Mientras las redes sociales, a través de ciertos “influencers”, insisten en decirles a las y los jóvenes que no vale la pena leer, la realidad del sistema educativo nos muestra que buena parte de ellos simplemente no “saben” leer ni escribir de manera suficiente.
La alfabetización básica es uno de los objetivos primordiales del sistema educativo; idealmente, esta meta debería lograrse a lo largo de la escuela primaria. Sin embargo, la evidencia de los operativos de evaluaciones nacionales y de las voces de docentes, directivos y responsables de política educativa reunidas en el II Seminario Regional “Los desafíos en la lectura y escritura en el ingreso al nivel secundario” (Unicef, Unesco y ANEP) muestran otra cosa: la lectura y la escritura son un desafío vivo en el inicio de la educación media. Ignorarlo reproduce desigualdades, afecta las trayectorias educativas y reduce las posibilidades de ciudadanía efectiva, de tener una transición exitosa al mundo del trabajo y de poder aprender a lo largo de la vida.
Los datos compartidos en el seminario son elocuentes. A nivel regional –según el estudio ERCE de la Unesco de 2019 (último disponible)–, al finalizar la escuela primaria, alrededor de dos tercios de los estudiantes se ubican por debajo de los niveles de desempeño deseables; dicho de otro modo, una proporción muy amplia transita a secundaria con bases frágiles. En Uruguay, los resultados del informe Aristas (2023) del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) indican que alrededor del 20% se ubica en los niveles 1 y 2, los de mayor desventaja para comprender textos y producir escritos con sentido.
Lo crucial, subrayado por especialistas y equipos técnicos, es la heterogeneidad: detrás de esos resultados hay situaciones muy distintas. Convivimos con adolescentes que leen de forma autónoma; algunos comprenden, otros no, y con otros que comprenden, guiados por adultos, pero aún no logran una lectura independiente y fluida. En escritura, el panorama también es diverso: desde producciones no convencionales o de muy escasa extensión, hasta textos con problemas de segmentación, ortografía y puntuación que obstaculizan la comunicación del sentido. Esta diversidad obliga a superar la “ficción” del aula graduada: asumir que “alguien antes ya hizo lo que debía” es parte del problema.
Leer y escribir en la secundaria no es un lujo académico: es la condición de posibilidad de una vida digna, de un trabajo decente y de una ciudadanía plena en 2025.
A ello se suma un patrón persistente: la fuerte asociación entre nivel socioeconómico y desempeño. Nuestros sistemas no logran amortiguar el peso de las condiciones sociales y la situación tiende a agravarse.
¿Cuál es entonces la hoja de ruta? Como norte compartido, y de manera transversal, se pueden observar las siguientes áreas de intervención para el fenómeno:
Diagnóstico temprano y personalizado en 1° de secundaria, con instrumentos breves, válidos y aplicables por docentes, para orientar apoyos heterogéneos sin estigmatizar.
Modelos de apoyo dentro de la escuela: talleres de lectura y escritura transversales, espacios de intensificación con materiales graduados, estrategias de coenseñanza y acompañamiento entre pares docentes.
Formación y acompañamiento situado: en vez de “recetas” que cambian cada semestre, repertorios con evidencia y coaching pedagógico sostenido.
Currículo y evaluación alineados: escribir para aprender ciencias, historia o tecnología; evaluar la escritura como práctica disciplinar, no sólo como “corrección”.
Uso inteligente de datos: tableros simples para directivos y equipos que permitan monitorear avances y ajustar estrategias.
Política intersectorial: asistencia, cuidado, alimentación escolar, salud mental y condiciones materiales son parte de la ecuación de la alfabetización.
Participación docente en el diseño: sin protagonismo del aula, ninguna política perdura ni mejora.
En el intercambio vivido en las últimas semanas queda claro que Uruguay ha hecho una apuesta histórica por la universalización de la secundaria. Esa apuesta exige ahora un salto cualitativo: la secundaria debe contar con dispositivos y herramientas para apoyar a aquellos estudiantes que ingresan sin las competencias deseadas en lectura y escritura.
Leer y escribir en la secundaria no es un lujo académico: es la condición de posibilidad de una vida digna, de un trabajo decente y de una ciudadanía plena en 2025. Si ponemos esta convicción en el centro, lograremos avanzar en la transformación del nivel para asegurar que todos los chicos y chicas se apropien de los saberes fundamentales y desarrollen habilidades clave para su vida sin dejar a nadie atrás.
Ernesto Fernández Polcuch es director de la Oficina Regional de Unesco Montevideo.