Uruguay está frente a un cambio histórico. Y no es una frase hecha: por primera vez en décadas, se discute en el Parlamento un proyecto de ley que podría devolvernos a las personas con discapacidad algo tan simple –y tan profundo– como el derecho a decidir sobre nuestra propia vida. Hasta ahora, más de 10.000 personas en este país viven bajo curatela. Un sistema que les impide firmar un contrato, administrar su plata, casarse o hasta decidir un tratamiento médico sin autorización de otra persona. Es decir: están vivas, pero no son tratadas como sujetos de derecho. Como si la discapacidad fuera sinónimo de incapacidad, como si el Estado pudiera decidir quién es digno de elegir y quién no.

Soy una persona con discapacidad. Pero también soy ciudadano, profesional y alguien que, como tantos otros, quiere vivir con dignidad. Por eso este proyecto de ley sobre capacidad jurídica no es una discusión técnica para mí: es una urgencia vital. Porque no se trata de conceder derechos, sino de reconocerlos. De dejar atrás un modelo paternalista, donde alguien “sabe lo que es mejor para vos”, y pasar a un sistema de apoyos que respete la voluntad, las decisiones y los deseos de cada persona.

Este proyecto –impulsado tras las observaciones del informe del sociólogo Francisco Terra, con respaldo de Naciones Unidas– propone eliminar la figura de la curatela y crear un régimen basado en apoyos y salvaguardias. Es decir: en lugar de reemplazar nuestras decisiones, acompañarlas. Porque la discapacidad no elimina la capacidad de decidir; a veces sólo hace falta apoyo para ejercerla.

Eso significa que vamos a poder elegir quién nos acompaña en una decisión jurídica. Que vamos a poder votar, trabajar, casarnos, abrir una cuenta bancaria o estudiar sin tutelas que no pedimos. También se crearán mecanismos como el Registro de Facilitadores, que ayuden en procesos judiciales, y una Unidad Especializada dentro de la Defensoría Pública para garantizar que los derechos se cumplan.

Yo no quiero que decidan por mí. Quiero que me escuchen, que me acompañen cuando lo necesite, y que respeten mis decisiones. Como ciudadano, como persona con discapacidad, y como ser humano.

Otros países ya lo hicieron. España, Argentina y Colombia, por ejemplo, reformaron sus leyes para reconocer la capacidad jurídica plena de las personas con discapacidad. No fue fácil, pero lo hicieron. Y ahora les toca a nuestros legisladores asumir la responsabilidad histórica de no dejar a nadie atrás.

Pero no alcanza con la letra de la ley. Se necesita capacitación para jueces, operadores jurídicos y funcionarios públicos. Se necesita voluntad política. Y, sobre todo, se necesita que dejemos de pensar la discapacidad como un problema individual y la entendamos como una cuestión de derechos humanos.

Yo no quiero que decidan por mí. Quiero que me escuchen, que me acompañen cuando lo necesite, y que respeten mis decisiones. Como ciudadano, como persona con discapacidad, y como ser humano.

Hoy, en mayo de 2025, Uruguay puede dar un paso enorme hacia la igualdad real. La pregunta es: ¿vamos a tener el coraje de hacerlo? La voluntad política será determinante para convertir esta reforma en una realidad.

Nicolás Tauber es estudiante universitario.