El Movimiento Nacional Por La Patria integra el ala wilsonista del Partido Nacional (PN). Su líder, el senador Jorge Gandini, dice que al partido le hace bien tener esa expresión “viva y potente”, pero que hoy “no la tiene”, por eso está trabajando para fortalecerla, de cara a las elecciones de 2024. Pero antes, hay otros temas por el camino que el PN quiere resolver, como la reforma de la seguridad social, a la que, según el senador, le deben hincar el diente “ya”, ni bien se apruebe la Rendición de Cuentas. Sobre estos temas, y otros que les cayeron de “sorpresa” gracias a la “ingenuidad institucional”, como el caso del exjefe de custodia del presidente Luis Lacalle Pou, Gandini conversó con la diaria en su despacho del Palacio Legislativo.

Cuando se habla de “wilsonismo” en el PN, ¿qué quiere decir en la praxis, casi 35 años después de la muerte de Wilson Ferreira Aldunate?

Quiere decir que en el partido siempre hubo espacio para una línea más progresista y popular, que tiene raíces más antiguas todavía, de distintas connotaciones, que organiza al PN en dos grandes corrientes, y que cuando más competitivas fueron, más grande hicieron al partido. Hoy hay una corriente de raíz wilsonista –pero no sólo wilsonista– que es necesario que se exprese electoralmente, para dar más competencia en la interna partidaria y generar una pista de aterrizaje a electores que pueden no encontrarse representados en las opciones oficialistas.

¿En el ala wilsonista hay ideas diferentes a las de la corriente principal?

Hay diferentes estilos e ideas, pero están mucho más difusas, en tanto muchos dicen ser wilsonistas y no tienen esa definición ni tuvieron esa militancia, y hay wilsonistas que están con el grupo del presidente. Hoy, “wilsonismo” es el nombre que se le da a lo otro, más allá de que allí estemos quienes creemos que hay que enfatizar alguna visión diferente en el partido, que no es la mayoritaria hoy, que tiene que ver no sólo con ideas sino también con descentralización, desarrollo integral, justicia social, con otra manera de entender la distribución de la riqueza, y mucho que ver con el diálogo con algunos sectores de la sociedad que son identificados con la izquierda, con los que hay dialogar más y comprenderlos mejor. Esa visión no es la mayoritaria en el partido. Al PN le hace bien tener esa expresión viva y potente, pero hoy no la tiene.

¿Qué están haciendo desde tu sector para que la tenga?

Ser consecuentes, no caer en la tentación fácil de arrimarse al calor del fogón, al poder. El partido tiene un grupo mayoritario muy consolidado, que es muy atractivo y tiene mucho que ofrecer; recorrer el camino alternativo es más incierto, porque no hay huella. Nos mantenemos en ese camino, en el que se ve poco, porque otros sectores, que reivindican lo mismo que acabo de detallar, terminan integrándose a la corriente mayoritaria de una manera o de otra. Eso no es lo mejor que le puede pasar al partido. Si pensamos en un Frente Amplio al que va a haber que enfrentar con una eventual interna potente y atractiva, entre [Carolina] Cosse y [Yamandú] Orsi, y vamos a la elección con una interna resuelta, seguramente no seamos lo suficientemente competitivos desde el arranque del proceso electoral, en junio.

La muerte de Jorge Larrañaga dejó un vacío en el ala wilsonista.

Por supuesto, que ya en la última elección [2019] demostraba que necesitaba recrearse y recomponerse, porque el resultado estaba cantado antes de empezar la competencia, dado que había un sector consolidado y fuerte, liderado por Lacalle Pou, con programa, expectativa y organización, y del otro lado no se logró ni siquiera construir una sola candidatura. Lo que fue el larrañaganismo, Alianza Nacional en su momento o el grupo de los intendentes se expresó al menos en dos, con Larrañaga y [Enrique] Antía, y detrás de ellos, diferentes grupos, además de la figura novedosa de Juan Sartori, por lo tanto, no había un escenario de competencia incierta, el resultado ya era conocido. Ahora, todo el partido se enfrenta a una transición hacia nuevos liderazgos. La mayoría partidaria mantiene el líder, pero deberá encontrar candidato, y el resto del partido no tiene, aparentemente, a ninguno de los tres candidatos que se presentaron en la pasada elección. Por lo tanto, todo el partido requiere renovar el elenco de liderazgos y candidaturas.

¿Sartori se puede acoplar al ala wilsonista?

Puede ser, pero hoy Sartori no está en ese diálogo, no está en el país... Más allá de que alguno de sus integrantes pueda tener diálogo con alguno de nosotros, pero no sabemos –por lo menos, no me consta– cuál es la decisión hacia el futuro del propio Juan Sartori.

Sartori rara vez viene al Parlamento, ¿cómo lo ves eso?

Como curioso, al menos. Pero el mundo ha cambiado: las cosas dejaron de ser como son y pasaron a ser como parece que son...

En este caso específico, ¿qué quiere decir?

Que parece que viene...

Pero no viene.

Miren las asistencias.

La semana pasada, el Instituto Nacional de Estadística publicó los datos de la pobreza, que en el primer semestre se ubicó dos puntos por encima del año previo a la pandemia. A su vez, según los datos del Banco Central del Uruguay, el Producto Interno Bruto (PIB) registró un crecimiento de 7,7% en el segundo trimestre de 2022. ¿Estos números no ponen en tela de juicio la famosa teoría del “derrame”?

