Este 31 de julio se cumplirán 20 años sin el general. Veinte años sin su aporte permanente, su reflexión inteligente y su liderazgo más allá de los tiempos. Su presencia, en cambio, es una referencia vívida que nos acompaña y hace posible nuestra tarea cotidiana.

Es inagotable el legado al que podríamos acudir en esta conmemoración, tanto del pensamiento, de la acción, como de la vida misma de Liber Seregni. Seguramente uno de sus desvelos más vigentes fue la preocupación por consensuar políticas de Estado en los grandes temas nacionales. Seregni fue un hombre que trascendió largamente su partido y sus votantes, entre otras cosas, porque concebía la gestión de la cosa pública como una tarea de largo aliento, imposible de jalonar en fracciones de mandatos. La sana alternancia de partidos en el poder tiene su correlato en la capacidad de alcanzar grandes acuerdos meta partidarios. Hoy esa necesidad es urgente. La seguridad, la educación, la fractura social y la situación de las infancias son casos de ausencia alarmante de acuerdos nacionales con las nefastas consecuencias que hoy son inocultables. El futuro gobierno del Frente Amplio deberá, creemos nosotros, comenzar por tender puentes y hallar lo que nos une al menos en estos nudos críticos de nuestro presente y nuestro futuro.

Esta búsqueda nos lleva de la mano a otro pilar del ideario seregnista: el abandono de los apriorismos para buscar la parte de verdad que hay en el otro. Aquello de dialogar también para "dejarse decir cosas". Venimos de años de un diálogo de sordos, con un manejo unilateral y excluyente de temas capitales para la sociedad uruguaya. Desde tiempos socráticos, la verdad y la síntesis posible solo se construyen en el diálogo.

Seregni interpretó la mejor versión del coraje en la política, incluso cuando ello significara renunciamientos dolorosos y desencantos. Esa valentía que reconocen propios y ajenos lo sitúa entre quienes han vencido, más allá de derrotas circunstanciales.

No se comprendería la magnitud de su figura sin mencionar la ética. La rectitud y los principios fueron el faro que lo mantuvo sin concesiones, honrando su máxima de "decir lo que se piensa y hacer lo que se dice". Ética e integridad que no son otra cosa que hacer lo correcto incluso cuando cuesta e incluso cuando no nos ven. Ese llamado compromiso que, al decir de Zitarrosa, “no es más que simple y pura honradez”.

Seregni fue un hombre que trascendió largamente su partido y sus votantes, entre otras cosas, porque concebía la gestión de la cosa pública como una tarea de largo aliento.

Finalmente, es imposible evocar al general sin pensar en "la mañana siguiente". Ese tiro muy lejos de la coyuntura le permitió no sólo resistir y atravesar la larga noche del encierro en dictadura, sino que inspiró el talante con el que encaró la vida en libertad desde la misma tarde de su liberación en el inolvidable balcón de la calle Bulevar Artigas. El Frente Amplio es y será una fuerza de paz. Las y los frenteamplistas somos y seremos obreros de la construcción de la patria del futuro que soñamos.

En lo personal, atesoro con orgullo el privilegio que me dio la vida de tener un vínculo entrañable con Seregni. En mi juventud, circunstancias de la vida me llevaron a participar en la Mesa Política del Frente Amplio en la década del ochenta, con Seregni conduciendo épocas desafiantes de nuestra fuerza política. Al retorno de mis estudios en el exterior a fines de los noventa, Seregni me abrió de par en par las puertas de su Centro de Estudio Estratégicos 1815, que él conducía, con la convicción de que el Frente iba a ser gobierno y la preocupación de que llegara preparado para ese desafío. Visión y generosidad al servicio de su Frente Amplio y del pueblo uruguayo.

Hoy, muchos años después, junto a un grupo de compañeros y compañeras que nos reconocemos en el seregnismo como una categoría autocontenida donde convergen valores y posiciones políticas, tenemos el privilegio de construir cotidianamente un espacio seregnista dentro de su querido Frente Amplio. Ponemos todo nuestro empeño para honrar su memoria y estar a la altura de cuanto representa el nombre que adoptamos, sabedores también de que no tenemos ni pretendemos tener el monopolio del seregnismo. Afortunadamente, el seregnismo está en muchísimos compañeros y compañeras a lo ancho de todo el Frente, incluso fuera de él, como ocurre con el artiguismo, el batllismo y todas las referencias fundantes de la mejor versión de nuestra nacionalidad. Hay seregnismo en los militantes que sostienen los comités de base, en los jóvenes que marchan contra la impunidad, en los militares demócratas.

Seregni seguramente miraría con desaprobación este humilde homenaje en ocasión de conmemorarse su muerte, porque siempre pidió que lo recordáramos en su cumpleaños, como también lo hacemos. En ese solo gesto cabe su mirada. Seregni siempre estuvo del lado de la vida y especialmente del futuro. 

Esa vida ha querido que nos encontremos en el mismo lugar que hace veinte años, a pocos meses de la posibilidad cierta e inminente de alcanzar el gobierno nacional. No se me ocurre mejor forma de honrarlo que hacer posible ese triunfo por el que luchó hasta el último aliento.

Mario Bergara es senador frenteamplista y seregnista.