El crecimiento del Partido Colorado (PC) en las encuestas es, probablemente, el dato más llamativo de esta larga y, por momentos, soporífera campaña electoral. De acuerdo a las últimas encuestas publicadas, el PC viene aumentando su caudal electoral bimestre tras bimestre. En contraposición, el Partido Nacional (PN) y Cabildo Abierto (CA) parecen haber pedido pie y el liderazgo de la Coalición Republicana, hasta el momento en manos indiscutidas del PN, se pone sobre la mesa.

Aún falta, es cierto. Probablemente la vuelta de Pedro Bordaberry haya sacudido al sistema de partidos en su conjunto y al interior del PC también. Los viejos dolores con Julio María Sanguinetti y Ernesto Talvi, los arreglos entre los referentes departamentales de Ciudadanos y cómo articular lealtades, es lo que ha marcado al mes de agosto. Asimismo, el ingreso de Bordaberry plantea distintos desafíos a cada uno de los partidos que integran la Coalición Republicana. Y eso todos los líderes lo tienen claro. Inclusive Andrés Ojeda, que tiene que construir y reforzar su imagen de novedad. Ese es su principal capital. Y a eso se ha abocado en la mayoría de sus intervenciones públicas.

De hecho, Ojeda, candidato ratificado en la Convención Nacional del Partido Colorado el 17 de agosto, señaló que era el día más trascendente de su vida y era, al mismo tiempo, la elección más importante del siglo para su partido político porque estaban logrando unir modernidad con tradición. El PC no había logrado armar una fórmula presidencial entre el primero y segundo candidato desde que Jorge Batlle fue acompañado por Luis Hierro López en 1999, primero y segundo de las elecciones internas, respectivamente.

Con un lenguaje campechano, liso y llano, Ojeda ha ido construyendo su imagen y discurso político. Ambos, imagen y discurso, en Ojeda son lo mismo. Es un único producto político y eso es, justamente, lo que aquí nos proponemos analizar. En el marco de su discurso en la campaña electoral, Ojeda está haciendo énfasis en el concepto de nueva política, de un candidato moderno que está alejado de concepciones más bien asociadas a una vieja política y que viene a hablar de temas más actuales. De hecho, en el discurso que dio durante la Convención, señaló que algunas discusiones le quedan alejadas a la gente y a él: “izquierda-derecha”, “capitalismo-comunismo” son dicotomías, según Ojeda, perimidas y distantes de la gente. En cambio, la forma de mirar el mundo que él propone es la del futuro, la de lo nuevo, la de la renovación y la de la esperanza. La discusión entre nuevo y viejo, cambio o continuidad, no es, a pesar del esfuerzo de Ojeda, novedosa en el campo de las ideas políticas en general y de las campañas electorales en particular. Lo que es interesante en Ojeda es cómo utiliza la noción de novedad para entablar un vínculo con el ciudadano.

Con un lenguaje campechano, liso y llano, Ojeda ha ido construyendo su imagen y discurso político. Ambos, imagen y discurso, en Ojeda son lo mismo. Es un único producto político.

Ojeda usa la idea de “nuevo” para señalar que “el mundo cambió, la sociedad cambió. Hoy tenemos nuevos problemas y nuevas realidades, que nos reclaman una nueva visión y un nuevo liderazgo”. La idea de nueva política que pregona Ojeda, de este modo, se alinea con una noción de novedad como algo bueno per se y que es consumible. Es posible, deseable y bueno consumir algo nuevo, porque es nuevo.

De hecho, en una entrevista con el periodista Ignacio Álvarez en el programa La pecera el 13 de agosto de 2024, Ojeda dice: “Te voy a citar una frase de [Jaime] Durán Barba [quien fuera asesor de Mauricio Macri, expresidente de Argentina entre 2015 y 2019] que dice que la política se dejó de escuchar para verse en su totalidad”. Esta frase llega tras un intercambio entre Álvarez y Ojeda sobre el estado físico del presidenciable y su situación sentimental. Si tiene pareja o no, cuán atractivo es para las mujeres y cuándo comenzó a ir al gimnasio. Así, Ojeda, al pararse sobre la novedad que trae consigo, le otorga al concepto de nueva política un sentido muy personalista, donde lo que se consume es él, como producto nuevo. 

Cuando el discurso político se personaliza y entra en el marco de las temáticas mencionadas, la calidad del debate democrático se ve afectada. El discurso ingresa en una lógica de consumo que se orienta a una comunicación más bien acelerada. Y que se fragmenta para buscar su consumidor ideal. De este modo, su producto (imagen y discurso) se segmenta en diversas partes para ser consumible.

Ahora bien, ¿a quién le habla Ojeda? ¿Cuál es ese ciudadano/a que se puede sentir atraído/a por la novedad y renovación de Ojeda? Es posible pensar que el candidato busca pescar en votantes que nacen y se reproducen en una noción de ciudadanía que se construye en el marco de las lógicas del neoliberalismo, que tiene una fuerte impronta en la imposición de valores económicos individuales. Esto tiene implicancias en la esfera política porque trae consigo una visión particular de lo que es y se espera de la ciudadanía, en particular. En su libro El pueblo sin atributos: La secreta revolución del neoliberalismo (2016), Wendy Brown sostiene que al reemplazarse la preocupación de una ciudadanía definida con el bien público por una ciudadanía que es reducida a un espacio económico, se pierde la idea de un pueblo que afirma su soberanía política de un modo colectivo. Conectada a los asuntos políticos más sustanciales. 

En este vaciamiento de la ciudadanía con lo colectivo, el espacio queda libre para llenarlo con un nuevo sentido. Así, por ejemplo, el contenido de lo espectacular entra en lugar de lo ideológico. En la nueva política de Ojeda se aprecian características de una política que excluye lo propiamente político, que se ubica más allá de lo ideológico, pero también de lo social, que aleja el conflicto de la arena política y vacía de contenido a sus receptores.

Martín Aguirregaray y Camila Zeballos Lereté son politólogos.