Desde sus orígenes y durante mucho tiempo, el cine fue considerado como la mera reproducción de la realidad. Desde los años 70, esa idea ha ido cambiando. Hoy existe un mayor consenso en el sentido de que el cine es un arte que se desarrolla dentro de un contexto social y, por lo tanto, no es neutral. Por el contrario, es un espacio sujeto a todas las contradicciones que se viven en las sociedades actuales.

En este mes de marzo, mes de la mujer, es importante reflexionar sobre el lugar que tradicionalmente ha ocupado la mujer en el cine, la aparición de un cine feminista y su relación con los recientes premios Oscar.

Es importante reflexionar sobre el lugar que tradicionalmente ha ocupado la mujer en el cine, la aparición de un cine feminista y su relación con los recientes premios Oscar.

Desde su aparición, y en el contexto de un sistema patriarcal, la mirada del cine sobre el mundo ha sido androcéntrica. Esto quiere decir que la mujer ha sido representada en una clara situación de dependencia y subalternidad. Así lo demuestran múltiples realizaciones, como el clásico Lo que el viento se llevó, de Victor Fleming. A pesar de la fuerza que muestra el personaje femenino, Scarlett, la trama sigue un esquema que refuerza la dominación del hombre, siendo el personaje masculino el que impone su voluntad y aparece como el verdadero héroe.

Sin embargo, el cine, como otras formas del arte, no siempre se limita a reforzar valores y creencias hegemónicos. También puede ser una herramienta para romper los límites y barreras ideológicas que perpetúan la dominación. De acuerdo con esta idea, desde hace un tiempo estamos asistiendo a la construcción de un cine feminista, en el que la dirección, producción y guion están a cargo de mujeres. Otra característica de este cine militante son los temas que giran en torno a los desafíos diarios que toda mujer debe enfrentar, así como la idea de lo heroico, que nada tiene que ver con la construcción de heroicidad masculina basada en la fuerza y la violencia, entre otros valores.

En general, es un cine que circula dentro de los canales del cine independiente y que, salvo honrosas excepciones, ha sido sistemáticamente excluido de la gran alfombra roja hollywoodense.

Una de las directoras feministas más conocidas, por lo menos a nivel de círculos cinéfilos, es Eliza Hittman, con realizaciones como Never Rarely Sometimes Always (2020) (Nunca, casi nunca, a veces, siempre). La película trata el tema del embarazo adolescente no deseado y se centra en las barreras y humillaciones sociales que una joven de clase obrera debe enfrentar cuando decide abortar sin apoyo familiar. El nombre del film alude a la burocratización y deshumanización del sistema de salud en estas situaciones. En medio de su desesperación, la protagonista, Autumn (interpretada por Sidney Flanigan), debe someterse a una serie de técnicas y entrevistas que tratan de indagar en problemáticas como la violencia de género. Al final, todo termina en un formulario de opción múltiple: “Nunca, casi nunca, a veces, siempre”.

Hittman, quien ya antes había dirigido otras películas de temática similar como Se sintió con amor (2013) y Beach Rats (2017), es una entre muchas realizadoras feministas. Entre ellas se destaca Andrea Arnold (Reino Unido). Su cine aborda desigualdades de género y clase, como es el caso de Fish Tank (2009), que sigue la historia de Mia Williams (interpretada por Katie Jarvis), una adolescente de 15 años que vive en un barrio marginal de Inglaterra y sueña con convertirse en bailarina mientras lidia con una vida familiar complicada.

Una mínima excepción en ese estado de exclusión fue el caso de Andrea Arnold, considerada una de las directoras de cine independiente más influyentes. Esta directora fue premiada en la categoría de Mejor Cortometraje de Ficción en 2005 por su corto Wasp. Este trabajo cuenta la historia de Zoe (Natalie Press), una madre soltera joven y empobrecida que intenta equilibrar su vida como madre de cuatro hijos con su deseo de tener una vida social y una pareja.

En la última edición de los premios Oscar, a la que asistimos hace pocos días, estuvo nominada la película The Substance (2023), de la cineasta francesa Coralie Fargeat, que, a través del terror corporal, aborda la obsesión por la belleza, la juventud y la presión sobre las mujeres en nuestra sociedad. Algunas críticas que se le han hecho señalan que el uso excesivo de una estética violenta y de efectos gore (mutilaciones grotescas, sangre, entre otros) desvía la atención del espectador y lo saca de la intención y el sentido que se quería darle al trabajo.

Sin embargo, otras películas que han llamado la atención desde su estreno, como Babygirl: historia de un deseo, de la directora Halina Reijn, no estuvieron nominadas. El actor y presentador de esta edición de los premios, Conan O’Brien, hizo un comentario en medio de la gala, señalando humorísticamente que le parecía extraño que Babygirl no estuviera nominada en ninguna categoría. Este trabajo aborda temas como el poder en las relaciones sexuales y el autodescubrimiento femenino, y desafía representaciones tradicionales como el rol pasivo de la mujer.

Mientras tanto, la gran ganadora de la noche, fue Anora, que obtuvo cinco estatuillas, incluyendo Mejor película, Mejor director para Sean Baker, Mejor actriz para Mikey Madison, Mejor guion original y Mejor montaje.

Una vez más, la situación de una mujer es representada desde la mirada masculina. En este caso, se trata de la historia de una trabajadora sexual que se casa con un joven millonario ruso. Las principales críticas provienen de colectivos de trabajadoras sexuales que afirman que la historia romantiza su situación. Es una mirada superficial y totalmente lavada sobre el tema. El objetivo parece más bien contar un cuento de hadas que termina en fracaso, con escenas nada verosímiles que banalizan temas que afectan y destruyen la vida de muchas mujeres. Si, como han dicho teóricas y críticas de cine como Teresa de Lauretis, “el objetivo del cine desde una perspectiva de género es hacer visible lo invisible”, este no es el caso.

Laura Manzino es profesora de Historia y tiene un diploma en Educación, Imágenes y Medios.