La escritora y periodista argentina Leila Guerriero escribió una vez: “A las víctimas las queremos castas, las queremos blancas, las queremos puras. Si no, no serán víctimas y, por tanto, no tendrán derechos”.

El 19 de setiembre se cometió un triple femicidio en Florencio Varela, Argentina. Lamentablemente, el hecho de que una mujer sea asesinada por un hombre no resulta una novedad. Pero este caso en particular ha generado una especial fascinación en los medios de comunicación y en las redes sociales. Se podría especular, y quizás con acierto, que la fascinación proviene del morbo por la brutalidad con la que se cometieron los femicidios o del hecho de que no se trate de uno, sino de tres, o de la gran cantidad de hipótesis que se construyeron sobre el contexto en el que ocurrieron. Pero el problema aquí es que poco sabemos sobre qué pasó y mucho sabemos sobre a quienes les pasó.

No es el caso del triple femicidio el que genera fascinación, son sus víctimas. Porque la vulnerabilidad se ha traducido en merecimiento y el merecimiento en alivio.

¿Por qué las vidas de las víctimas de femicidio generan tanto interés? Sabemos sus nombres, sus edades, hemos visto sus fotos. Sabemos que una de ellas era menor de edad, que otra era madre, que fueron vistas por última vez subiendo a una camioneta de color blanco. Hemos visto a sus familias, hemos escuchado a sus madres. Nos contaron que ejercían la prostitución (incluso prostitución fue el término utilizado para referirse a la explotación sexual de la víctima menor de edad). Que fueron invitadas a una supuesta fiesta a cambio de dinero. Volviendo a las palabras de Leila, nos contaron que no eran castas, ni blancas, ni puras.

No es el caso el que genera fascinación, son sus víctimas. Porque la vulnerabilidad se ha traducido en merecimiento y el merecimiento en alivio. Si las mujeres a las que desaparecen y matan los hombres son mujeres que se lo merecen, entonces el resto estamos a salvo. Las mujeres buenas, las que no vamos a fiestas a cambio de dinero, las que no ejercemos la prostitución ni nos subimos a camionetas de color blanco estamos a salvo.

¿Y los hombres? Los hombres también están a salvo, sólo serán femicidas cuando nos lo merezcamos.

Elisa Mila es abogada.