El 3 de marzo, bajo el nombre de Ricardo Weisz, se publicó en la sección Posturas de la diaria un artículo titulado “Neptuno: datos, sentido común y realidad”. Bajo ese título el autor construye un “relato” de defensa del proyecto Neptuno de apariencia sutil, pretendiendo hacerse pasar por un simple ciudadano informado, pero ocultando que, en realidad, es un consultor jubilado vinculado al propio consorcio que propone el proyecto, ya que fue funcionario de la empresa israelí Yamit Filtration y también de Mekorot, otra empresa consultora israelí que trabaja para el consorcio proponente de Neptuno (por suerte, en la firma estaban sus antecedentes profesionales, si no fuera así, quizás nos habría confundido). Analicemos el “relato” a la luz de los “datos” que se conocen y que son la mejor información científica disponible hasta la fecha.
El consultor omite desde el principio la crisis del agua que se había previsto desde la ciencia y que señalamos que estaban dejando venir para ayudar a justificar este injustificable proyecto, seguramente ya pactado en el intento de lograr ir privatizando el agua y, quizás, preparar futuras y “merecidas” donaciones para una campaña política que ya estaba en el horizonte. Como la mayoría de los políticos no saben nada de ciencia, vieron los pronósticos y se jugaron a que estaba por cortarse la sequía... Sin embargo, se perdieron “mirando para arriba” (parafraseando el título de la película), sin tomar medidas de ahorro y diversificación de fuentes, como es de estilo.
Luego, el consultor dice que le parece bien que la academia opine, pero sin ensuciarse apoyando a la sociedad civil –o sea, publicando los datos y dejando la decisión al gobierno–, y agrega su cuestionamiento a que se “cancelan opiniones divergentes”, como si los datos empíricos pudieran ser opinables sin demostrarse que son falsos; así actúan –como este consultor– los terraplanistas...
Los docentes de la Universidad de la República (Udelar) tenemos por mandato del artículo 2 de la Ley Orgánica “propender a la comprensión pública de los temas de interés general”, lo que implica hacer eso de lo que él nos acusa (habla de “militancia ambiental”). Y si se tratara de temas de teoría del derecho, ¿hablaría de militancia legal? Porque eso hacen, afortunadamente, los profesores de Derecho. Para eso es que la sociedad uruguaya nos paga el sueldo, señor, no son las empresas como Mekorot.
Es un hecho que con los tratamientos de OSE se forman trihalometanos, entre ellos incluso bromoformo. Eso ocurrió cuando durante la crisis de la sequía pasada se dio agua con niveles de cloruros y sodio aceptables, pero con trihalometanos en un orden de magnitud por encima del límite establecido en la norma. Nadie habló de malformaciones en los fetos ni de niños con dos cabezas. Usar ese argumento sí es militancia, o en este caso le llamaríamos conjunción de intereses, que es otra cosa. Lo hace por intereses espurios y no por “propender a la comprensión pública de los temas de interés general”.
Luego, pretende usar un viejo concepto de ingeniería sanitaria para superar el problema de las cianobacterias modificando la profundidad a la que se toma el agua. Quizás como jubilado no esté actualizado, pero las toxinas se difunden por la masa de agua cuando las bacterias mueren y, además, tienen la capacidad de elegir su lugar en la columna de agua: bajan en profundidad cuando hay poca luz y suben cuando hay mucha. Por tanto, manejar la profundidad a la que se toma el agua es ridículo y, en el mejor de los casos, demuestra el atraso de quienes, dedicados a consultorías, no se siguen formando como lo hacemos los académicos.
Es un dato innegable e informado por la Facultad de Ingeniería, a solicitud de OSE, que puede haber más de 70 días con agua salada continuos y, cuando es salobre (no salada), con boratos.
Después dice algo que es verdad: el problema se supera con tratamientos adecuados como los que puede ofrecer posiblemente la otra empresa con la que está vinculado (Yamit Filtration), eso sí, carísimos, como el agua oxigenada o el ozono. Seguro que a él la tarifa de OSE no le preocupa. Las consultoras pagan bien a los técnicos dispuestos a seguir sus directivas y seguramente también esos tratamientos los cobren muy bien, pues tienen experiencia. En realidad, se puede potabilizar el agua de las cloacas. Yo aprendí a hacerlo en Suecia, es una maravilla de la bioingeniería. Claro, para poblaciones muy pequeñas, y ¡a qué costo!
Luego dice que no hay datos de la contaminación del Río de la Plata. Bueno, sí que los hay, porque si no estuviera contaminado, no habría cianobacterias, ni mercurio en los peces, y eso antes de que construyeran el emisario de 10 km para conducir el saneamiento de Buenos Aires aguas adentro del Río de la Plata. ¿Se acuerdan de cuando murieron unas 400 toneladas de lachas en el estuario? Además, se ve que no sabe cómo buscar datos o hace como que no sabe; busque, señor.
Después nos pone como ejemplo una obra que hará Javier Milei en Argentina, pero no creo que sea un buen ejemplo, y habría que averiguar si los estudios no los hizo Mekorot o Yamit Filtration. Les deseo la mejor de las suertes a los hermanos argentinos. Argumenta que Juan Lacaze toma agua del Río de la Plata, pero este sitio, por razones de circulación, no concentra tanto cianobacterias como Arazatí, que las tiene casi todo el verano y todos los veranos. Además, por razones de circulación, el agua salada no llega con tanta frecuencia a ese sitio. De todos modos, conozco bien Juan Lacaze y es seguro que yo no tomaría allí agua de OSE. He recibido fotos de prefiltros de Juan Lacase, y puedo ponerlas a disposición.
Además, la potabilizadora “más oriental del Río de la Plata” está al oeste de Arazatí y las sudestadas arriman el agua salada a Uruguay y no tanto a Berisso, en la costa argentina. La razón, además de la dirección del viento, es que el río Paraná sale por la costa argentina con un caudal en promedio siete veces mayor que el del río Uruguay, que sale por la costa uruguaya.
De todas formas, es un dato innegable e informado por la Facultad de Ingeniería, a solicitud de OSE, que puede haber más de 70 días con agua salada continuos y, cuando es salobre (no salada), con boratos.
Realmente es indignante que un consultor que seguramente asesora o asesoraba a las empresas involucradas deje una y otra vez hacer creer que opina “de atrevido nomás”. Además, agrego que si alguien cuestiona que se construya Casupá, hay otras alternativas, como la diversificación de fuentes de suministro (acuíferos, arroyos, etcétera). Bastaría, por ejemplo, con no llevar agua del Santa Lucía hasta la ciudad de Pando y Ciudad de la Costa (que disponen de otras fuentes) y reducir a la mitad las pérdidas de agua de las cañerías, proceso, de todas formas, inevitable y urgente. Con la combinación de alguna de estas medidas, no habría siquiera por qué hacer Casupá, al menos por ahora, y menos Arazatí, “sí o sí”, como dijo inmoralmente el exministro de Ambiente Robert Bouvier, denotando una fuerte militancia por el lucro de la empresa... se enferme quien se enferme.
De sentido común es oponerse a ese denigrante e ilegal proyecto de Neptuno, y los invito a adherir a una iniciativa de ciudadanos de diferentes procedencias, donde hacemos un llamado a la reflexión sobre esta obra inconveniente, ilegal e innecesaria, a través del siguiente enlace: https://aguaysoberania.uy/.
Daniel Panario es profesor titular de la Udelar, ingeniero agrónomo, DEA en Conservación y Gestión del Medio Natural, Dr. (PhD) en Tecnología Ambiental y Gestión del Agua.