La aprobación definitiva del presupuesto quinquenal, el martes en la Cámara de Representantes, puede ser evaluada desde distintos puntos de vista. Hay quienes señalan el vaso medio vacío, porque reclamaban mayores asignaciones de recursos. El vaso medio lleno, en el Frente Amplio (FA), es haber logrado mayorías para casi todas las iniciativas oficialistas. En el área de los partidos Nacional, Colorado e Independiente, el año termina con un dato preocupante: pese a que cuentan desde octubre con un grupo de coordinación parlamentaria de la Coalición Republicana (CR), no se pusieron de acuerdo sobre cuál vaso había que llenar y sus votos se desperdigaron.
Aquellos polvos y estos lodos
El problema que afrontan esos partidos comenzó antes del debate presupuestal e incluso antes del balotaje del año pasado, cuando Guido Manini Ríos adelantó que no le veía sentido a formalizar una alianza opositora y que Cabildo Abierto (CA) decidiría en cada caso el voto de sus dos diputados. Se podría decir que empezó aún antes, con reiteradas tensiones entre Manini y sus socios, que llegaron a extremos de escándalo con la destitución de la ministra cabildante de Vivienda y Ordenamiento Territorial, Irene Moreira.
El descalabro cabildante en la primera vuelta de 2024 tuvo causas diversas, que incluyeron errores propios y tensiones internas, pero entre los dirigentes que permanecen en el partido de Manini existe la convicción de que el resto del anterior oficialismo trabajó, con éxito, para perjudicarlos. En la última campaña electoral, CA decidió enfatizar un perfil propio, y aunque esto no le dio buenos resultados, el relato se mantiene y se potencia con actos en el Parlamento.
En ese contexto, la CR actual no tiene a su alcance la mayoría en Diputados, ni siquiera mediante ocasionales acuerdos –siempre difíciles– con Identidad Soberana, el partido de Gustavo Salle, pero su mayor dificultad es que no cuenta con una estrategia unificada.
En otras palabras, no ha decantado un consenso acerca de los puntos en que le conviene machacar contra el desempeño del gobierno nacional frenteamplista, para presentarse como una alternativa mejor en las elecciones de 2029. Si lo hubiera hecho, podrían convivir y complementarse formas de acumulación diferentes; en la situación actual, la dispersión táctica –que el diputado nacionalista Pablo Abdala describe como variantes en el área de la “gestualidad política”– suma mensajes que se estorban entre sí y dificultan la percepción de un denominador común.
Trastorno de personalidad múltiple
Una parte de la CR, con exponentes en todos sus partidos, asume que la influencia ideológica del FA ha consolidado, en décadas de acumulación, condiciones adversas para la aplicación de las reformas que esa fracción opositora quiere impulsar. Por lo tanto, plantea que adecuarse al “sentido común” actual con un talante centrista es suicida, y que resulta indispensable polarizar con posiciones combativas para reconquistar terreno.
En esa línea, afín al libreto internacional de las ultraderechas, se priorizan las actitudes belicosas y se afirma que el oficialismo tiene planes abominables, que incluyen la destrucción de los logros alcanzados en el período de gobierno anterior y el arrasamiento de las garantías constitucionales, para precipitarnos en un abismo de pobreza, ignorancia y despotismo. Dentro de cada partido se compite por mostrar la actitud más agresiva.
Otra línea, también presente en todos los partidos opositores, mantiene posiciones más tradicionales sobre la acumulación política, no se siente en guerra contra la moderación y apuesta a ganar apoyo con otras herramientas. En esta zona, por ejemplo, se sostiene que el actual oficialismo es mediocre y carente de rumbo, iniciativa y eficiencia. La contraposición buscada con el gobierno anterior se ubica en esos ejes más que en los ideológicos, y hay interés en alternar las críticas con las propuestas, sin rehuir la negociación pública de acuerdos.
Con independencia del grado de acierto que tenga cada parte, la cuestión es que los dos relatos son contradictorios. El gobierno del FA carece de planes o los tiene; el presidente Yamandú Orsi le impone a la gestión sus características personales o es manejado por un entorno sombrío; el país está inmóvil o en caída vertiginosa. No puede ser todo cierto a la vez.
Además, la narrativa construye al narrador, y como no está claro qué dice la oposición, tampoco se define qué es. En el caso del FA, hay fuertes tradiciones compartidas durante más de medio siglo, que contrapesan la disparidad de perfiles internos (en una gama que también abarca radicalismos y moderaciones). A la CR le falta todavía un largo trecho para poder darse ese lujo, y este año ha estado bastante omisa en la exhibición de discursos y conductas comunes. Mientras no remedie tal carencia, y si no tiene la suerte de que alguna ofensiva oficialista la unifique, le va a costar mucho avanzar junta.