El año electoral implica –desde hace décadas– una atomización de nuevos programas periodísticos, tanto en televisión abierta como en radios, más allá de la superatomización de lo que conocemos como “redes”. Pero me gustaría concentrarme en los principales medios de comunicación masiva, léase canales 4, 10 y 12, VTV y, más atrás, Canal 5 (según las mediciones)...
Se promocionan (incluso) nuevos programas periodísticos en los que la “verdad” se ofrece como un bien de lujo. El autodenominado “periodismo independiente” parece multiplicarse y también se ofrece como algo suntuoso, raro, extraordinario. No sé si nos están queriendo decir que todos los demás no lo eran, o que la independencia de opinión la conseguimos recién o algo que no puedo razonar por mi carencia intelectual. En fin, es propaganda... o sea, quizás no sea tanto como pregonan.
No tengo ninguna duda sobre la intención de muchos aficionados o incluso profesionales del periodismo de sentirse “independientes” en sus opiniones, y algunos hasta se golpean el pecho, como diciendo “y digo lo que se me antoja y nadie me condiciona”, y quizás hasta sea cierto, pero todos sabemos que “el medio condiciona”. No es necesario que el director te ande diciendo algo para que tú sepas que en ese medio determinadas cosas no las debes decir, porque puede ser lo último que digas en ese medio.
Hago la salvedad de que conozco muy buenos periodistas realmente independientes, verdaderos profesionales, pero la lista es pequeña.
Yamandú Orsi o Álvaro Delgado son las únicas opciones presidenciables. Sin embargo, y como he dicho, disfrazados de pluralidad –que no existe más allá de esas opciones–, los programas periodísticos consultan sobre un mismo tema a cada uno de los candidatos de cada uno de los partidos.
¿La pluralidad implica imparcialidad? ¿O se puede disfrazar la parcialidad con la pluralidad? Créanme, no estoy haciendo un simple juego de palabras, sino que intento razonar sobre lo que creo estar viendo y escuchando en la mayoría de los medios de comunicación abierta –reitero: los de mayor penetración–.
Veamos este ejemplo de cómo se puede ser plural sin ser imparcial y cómo la verdad se puede disfrazar impunemente sin que nadie pueda cuestionar en el terreno del derecho. Todos sabemos que la definición electoral de octubre se dirimirá (salvo que el Frente Amplio gane en primera vuelta) entre dos modelos de país, el de los sectores más conservadores de derecha (donde se encuentran blancos, colorados, cabildantes y los nunca independientes) o la izquierda representada por el Frente Amplio. Todos sabemos que para que la derecha tenga posibilidades de llegar al gobierno debe aliarse y alinearse detrás del principal grupo electoral, que es el Partido Nacional; para eso debe haber necesariamente una segunda vuelta de elecciones en noviembre. Entonces, todos sabemos que la cuestión se dirime solamente entre el candidato blanco o el del Frente Amplio. Eso es así, Yamandú Orsi o Álvaro Delgado son las únicas opciones presidenciables. Sin embargo, y como he dicho, disfrazados de pluralidad –que no existe más allá de esas opciones–, los programas periodísticos consultan sobre un mismo tema a cada uno de los candidatos de cada uno de los partidos.
Lo sano intelectualmente sería que los medios entrevistaran solamente a las dos fracciones con reales posibilidades. Hoy para esos medios la relación se ajusta al siguiente razonamiento: (4 = 1), cuatro es la derecha y uno es el Frente Amplio.
Sepan que no nos creemos todas las independencias que dicen tener, y sepan que el pueblo no es tonto y que en octubre elige a su presidente.
Eduardo Márquez es militante político frenteamplista.