Recientemente Uruguay pasó la prueba de los modelos. Dos modelos en disputa y en tensión, en los que los equilibrios son determinantes y los resultados, también. “Éxito táctico cuantificable”; así se define el gol en el fútbol y así se podría definir un triunfo en el terreno eleccionario.

Pensemos si es que no se ven expresadas esas dos visiones –junto a sus resultados– en el Uruguay ganadero, el Uruguay de la agroindustria, el Uruguay de la educación, el Uruguay de la seguridad, el Uruguay de la distribución de la riqueza... ¿Y el Uruguay audiovisual, esta actividad (hacedores + sociedad) que hoy es parte de nuestro ADN cultural, también económico y también social? También hay dos modelos, cuándo no.

Los hacedores cinematográficos y audiovisuales han sido determinantes en la construcción del proceso en nuestro Uruguay audiovisual en los años de intemperie o de ausencia de política pública y también en los tiempos de la constitución de los hitos de incentivo y fomento institucional, primero desde la Intendencia de Montevideo y luego con los gobiernos frenteamplistas a nivel nacional. Existe una base o plataforma de política pública constituida que proviene de ese momento, en la década de los 90 del siglo pasado.

El modelo actual, que vale la pena reconocer, se valió de ese instrumental de mecanismos. Podría haberlos desechado, como sucedió en otras áreas, y sin embargo, orientación mediante, produjo algunos desequilibrios que alertan –con resultados– un vuelco hacia un costado o más bien hacia la cabecera. El asunto no es institucional. En lo personal dejé expresado un proyecto de agencia al final del pasado gobierno. El asunto es el rumbo y la forma de gobernarlo.

Este sector, en términos históricos, pasó de ser un sector de algunas voces a ser un sector de multiplicidad de voces. De un sector de decenas a un sector de miles. Esa multiplicidad hoy no está expresada ni representada. Tal vez el inicio de la formalización de este vuelco haya estado en el modelo de articulado presentado de manera apurada y accidentada en la Rendición de Cuentas durante la segunda parte del período actual. Asimismo, dicho vuelco se dio también junto a la alineación de lo que comenzamos a llamar desde aquel momento “coalición de intereses”. Sin asignar a priori un signo negativo, aunque tal vez haya que analizar con datos existentes los niveles actuales de concentración y situaciones monopólicas, acrecentadas en los últimos años, junto a datos recientes, de empresas extranjeras adquiriendo firmas nacionales. Con estos componentes, la carga de desequilibrio del modelo actual se evidencia notoriamente. Esto tal vez explique la campaña de continuidad del actual modelo promovida desde un segmento que lejos está de ser la mayoría entre miles.

Para clarificar de mejor manera, o al menos para que no se me asigne una lectura sesgada, comparto un tramo de un documento de la Asociación de Directoras, Directores y Guionistas de Cine y Obras Audiovisuales del Uruguay dirigido al Frente Amplio a finales de setiembre: “Si bien en los últimos años se han producido cambios institucionales y un incremento en los fondos destinados al sector en su conjunto, observamos un descenso en la cantidad de obras de ficción nacionales finalizadas y estrenadas localmente. También se constata una disminución en su presencia en los principales ámbitos internacionales (festivales y mercados), donde el cine uruguayo había logrado consolidar una presencia constante. A modo de ejemplo, el año pasado, tres películas de ficción uruguayas se postularon a los premios Goya y Oscar. Sin embargo, este año sólo una ha sido candidata al Goya, y hasta la fecha no se ha estrenado ningún largometraje de ficción de autor nacional en las salas de cine. Esta situación es consecuencia de las nuevas políticas de apoyo a la producción audiovisual y de los criterios con que se lleva adelante su aplicación. Son varios los factores relacionados, pero señalamos los dos que consideramos más importantes. El primero es el debilitamiento de los Fondos de Fomento, lo que ha dejado a las producciones nacionales dependientes del sistema de cash rebate o Programa Uruguay Audiovisual (PUA). El segundo factor es el propio PUA pues, tal como está implementado actualmente, desfavorece la producción de obras mayoritariamente nacionales, ya que exige la disponibilidad previa de fondos, un recurso cada vez más difícil de obtener. Si bien este sistema ha sido eficaz para atraer inversiones y dinamizar la industria mediante la captación de producciones extranjeras –muchas de las cuales se presentan como nacionales por coproducción minoritaria–, estas no constituyen, en realidad, obra con autoridad o propiedad intelectual uruguaya”.

El actual modelo en materia audiovisual se ha caracterizado por la nula innovación de política pública. En el plano internacional, el último acuerdo de coproducción relevante fue en la administración pasada.

