Parir y nacer en Gaza pasó de ser uno de los momentos más importantes y probablemente más felices para muchas mujeres y familias gazatíes a ser un acto heroico. Acceder a controles prenatales de rutina, transporte y a un parto seguro puede ser una odisea. Incluso dentro del mismo establecimiento de salud que Médicos sin Fronteras (MSF) apoya, no pueden garantizarse procedimientos estándar, como un correcto lavado de manos con agua y jabón; muchos insumos esenciales dejaron de estar disponibles hace semanas.
En condiciones normales, luego de un parto, la madre y el hijo permanecerían en observación por 24 horas. Nada de esto sucede. Las mujeres llegan a parir agotadas, con mucho miedo e incertidumbre, paren escuchando explosiones de fondo y no quieren permanecer más de un par de horas separadas del resto de su familia; les da terror que algo les pase y no estar a su lado.
Los recién nacidos no tienen mejor suerte; viven en refugios improvisados de plástico y telas desde su primer día de vida. No hay baños ni duchas. Las familias con camas son afortunadas, y mucho más aún los que pueden lavar su ropa. La lactancia materna exclusiva, fundamental en el desarrollo del bebé durante los primeros seis meses de vida, es todo un desafío para madres deshidratadas, malnutridas y muchas veces enfermas.
Atendí mujeres para las que este bebé es de la poca familia que les queda. También muchos de mis colegas obstétricas y médicos atienden a pacientes y se presentan a trabajar incluso al día siguiente de haber perdido siete u ocho miembros de su familia en un bombardeo.
Las consecuencias de la guerra sobre estos bebés y niños no sólo son evidentes a corto plazo y en términos físicos, también hay secuelas a mediano y largo plazo que involucran su salud mental y su crecimiento. Todos los factores estresantes a los que son sistemáticamente expuestos podrían asociarse incluso a retrasos en el desarrollo en varios ámbitos, como el funcionamiento cognitivo, la regulación de las emociones, el procesamiento afectivo y el control prospectivo.
La única forma de ayudar a los recién nacidos y a los niños de Gaza es garantizar un alto el fuego inmediato y sostenido. Todo lo que necesitan ahora mismo tiene la paz y la seguridad como base.
Muchas mujeres están sufriendo abortos espontáneos también, probablemente relacionados con las condiciones de vida y el contexto.
La única forma de ayudar a los recién nacidos y a los niños de Gaza es garantizar un alto el fuego inmediato y sostenido. Todo lo que necesitan ahora mismo tiene la paz y la seguridad como base. Necesitan que sus madres estén sanas desde el período prenatal, tanto física como mentalmente, acceso al sistema de salud, transporte disponible a toda hora, y un hospital que funcione, bien equipado, con insumos y prácticas seguras.
Los centros de salud están muy por encima de su capacidad; muchos pacientes pediátricos duermen en los pasillos y muchos de los enfermeros, médicos y matronas palestinos que los asisten han pasado toda la noche buscando un lugar “seguro” para poder montar la carpa que será su “hogar” y el de su familia hasta, tal vez, alguna nueva orden de evacuación. Ellos son parte de la comunidad, han sido también desplazados; muchos viven en carpas en la playa, perdieron sus casas, familiares y amigos. Y allí están, en un acto único de solidaridad y empatía, demostrándose que se tienen los unos a los otros.
Nos enfrentamos a muchísimos desafíos. Necesitamos poder movernos de forma segura para llegar al hospital o a nuestros centros de salud. Lo mismo con nuestros pacientes: ¿qué hace una embarazada en trabajo de parto a las 2.00 que vive en una carpa de plástico? ¿Con quién deja al resto de sus hijos? ¿Cómo llega a buscar asistencia?
En mis años de trabajo en emergencias con MSF, nunca vi este nivel de destrucción y espero no tener que volver a verlo. Entramos a Gaza justo cuando dieron una orden de evacuación. Todo era un caos, gente por todos lados, llevando a cuestas lo mucho o poco que les quedaba; había muchísimos chicos. Lo peor es que no fue una “primera impresión” al llegar; vemos la misma imagen y tenemos la misma sensación todos los días.
Los bombardeos, los establecimientos de salud dañados o que no funcionan al 100%, los desplazamientos masivos, el colapso de los suministros de agua, electricidad y recolección de basura, y el acceso restringido a alimentos y medicamentos, hacen que el embarazo, parto y puerperio no sean precisamente una experiencia positiva. Siento que poner todo esto en palabras es limitarlo; no encuentro las palabras que describan la situación que vemos mis compañeros y yo a diario.
María Florencia Francisconi es licenciada en Obstetricia e instructora de Soporte Vital Avanzado en Obstetricia para MSF. Actualmente trabaja en Gaza, donde acompaña los partos y coordina equipos en medio del conflicto bélico.