En las redes sociales se viene consolidando un tipo de estafa que parece combinar elementos de esquemas piramidales y el denominado Ponzi. Este fenómeno circula principalmente entre los jóvenes. Se trata de personas que documentan sus procesos de crecimiento personal que los llevaron a un presente de éxito económico llamativo, facturando decenas o incluso centenas de miles de dólares al mes. Con base en tal éxito personal, ofrecen cursos que prometen más o menos explícitamente a los compradores comenzar a facturar cantidades similares de dinero en poco tiempo.
El discurso que reproducen estas personas es prácticamente igual al de su máximo “mentor”, un español llamado Amadeo Llados. La historia de este personaje, y por tanto, la de sus seguidores, es una adaptación del clásico relato del sueño americano de superación y sacrificio, a los tiempos de las redes sociales, en donde cada individuo tiene el poder de contar su propia historia. Asimismo, presenta tintes profundamente conservadores, enraizados en valores tradicionales que refuerzan roles de género y estructuras de poder.
De manera sistemática, en los videos se hace alusión de manera genérica a la idea de “negocios digitales”. Lamentablemente, el tiempo es tirano y las redes sociales no escapan a ello. Por lo tanto, nunca se llega a explicar en qué consisten los negocios digitales en los que cada uno de estos personajes se ha especializado, y simplemente se limitan a reproducir la siguiente estructura narrativa: (i) demostrar lo simple que es salir de la matrix y volverse rico; (ii) denigrar al resto de las personas apelando a significantes como “plebeyos” o “mileuristas”, y esto implica alejarse de los entornos cercanos que podrían llegar a alertar de la estafa; y (iii) el famoso call to action o llamado a la acción, que consiste básicamente en invitar a los usuarios a contactar a la persona para que este les venda sus cursos.
En una primera impresión podría decirse que sus mensajes son sumamente básicos e incoherentes, pero luego puede verse que son igualmente efectivos, pues son píldoras comunicativas que muestran una vida de “éxito” económico basado en bienes materiales como coches, apartamentos o artículos de lujo. Luego, y basándose en dicha “evidencia”, promocionan sus cursos para que la gente pueda dejar su vida de “plebeyos” y pasar a ganar esas cifras en poco tiempo. Cabe destacar que se presume y en algunos casos se ha demostrado que dichos bienes son rentados a efectos de poder generar su contenido, una inversión que luego es retornada ampliamente.
La efectividad de esta narrativa podría encontrarse en la adaptación del clásico relato que apela al mérito y al sacrificio, pero redefinida según una lógica contemporánea. Aquí, el sacrificio está asociado a un proceso de superación que nunca descubre su velo, es decir, no presenta argumentos, pero, en cambio, se define en oposición a cualquier método institucionalizado o aceptado socialmente. Esto habilita la negación de cualquier argumento que intente desmontar la estafa: el conocimiento universitario o la experiencia de otros seres queridos tan sólo son visiones funcionales a un “sistema que nos quiere empobrecidos”.
De esta manera, se teje una conexión entre la noción tradicional del sacrificio con un esfuerzo individual espiritual y físico, adaptándose así a una lógica contemporánea. Lejos de ser el resultado de un camino largo y arduo, parece depender de decisiones individuales simples y rápidas, como comprar un curso o realizar un conjunto de ejercicios. Esta narrativa remite de manera muy gráfica a la ética protestante y el espíritu del capitalismo descrito por Max Weber, donde el éxito material representa una señal de cumplimiento divino y el aseguramiento del cielo.
La herramienta más poderosa para combatir este tipo de estafas es la capacidad de desarrollar un espíritu crítico. El análisis crítico y reflexivo es clave para combatir estas narrativas vacías.
Otra de las similitudes con lo descrito por Weber es que esta narrativa promueve una ética ascética que enaltece el autocontrol y la disciplina, donde se rechazan los placeres que tienen que ver con el descanso o el disfrute de la vida. No obstante, la ostentación de lujosos coches, relojes y viajes por el mundo podrían representar una contradicción burda; estos personajes lo justifican como “inversiones” que sirven exclusivamente para incrementar su estatus social, y así poder realizar mejores negocios. Realmente, estas exhibiciones actúan como un elemento persuasivo diseñado para captar la atención y generar deseo en las personas que ven estos contenidos. En términos discursivos, vale reconocer el giro innovador y pragmático para resolver esta aparente contradicción.
El público objetivo de esta modalidad de estafa parecería centrarse principalmente en los jóvenes que recién se están insertando en el mercado laboral y que, a falta de una acumulación necesaria de experiencia y formación, tienen que afrontar bajos salarios, condiciones laborales precarias, inestabilidad, entre otras situaciones que pueden tentarlos a optar por un camino más fácil y con resultados tan prometedores, aun cuando parezca ridículamente imposible.
La preocupación que motiva este artículo no se centra en describir lo que a todas luces es una estafa, ni el daño que puede causar a miles de personas, pues eso ya se está alertando incluso en las mismas redes por usuarios que se dedican a desenmascararlos. Al conversar sobre este fenómeno con diversas personas adultas, me he llevado la sorpresa de que, en general, no estaban al tanto del mismo. Esto me parece un problema grave, ya que existe un fenómeno sumamente complejo y masivo que está captando a miles de jóvenes todos los días en un espacio al que los adultos no están accediendo.
Esto nos exige reflexionar sobre diversas cuestiones, en primer lugar, lo que en estos tiempos de virtualidad y globalización llamamos “algoritmo”, modelos estadísticos complejos diseñados para procesar grandes volúmenes de datos generados por los usuarios con el fin de personalizar estrategias de marketing, publicidad, y precisamente, el tipo de contenido que las redes muestran a cada usuario. Hablamos entonces de un algoritmo que no sólo define el contenido que se nos va a mostrar, sino todo aquello que no se nos mostrará.
En segundo lugar, es importante pensar este fenómeno como parte de una tendencia global que promueve valores superficiales y exalta el éxito material como la máxima aspiración, todo esto a través de caminos cortos y libres de esfuerzo.
En tercer lugar, sin esquivar las responsabilidades que les caben a los jóvenes como individuos con capacidad para tomar sus propias decisiones, y a la luz de las nuevas dinámicas que impone el mundo en que vivimos, parece importante comenzar por cuestionar un relato meritocrático que, si bien pudo tener algún sentido en el pasado, hoy no lo tiene.
Es necesario pensar en las barreras que enfrentan los jóvenes para ingresar al mercado laboral y su relación con los estándares sociales que deben cumplir. Estos se validan a través de pautas de consumo o exposición social, entre muchas otras. Estas dinámicas son sumamente complejas y presentan nuevos desafíos que deben ser abordados.
Finalmente, y retornando a la cuestión principal, la herramienta más poderosa para combatir este tipo de estafas es la capacidad de desarrollar un espíritu crítico. El análisis crítico y reflexivo es clave para combatir estas narrativas vacías que apelan a valores y actitudes moralmente deseables como la superación personal y el éxito económico.
Valentín Balderrín Noba es sociólogo y máster en Dirección de Proyectos.