Con respecto a otros aspectos del actual modelo, y de manera de profundizar especialmente lo referido al Programa Uruguay Audiovisual, surgido en el último año del período pasado como piloto a partir del trabajo Institucional conformado por el Instituto Nacional del Cine y el Audiovisual Uruguayo (ICAU) del Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Economía y Finanzas, el Ministerio de Industria, Energía y Minería, Uruguay XXI y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en torno al ámbito de Transforma Uruguay, aclaro lo siguiente: dicho programa, bautizado PUA (¡uno más!), discutido así en ese momento –porque no es un fondo tradicional, o al menos no lo era–, se constituía como parte de una hoja de ruta, junto a otros aspectos tales como internacionalización, Observatorio Audiovisual, etcétera, junto a una gobernanza liderada por el ICAU con una administración de recursos por parte de la Agencia Nacional de Desarrollo. Bueno es reconocer que dicho programa se incrementó en el actual gobierno, diría respetando el destino y no redireccionándolo como podría haber pasado. Por otra parte, es bueno destacar que gran parte de ese incremento, proveniente también de las ganancias del Banco República, es fruto de la multiplicación de la propia actividad y proyectos apoyados ya que, de cada dólar invertido por el Estado en este programa, retorna a la economía del país al menos entre un dólar y medio y dos dólares.

El actual modelo se ha caracterizado por la nula innovación de política pública. En el plano internacional, el último acuerdo de coproducción relevante con tendencia a hacer la diferencia fue en la administración pasada; el resto en su gran mayoría está dentro del paraguas de la normativa iberoamericana. Sí hay que reconocer el haber tomado la opción de realizar Ventana Sur en Montevideo (la pelota picando en el área chica), fruto especialmente del deterioro de atención en Argentina a la cultura y a esta actividad (entre otros tantos desequilibrios).

Como ya vimos, el Observatorio estaba previsto en la Hoja de Ruta, pero con un alcance de acuerdo a la multiplicidad de expresiones en lo industrial, económico y, principalmente, territorial, no solamente con un enfoque de producción. La circulación de contenidos a nivel territorial y en plataformas ya era un área de destaque. Las cuestiones del patrimonio audiovisual venían dando sus primeros pasos con la Mesa Interinstitucional, no en el sentido de crear lo ya creado, como se formuló recientemente...

Hay otro aspecto central para este recorrido no acabado, y sin pretender abarcar todo, que es lo referido a la necesaria equidistancia de la política pública a la hora de identificar los rumbos: no compartimos que la política pública sea definida desde el sector privado o desde parte de él. El establecimiento de diálogo e intercambio es imprescindible, pero basado en la caracterización sectorial actual, el de la multiplicidad de voces. La gobernanza debería ser adecuada a esa realidad, no a la disputa de una silla en un directorio en modo campaña o promoviendo un modelo funcional parcial.

Para un modelo distinto al actual, entiendo que se debe partir de un nuevo paradigma o postulado para una nueva etapa: el sector audiovisual –ahora sí digo sector– debe pasar de ser sujeto simple de fomento a ser sujeto compuesto junto al conjunto de la sociedad en la “oración” de la política pública; diría un derrame promovido.

Por tanto, no sólo hay que pensar en el desempeño “simple” o básico de producción nacional, producción de propiedad intelectual y servicios de producción, y obviamente también en la circulación e internacionalización, sino que debe comprender en tercer o cuarto círculo el del derrame para incidir en la propia actividad y en otros segmentos de la ciudadanía, para dotar al conjunto de la sociedad con más formación, con mejor convivencia, en el desarrollo de capacidades, en la ampliación de oportunidades, en la educación: generar un proceso de construcción de más y mejores vínculos con la sociedad en su conjunto. Alguien lo podría ver como una forma de potenciación de públicos y audiencias, por qué no. O mejor aún, como una forma de construir un mejor vínculo creación-sociedad.

Lejos estoy de plantear una confrontación o una polarización; lo que reivindico es el modelo de crecimiento equilibrado en extensión, más democrática, como factor de desarrollo del conjunto de la actividad y de la sociedad, que nos represente a todos.

Una visión positiva integradora, que no atienda solamente a un segmento de la sociedad, ni mucho menos que naturalice las formas de concentración, ni de gobernanzas que no atiendan los límites en el posicionamiento de intereses y equilibrio entre lo público y lo privado. El equilibrio tridimensional, de cultura, economía y sociedad, necesitaría incluir una cuarta dimensión que adicione mayor igualdad, más democracia.

Martín Papich fue director del ICAU.