La seguridad en debate es un espacio que promovemos desde la diaria para dar una discusión a fondo sobre sociedad y políticas de seguridad. Profesionales en la materia brindan sus aportes para abrir un debate necesario en estos tiempos.
En el orden en que se han dado las sociedades de Occidente se premia al sujeto de rendimiento proveedor de los cuidados1 materiales obtenidos en el mercado de trabajo formal, informal y hasta criminal. La dedicación al cuidado inmaterial2 de calidad es, además de desacreditada y limitada, supeditada a los problemas y desafíos del cuidado material. Es pobre, muy pobre, el tiempo social disponible para la transmisión de amor, la construcción y mantenimiento de vínculos fuertes y confiables, el diálogo con respeto y entendimiento, y el control informal. Todos factores protectores clave para minimizar la posibilidad de cometer un delito.
La versión objetivada del tiempo en días, meses, años y otras unidades de medida con las que se organiza la vida, los que cuidan, los que son cuidados y los híbridos de cuidados evidencia que su distribución está brutalmente concentrada en los cuidados materiales desde el plano de la acción y las ideas. El tiempo es dominado por la acción con fines de cobertura económica para intentar satisfacer necesidades básicas (alimentación, vestimenta, salud, educación, etcétera) y, si la suerte acompaña, algún gustito disciplinado. A diferencia de la acción, la mente nunca se desentiende del cuidado material. Las preocupaciones económicas son full time, invaden la mente 24/7. La incertidumbre es la constante y se distribuye de forma diferencial en el tiempo (algunas/todas las jornadas, algunas/todas las semanas, algunos/todos los meses...).
En este escenario de cansancio físico y psíquico, característico de la clase baja y media, por subsistir individualmente o colectivamente en entornos familiares, bajo la sistemática presión de la movilidad social ascendente que no llega, ¿qué disposiciones y habilidades emocionales y cognitivas tienen los cuidadores de las infancias y las adolescencias? Poca cosa cabe esperar cuando las condiciones estructurales dejan un margen estrecho al tiempo de calidad donde fomentar el desarrollo integral de las personas cuidadas.
La teoría del aprendizaje social ha demostrado que las niñas y los niños que crecieron en familias con climas de estrés y frustración, con madres y padres enfadados y agresivos, corren el riesgo de reproducir esos mismos comportamientos en la adultez. La teoría general de la tensión ha mostrado que ciertos eventos y condicionamientos estresantes en el ambiente familiar pueden incrementar la probabilidad de que los niños cometan crímenes en el futuro si no cuentan con las herramientas personales que les permitan canalizar, por vías adecuadas, las tensiones que experimentan. En este marco, resulta evidente que las problemáticas alrededor de la satisfacción de los cuidados materiales, en la acción y en la idea, pueden ser los generadores del estrés y la frustración, las tensiones, lo que entorpece el despliegue del cuidado inmaterial de calidad. Pero, en cualquier caso, el problema no está en los entornos familiares en sí, sino en la precariedad laboral, en las ocupaciones laborales totales, en los salarios deprimidos y el acceso a redes de cuidados materiales e inmateriales, privadas o públicas, confiables.
Los cuidados materiales e inmateriales de los entornos familiares son clave en la prevención y el desistimiento del delito. A pesar de ello, poco o nada hablan de cuidados aquellos que deben prevenir el crimen.
Esta no es una foto, sino la película de generaciones y generaciones de personas y familias herederas de descuidos inmateriales y materiales, muchas de ellas protagonistas de violencias de género y generaciones en hogares, entornos familiares y comunidades. Con lo dicho, resulta evidente y necesario tomar distancia de la “criminalización de las familias”, que solamente puede llevar a diagnósticos errados y formulaciones de preguntas equivocadas.
Los cuidados materiales e inmateriales de los entornos familiares son clave en la prevención y el desistimiento del delito. A pesar de ello, poco o nada hablan de cuidados aquellos que deben prevenir el crimen y lograr procesos de desistimiento delictivo sólidos en el tiempo.
