Desde hace unos días el debate en las redes (en caso de así considerar los intercambios virtuales) tiene como vehementes protagonistas a las y los militantes frenteamplistas en torno a la aprobación o no del proyecto de reforma constitucional impulsado inicialmente por el PIT-CNT, referido a la seguridad social.
Desde la aparición de un grupo de técnicos, dirigentes y exintegrantes de los gobiernos del Frente Amplio (FA), identificados como “Frenteamplistas por el No”, las idas y vueltas se han apropiado de las redes (especialmente X), dando lugar a pronunciamientos ciertamente temerarios en algunos casos.
Nada de esto es extraño. En el último capítulo de El hilo (podcast de Radio Ambulante Estudios) la filósofa Carissa Véliz explica claramente que lo que más atrae y genera más engagement es el conflicto, lo agresivo.
Quizás por ese motivo varios participantes de la red social X hayan elegido el camino del descrédito, la sospecha y hasta la descalificación o el liso y llano agravio, en desmedro de la argumentación seria y responsable sobre un tema de profunda relevancia para las futuras generaciones de pasivos.
Los firmantes del documento de Frenteamplistas por el No fueron tratados de “supuestos frenteamplistas”, “focas” y hasta incluyeron contenidos en la cuenta de Instagram “meme amplio” en un intento de asociarlos con todo lo contrario al estereotipo del frenteamplista “puro”.
A quienes ya tenemos algunas instancias electorales arriba, que además venimos de la generación que vivió con profunda emoción la reapertura democrática y la histórica asunción del primer gobierno de izquierda en el –ahora lejano– 2004 nos provoca un dejo de amargura ver tanta virulencia entre compañeras y compañeros a quienes, como bien dice Alejandro Pacha Sánchez, nos une el rechazo a la reforma jubilatoria (no de la seguridad social) impulsada y aprobada por el actual gobierno, que obliga a trabajar más para terminar ganando jubilaciones más menguadas.
A quienes ya tenemos algunas instancias electorales arriba nos provoca cierto dejo de amargura ver tanta virulencia entre compañeras y compañeros.
Porque todo este encono y esta búsqueda de descalificación, lejos de ayudar, complica. Complica porque nos distrae de otros objetivos igual de importantes y trascendentes. Casi hemos descartado hacer campaña en contra del plebiscito de allanamientos nocturnos, algo que a muchos nos parece tremendamente regresivo y aberrante.
Pero, además, porque hay uruguayas y uruguayos que están asegurando que prefieren que se logre la reforma constitucional de la seguridad social a que triunfe el Frente Amplio, con lo cual parecería que prefieren otro gobierno que, ante la primera contrariedad, sacrifique el ingreso de los trabajadores para favorecer a los “malla oro”. Ya pasó en la pandemia y el antecedente cuenta.
En ese caso, no sería descabellado suponer que, de estar el mínimo de las jubilaciones y pensiones vinculado al salario mínimo nacional, el Poder Ejecutivo en funciones –que es quien tiene la prerrogativa de establecer el monto de dicho salario– resuelva incrementarlo mínimamente o congelarlo.
Una vez más, quienes deberían afrontar las duras consecuencias no serían los llamados Frenteamplistas por el No ni sus vehementes opositores, que mayoritariamente tienen sus necesidades bien satisfechas. Una vez más estaríamos condenando a los menos favorecidos a sumar más penurias a las muchas que ya padecen, algunos desde generaciones atrás.
Por todo eso considero que cuidar la forma, en este momento de la campaña, es tan importante como cuidar el contenido.
Raúl Ávila es militante frenteamplista.