El sábado 26 de abril, como todos los años, la comunidad vasca de Uruguay, amigos, vecinos y allegados se congregaron en la plaza Guernica de Montevideo para rendir homenaje a las víctimas de la masacre perpetrada por el general Francisco Franco, en el marco de la mal llamada guerra civil española (1936-1939).
Con la ayuda de la aviación nazi de Adolf Hitler (Legión Cóndor) y la colaboración de la aviación fascista de Benito Mussolini (Aviazioni Legionaria), ambas solicitadas por el alzado en armas contra la Segunda República Española, la villa apacible e indefensa, sin objetivos militares, sin fábrica de armas y sin refugios antiaéreos, se vio sorprendida, en pleno día de mercado, por un ataque sin precedentes de aviones que vomitaban su carga mortífera y, en el término de tres horas, la redujeron a escombros y cenizas. Nunca se pudo establecer claramente la cifra de fallecidos, heridos y desaparecidos en una población conformada por civiles, mujeres, niños y ancianos (los hombres estaban en el frente de batalla).
El golpe de Estado de Franco derivó en una feroz dictadura de más de 40 años que acalló las voces de las víctimas y prohibió toda manifestación contraria a su doctrina nacional, “España: Una, Grande y por la Gracia de Dios”.
Uruguay no estuvo ajeno al sentimiento de rechazo e indignación por lo sucedido en Guernica y, a influjo de un edil, se homenajeó la ciudad símbolo de la libertad y cuna de la democracia, nominando en la década de 1940 a la plazuela sita en la calle Cataluña y Manuel Alonso con el nombre de Guernica. La Junta Departamental votó por unanimidad y contó con el apoyo del intendente de Montevideo.
Uruguay no estuvo ajeno al sentimiento de rechazo e indignación por lo sucedido en Guernica y, a influjo de un edil, se homenajeó la ciudad símbolo de la libertad y cuna de la democracia.
Un monolito de granito sustenta una placa con su nombre y otra placa con la representación de la Casa de Juntas y su añejo roble. A pocos metros se encuentra un robusto roble que fuera plantado en la fecha de la inauguración de la plaza, por lo que hoy tiene más de 80 años.
La comunidad vasca siempre ha sido muy celosa del cuidado de este espacio público, por su significado, por ser un lugar aglutinante y de recordación. Tanto así, que las casas vascas de Montevideo y la Federación de Instituciones Vascas del Uruguay han bregado por su mantenimiento y trabajado junto con la Dirección de Espacios Verdes y otros actores para mejorar, en lo que les es posible, el predio. Muchos de los vecinos interactúan también, cuidando y defendiendo este paseo verde que forma parte de su patrimonio barrial.
La plaza ha sido vandalizada en distintas oportunidades y siempre se han encontrado soluciones. Lamentablemente, este año, quienes asistimos al acto nos hemos topado con una desagradable sorpresa: la construcción de un canil, es decir, un lugar para reunión y solaz de los perros. Una obra de cemento y barras de hierro que ocupa casi el 50% de la plaza dividiéndola en dos y despojando de la posibilidad de disfrute familiar.
Siento que para la comunidad vasca es una invasión y un destrato a un símbolo muy querido. El Municipio CH, que impulsa la obra, nunca tuvo la deferencia de anunciar su ejecución, y si bien la plaza no les pertenece como colectivo, duele ver esta intromisión.
Muchos vecinos cuestionan la situación y con justa razón, ya que ellos no sólo no solicitaron este canil, sino que ni siquiera fueron consultados. A escasos 100 metros hay un gran espacio llamado parque Batlle y Ordóñez con la posibilidad de hacer muchos caniles o zonas exclusivas para mascotas, sin tener que destruir una plaza tan emblemática…
En definitiva, en mi humilde opinión, esto representa una afrenta para los vecinos y para la comunidad vasca. Deseo que se deba a un error y no a un capricho y se pueda corregir en el menor tiempo posible.