Por ejemplo, en los estudios sobre la suspensión o ausencia parcial del comportamiento delictivo por un período de tiempo significativo en el curso de vida de las personas, el sentimiento de culpa o la vergüenza con el delito cometido tiene un lugar importante. El avergonzamiento es una emoción constructiva, un elemento de cambio si se canaliza por medios adecuados. Algunos investigadores culturalistas sostienen que la tasa de delito disminuye en aquellas sociedades que mejor comunican la vergüenza (sin rechazo, maltrato y preconcepciones negativas). La vergüenza “positiva” debe ser transmitida empáticamente por figuras de referencia afectiva y de respeto ya que cuentan con mayor capacidad de comunicar el sentimiento de culpa. O sea, la participación de los referentes y entornos afectivos, familiares y comunitarios, en los procesos de desistimiento, son fundamentales para generar la reflexión y el arrepentimiento. Sin embargo, se hace todo lo contrario en el sistema de castigos.
La probabilidad de que surja y se reproduzca el avergonzamiento sobre el delito cometido es mayor cuando se fija (el sentimiento de culpa) en el dolor de los afectos (amigos, familia) que en la propia víctima lesionada en sus derechos. Por ello, se advierte que la disuasión es menor cuando la intimidación deriva del sistema judicial que cuando viene del arrepentimiento por medio del sentimiento de culpa. Mientras el avergonzamiento se instala en la conciencia de la persona, la disuasión por el miedo a la reacción del sistema punitivo actúa de manera externa y diferencial. Sin embargo, se hace todo lo contrario en el sistema de castigos.
Pero el asunto es más complicado. Cuando la teoría del desistimiento sostiene que la vergüenza tiene sus raíces en un contexto de amor, respeto y aceptación de las infancias y adolescencias en entornos familiares afectivos, se espera que quienes cuidan cuenten con herramientas materiales e inmateriales para hacerlo. Se esperan habilidades emocionales y cognitivas básicas, disposición de tiempo para aprender a cuidar y para brindar cuidados de calidad. O sea, el mandato del cuidado de calidad exige que quienes cuidan desplieguen una serie de protecciones que, posiblemente, nunca recibieron en sus vidas. La estructura de desventajas heredadas afecta también las habilidades emocionales y cognitivas para el cuidado.
Una política de prevención y de desistimiento del delito debe fortalecer el sistema de cuidados, proteger la jornada de trabajo de ocho horas (incluso promover jornadas de seis horas donde sea posible), garantizar salarios dignos y disminuir la precarización del trabajo productivo. Pero de concretarse lo dicho, su efecto en el delito sería marginal si no hay un cambio cultural en el uso del tiempo en clave de género, en la división de los cuidados materiales e inmateriales en función del género y en el estatus de la masculinidad violenta frente a otras masculinidades.
“Agarrar el toro por las guampas” en materia de prevención y desistimiento del delito tiene más que ver con la administración de los cuidados materiales e inmateriales en una sociedad que con medidas de endurecimiento de la ley penal, aumentar el personal policial o que militares realicen tareas de seguridad interna en los barrios.
Gabriel Tenenbaum es profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS-Udelar). Es doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.
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El “cuidado” es un concepto que comenzó a utilizarse en la Europa anglosajona en la década de 1970 y que en Uruguay tuvo un profundo desarrollo con los trabajos de Rosario Aguirre, Karina Batthyány y otras investigadoras. ↩
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Los conceptos de cuidado material y cuidado inmaterial se desarrollan en “Delincuencia juvenil, violencia familiar y mercado de trabajo. Las configuraciones de los descuidos familiares en los adolescentes en conflicto con la ley de la Ciudad de México”, de Gabriel Tenenbaum (2018). En: estudiossociologicos.colmex.mx/index.php/es/article/view/1590 ↩