Imaginen a la actual directiva del Club Nacional de Football en otras circunstancias históricas. Por ejemplo, hipotéticamente se disputa un campeonato y los jugadores lucen camisetas recordando el holocausto del pueblo judío o la resistencia del gueto de Varsovia; o el genocidio armenio perpetrado por el gobierno turco de la época; o la barbarie del régimen estalinista sobre personas o grupos humanos. Al igual que hoy frente a la mayor violación masiva y sistemática de los derechos humanos en Uruguay, ¿también habrían defendido y declarado su “neutralidad”?
La humanidad, desde siempre, es testigo y víctima de condiciones políticas, sociales, militares y económicas que la retraen a la barbarie. A lo peor de nuestra especie. A recordarnos que somos peores, en el fondo, que los seres vivos que identificamos como bestias. Los únicos en el universo conocido que matamos o maltratamos a nuestros iguales sin ninguna causa basada en la supervivencia que pueda justificarlo. Somos los peores bichos dentro del menú del Creador.
En estos casos, de grave riesgo para la dignidad humana, ser neutral es ser cómplice. No hay otra posibilidad.
Sin embargo, en un largo, trágico y contradictorio proceso histórico, hemos ido construyendo algunos pilares que sostienen y justifican nuestra existencia. A eso llamamos derechos humanos. Es un proceso inacabado, que tiene como meta evolucionar y superar a otras especies: consolidar una identidad dirigida al bien común, el respeto por la vida ajena, la aceptación pacífica de las diferencias y el rechazo total a la arbitrariedad, el abuso, la deshumanización en el ejercicio del poder del Estado.
Cuando el poder del Estado no se dirige a asegurar los derechos de todas y todos, el interés general, el bien común o como se le quiera llamar, no existe la neutralidad. En estos casos, de grave riesgo para la dignidad humana, ser neutral es ser cómplice. No hay otra posibilidad. Ser neutral es apoyar situaciones en las que los seres humanos no son respetados en su dignidad y derechos.
Juan Faroppa es profesor adjunto de Derechos Humanos de la Universidad de la República.