Entre los espacios que nos sostienen y nos encuentran fuera del aula, el cogobierno toma forma y mantiene viva la Universidad. Habitar la Universidad no sólo ocurre en las aulas, también sucede en los espacios donde se decide cómo sostenerla y hacia dónde orientarla. El cogobierno se formaliza en Uruguay en 1958, cuando el estudiantado lo consolidó en la Ley Orgánica 12.549, una forma de llevar la dirección política de la Universidad a través de la toma de decisiones conjuntas entre docentes, egresados y estudiantes, y con participación del funcionariado en algunas comisiones con voz, pero sin voto.

En la recopilación de actas que realiza Francisco Sanguiñedo en su libro La FEUU ayer y hoy puede reconocerse el espíritu rebelde y en crecimiento de la juventud universitaria que forjó los cimientos de lo que hoy es una organización con 96 años de historia. Hoy la pregunta es: ¿cómo sostiene el estudiantado organizado a la Universidad?

Muchos estudiantes deben trabajar para sostener sus estudios y, al mismo tiempo, eligen participar en el cogobierno universitario. Existen 51 espacios cogobernados centrales –consejos, comisiones y grupos de trabajo– y, actualmente, el estudiantado universitario tiene representación en 26 de ellos, cifra actual pero que varía constantemente. En las facultades la estructura es similar, con comisiones específicas según el servicio: de carrera, de enseñanza, edilicias o de presupuesto, entre otras. Defender esa participación en todos los niveles implica un despliegue importante y una coordinación interna que haga posible su funcionamiento, aunque los tiempos y formas de decisión no siempre compaginan con los ritmos que pide la Universidad.

El artículo 65 de la Ley Orgánica 12.549 establece que los cargos centrales y de consejo son honorarios. Esa definición no se limita a los niveles superiores, ya que toda la estructura cogobernada funciona bajo la misma lógica, desde los consejos hasta las comisiones de los servicios. Por eso, la participación y la incidencia estudiantil resultan indispensables y son una elección. Cuando los espacios quedan vacantes, los procesos académicos y administrativos se alteran y las decisiones toman otros ritmos.

Nos encontramos ante una situación compleja y diversa. La Universidad registra la cifra más alta de estudiantes activos de su historia –más de 160.000, según datos del Plan Estratégico 2024 (Pledur)–, mientras sigue siendo una realidad que existen vacantes estudiantiles en las comisiones de los servicios. En distintos intercambios con estudiantes, tanto en Montevideo como en los centros universitarios regionales (Cenur), se repite una percepción: no siempre se comprende la magnitud de la incidencia estudiantil ni las formas de ejercerla. Esa distancia entre la participación formal y el sentido real del cogobierno revela una tensión de fondo: la Universidad crece en número, pero no siempre logra transmitir el valor político de su propia estructura democrática.

¿Qué pasa en los Cenur?

En los Cenur, el estudiantado se organiza según su contexto territorial y su carrera. Existe organización a nivel regional, departamental y por carrera. En Paysandú, por ejemplo, se eligen delegados de clase por año, aunque esa representación no implica una participación directa en el cogobierno ni asistencia a las comisiones de carrera, cumple fines principalmente organizativos. Es una estructura orientada a la transmisión de información, pero que limita la toma de decisiones. Migrar esas delegaciones personales hacia la estructura de cogobierno es un desafío a consolidar en el mediano plazo.

Esa distancia entre la participación formal y el sentido real del cogobierno revela una tensión de fondo: la Universidad crece en número, pero no siempre logra transmitir el valor político de su propia estructura democrática.

Esa forma de organización refleja una realidad más amplia: la estructura de la Universidad y las distintas formas de impulsar y concretar cambios resultan complejas de comprender y no siempre se compaginan con el imaginario del estudiante que habita el aula. Los cursos introductorios al ingresar a la Universidad aún no logran transmitir la importancia de iniciar el tránsito como estudiantes y gobernadores de la propia casa de estudios. Comprender el sistema de créditos, las plataformas de comunicación y otros elementos necesarios para el cursado suele demandar un tiempo de adaptación. Es después que se internalizan los pilares universitarios –extensión, investigación y enseñanza–, al igual que las banderas históricas de autonomía y cogobierno. Esa falta de acompañamiento inicial repercute en la forma en que se comprende –o no– el cogobierno como práctica cotidiana.

¿Y qué pasa con Estudiantes Privados de Libertad?

Desde 2016, el convenio entre la Universidad de la República y el Instituto Nacional de Rehabilitación permite que los estudios universitarios lleguen a las unidades penitenciarias. Los espacios y formas de gestión de la Universidad deben contemplar esa realidad.

La Facultad de Ciencias Sociales fue pionera en crear una comisión cogobernada de estudiantes privados de libertad, a la que se sumó la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, sin ir en detrimento de su comisión central. Estas comisiones constituyen espacios de diálogo y toma de postura que buscan mitigar los impactos y la deserción en la educación terciaria dentro de los centros de reclusión. Coordinar actividades deportivas, instancias de encuentro, entre otros puntos a tratar, forma parte de hacer Universidad y es una de las muchas tareas que asumen quienes buscan fortalecer ese vínculo.

Actualmente existe comunicación activa y hay estudiantes privados de libertad que integran comisiones cogobernadas de su respectivo servicio. Sin embargo, la falta de conectividad y de acceso a equipos tecnológicos en los centros universitarios, junto con las dinámicas internas de las unidades penitenciarias, a menudo deriva en la imposibilidad de cursar los estudios y ejercer plenamente los derechos y responsabilidades universitarias. El cogobierno en contextos de encierro deja en evidencia que la participación y la incidencia estudiantil no se reducen a una estructura, sino que constituyen una práctica que garantiza la construcción de la formación universitaria y su paso por ella.

Sobre las elecciones

En las elecciones universitarias del próximo 12 de noviembre se definirán las integraciones de los Consejos de Facultad, los Claustros de Facultad y la Asamblea General del Claustro. En este contexto, resulta necesario volver a pensar qué espera la estructura universitaria del estudiantado.

Sin estudiantes no hay Universidad que valga. Habitarla, sostenerla y cogobernarla es tarea de los más de 160.000 que la integran. Preguntarse, acercarse o cuestionarla también forma parte del proceso.

El gran desafío consiste en volver accesible la información, fortalecer la comunicación entre estudiantes y problematizar cómo se organiza internamente la comunidad estudiantil para dar continuidad a una participación que crece junto con la matrícula, y así seguir proyectando fines como la incidencia y la representatividad.

Selena Scotti es integrante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU).