidente.

Apelan a producir el mayor daño posible que puede causar cualquier denuncia o pasaje por el recinto judicial, sea la afectación implicada en su imagen social o el imprecisable daño familiar y psicológico que se pone en juego.

Toda denuncia alimenta una sospecha, y toda acusación, sea falsa o verdadera, implica una culpa y un castigo.

La muerte anda con hambre otra vez

R Corey y P Boucheron (2009, 2016) analizan muy bien los distintos usos históricos del miedo, estableciendo que nunca es espontáneo o irracional, sino que siempre es político, y es una emoción fundamental en el arte de gobernar. Es decir que quien suscita, apacigua y controla el miedo se beneficia de su dominio, produciendo ignorancia que construye sospechas.

G Kessler (2009) recuerda que todo poder amenazado apela al recurso del miedo, estableciendo enemigos amenazantes, al mismo tiempo que estudia lo que llama "las formas sensacionalistas y manipuladoras del miedo", que suelen ser cortinas de humo distractoras de otros problemas.

Los tres escenarios de miedo en los que el gobierno se propone confrontar con la oposición justamente hacen foco en algunos de los miedos característicos de nuestra sensibilidad de época (Z Bauman, 2007), proponiendo un tiempo futuro apocalíptico de total incertidumbre: el miedo a perder los ingresos, los ahorros, nuestras comodidades, a caer en la pobreza, a ser despojados de nuestros bienes y ser agredidos, a perder nuestra seguridad y capacidad de consumir.

El futuro establecerá la eficacia de estas distracciones y la agitación de estos cucos y peligros imaginarios.

Hacer política del miedo podrá ser una herramienta eficaz para la obtención de logros inmediatos, triunfos momentáneos y efímeros, consolidar posiciones y protagonismo, pero no ayuda nunca a la convivencia democrática, que sólo puede fortalecerse a partir de debates honestos.

Producir y alimentar miedos es, en definitiva, una forma de agredir, y como muy bien nos enseña la historia, ningún miedo es gratuito, al final alguien siempre lo paga.

Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.

Referencias

  • Bauman, Z (2007). Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Paidós. Buenos Aires.
  • Boucheron, P y Corey, R (2016). El miedo. Capital Intelectual. Buenos Aires.
  • Corey, R (2009). El miedo. Historia de una idea política. FCE. México.
  • Freud, S (1996 [1929]). El malestar en la cultura. Amorrortu editores. Buenos Aires.
  • Kessler, G (2009). El sentimiento de inseguridad. Siglo XXI. Buenos Aires.