Siempre me he preguntado por qué en mi niñez me hice hincha de Nacional. Admito que la influencia paterna fue importante, pero también quedé fascinado por su historia; primero, por su origen contestatario ante la existencia de una liga de fútbol monopólica, de representaciones extranjeras (inglesa, alemana), el aliento del rector de la Universidad para que ello ocurriese, la elección de los colores de la bandera de Artigas como exaltación de nuestra identidad ante otros que preferían otros héroes y colores, su campo de fútbol en la mítica Quinta de la Paraguaya, sus conquistas a nivel internacional y sus jugadores que fueron columna vertebral de las conquistas del 24, el 28 y el 30. Y todo ello para poner el nombre de este pequeño país en el firmamento deportivo mundial, y sobre todo su arraigo en el corazón del pueblo, que veía cómo este club de fútbol representaba sus ilusiones y ambiciones.

Ya de adolescente y joven, íbamos con mi consecuente amigo Raúl Borelli, posteriormente mi cuñado, al estadio para ver al tricolor cada vez que podíamos. Lamentablemente, posterior al acto sedicioso de la dictadura cívico-militar de 1973, Raúl tuvo que emigrar a Buenos Aires, perseguido por su militancia de resistencia. Allí continuó sus esfuerzos para el retorno democrático en Uruguay hasta el 22 de diciembre de 1977, cuando fue secuestrado por fuerzas de la dictadura uruguaya. Durante su período de exilio nunca dejó de militar y de estar atento a los devenires deportivos del club. Hoy engrosa la lista de las más de 200 personas desaparecidas.

Este 5 de mayo cumplí 30 años de socio de mi club y supuestamente recibiré una medalla por esta fidelidad. Lamentablemente, las autoridades vigentes emitieron un comunicado en el que ponen distancia y desacreditan la acción de sus propios jugadores que se adhirieron públicamente a la 30ª marcha por los desaparecidos en nuestro país.

Señores de la directiva, negar hoy la causa de los desaparecidos tildándola de “política” es ponerse del lado de la inmoralidad y falta de ética de aquellos que niegan la existencia del sol, es afirmar la impunidad, es ponerse en contra de una causa popular y nacional, es ponerse en contra de la sanación definitiva de la herida que la sociedad toda tiene.

Señores de la directiva de Nacional, negar hoy la causa de los desaparecidos tildándola de “política” es ponerse del lado de la inmoralidad y falta de ética de aquellos que niegan la existencia del sol.

¿O acaso ustedes le hubiesen puesto National con T al club en 1899? ¿O hubiesen elegido otros colores para la bandera o uniforme de sus jugadores que no fuesen los artiguistas? ¿O quizás les hubiesen prohibido jugar a los hermanos Céspedes, que estaban exiliados en Argentina por pertenecer al partido blanco? ¿O creen que esto no fue motivo de debate en su momento entre aquellos que consideraban “políticos” estos temas? Por suerte tuvimos dirigentes que supieron mirar las cosas con la grandeza necesaria para que sus decisiones trascendiesen más de un siglo y sigan siendo referencia inexcusable para aquellos que acompañan al club. ¿No saben acaso que Nacional es mucho más que un club de fútbol?

Esta directiva optó nuevamente por la no verdad, pues su acción sólo favorece a quienes quieren que la niebla persista, que se mantenga la impunidad, y, más que esto, se aleja del corazón de aquellos que concebimos a nuestro club como el más fiel reflejo de un pueblo que quiere avanzar sin asignaturas pendientes, con verdad y justicia.

Iré a recoger mi medalla cuando me la entreguen. Seguiré siendo socio e hincha de esta pasión que envuelve mi ser desde lo más profundo del corazón.