No, porque una cosa no va paralela en el tiempo con la otra. Creo que hemos logrado ir consolidando aquel dibujo en v que se pronosticaba con la pandemia: la caída fuerte, un vértice y luego –quizás con algún diente– la subida. Pero no necesariamente se genera respuesta al otro día. Si desagregamos esos datos por regiones, el interior ha preservado mejor el empleo, el desarrollo y el producto durante la pandemia, y hoy está mejor que la capital; todavía falta por llegar, pero hay un compromiso que para mí hay que cumplir: con esos números consolidados, el año que viene hay que rebajar el [Impuesto a las Rentas de las Personas Físicas] IRPF y el [Impuesto a la Asistencia de la Seguridad Social] IASS, porque son los impuestos que inmediatamente repercuten en el bolsillo de la gente, particularmente de los trabajadores, no de los más pobres, pero sí de la clase media baja y de ahí para arriba. En ambos casos, termina siendo la manera más eficaz de todas de distribuir rápido.

¿Es una idea tuya, lo hablaste con el Poder Ejecutivo?

Es un análisis mío, a partir del compromiso que el presidente hizo el 1º de marzo del año pasado, y lo recuerdo porque es un compromiso cumplible. El presidente dijo que, si la economía crece, vamos a rebajar estos impuestos. Él habló más del IASS que del IRPF, pero hay que empezar por las franjas más bajas del IRPF, que son las que más necesitan y las que empiezan a pagar antes que el IASS.

¿Cuál es el proyecto más importante que debería aprobar la coalición en lo que resta del período legislativo?

La reforma de la seguridad social, que es un tema sensible, importante y políticamente complejo. Hay que empezar a estudiarla ya, ni bien salgamos de la Rendición de Cuentas. Si no se aprueba en los próximos seis meses, naufraga, no tiene demasiado tiempo; porque después ya es como una vela que se empieza a apagar.

Porque se acercan las elecciones.

Claro, porque se contamina, ya estamos muy cerca de la elección. Debimos haberlo discutido en el primer año. Quizás era el segundo proyecto después de la LUC [ley de urgente consideración], pero la pandemia cambió las prioridades.

Entonces es una utopía pensar que el Parlamento funcione igual los cinco años de un período.

Por supuesto, tanto no funciona igual que la Constitución de la República prevé que en el último año [del período] el Parlamento comienza su receso en setiembre, no en diciembre [artículo 104], porque hay elecciones. Y eso viene de la época en la que no había internas, cuando las elecciones eran en octubre; ahora tendría que terminar en mayo, porque la verdad es que nos dedicamos a la campaña. Creo que era [John F] Kennedy que decía que la primera obligación de un político es salir electo y la segunda es salir reelecto. Eso está en nuestro ADN, no sólo porque nos queremos quedar, que es legítimo, sino porque la manera de confirmar que hiciste las cosas bien es que te vuelvan a elegir. Entonces, en el último año se hace sólo lo imprescindible, todo lo demás se tiñe de tiempo político. Por lo tanto, en 2023, para una reforma como la de la seguridad social, tenemos los primeros meses. El plan que tenemos es que cuando ingrese la reforma, por el Senado, formemos una comisión especial, como hicimos con la LUC, de 15 o 17 miembros, que trabaje al ritmo de lo que fue la LUC, todos los días, para recibir a todas las delegaciones que tengamos que recibir. La idea es votarlo en el Senado, si no es antes de fin de año, muy al principio del que viene, quizás en tiempos de receso, en febrero, para que Diputados tenga un par de meses de trabajo y se liquide, por sí o por no.

El proyecto de ley de Cabildo Abierto que habilita prisión domiciliaria para reclusos mayores de 65 años está un poco quieto en el Parlamento. ¿Cómo lo analizás?

Poco no, está quieto; tal cual está, no cuenta con mayorías. Tiene demasiado nombre y apellido, y eso también lo complica para su consideración. Si tuviera alguna formulación diferente, por ejemplo, que el cese de la prisión fuera más gradual y relativo, y en algunos casos tuviera la participación última del juez, sería más fácil. Con todo, es un debate que no está mal que lo demos, más allá del proyecto, porque conocimos a los peores violadores de derechos humanos, que en el gobierno anterior los mandaron para la casa. Gilberto Vázquez saludaba desde su balcón y [José Nino] Gavazzo paseaba a su perro en Carrasco, no estaban presos ni tampoco estaban muy jodidos de salud, porque salían a la calle. ¿Y con qué ley los pudieron mandar para la casa a esos torturadores y asesinos reconocidos? El problema no son esos sino que hay otros, de muy dudosa responsabilidad o culpabilidad, que están presos y no los mandan para la casa, a pesar de tener problemas de salud, con mayor edad de los que mencioné.

El caso del exjefe de custodia del presidente Alejandro Astesiano no para de sumar capítulos. ¿Te sigue sorprendiendo?

Sí, claro. Creo que todos fuimos sorprendidos en nuestra ingenuidad institucional y pública, que Uruguay tiene y mucha. ¿Me podría sorprender que un día entrara al Palacio Legislativo un tipo a poner una bomba o a matar personas como en las escuelas de Estados Unidos? Acá mismo, donde estás vos, se han sentado al lado mío personas que entraron armadas al Palacio Legislativo, porque usan armas, y nadie se las pidió; sonó el pito del coso y nadie les pidió nada. Así somos, y no pasa nada hasta que pasa. Cuando ponemos restricciones para que se evite que puedan pasar esas cosas, la gente se queja y los parlamentarios también, porque decimos “no nos alejen de la gente, che, pará un poquito, que esto es Uruguay”. Lo cierto es que hoy te ponés un saco y una corbata, venís al Palacio, decís “buenas tardes” y pasás. Entonces, en esa ingenuidad nacional que tenemos, porque hay cosas que en este país no pasan, empezamos a descubrir que algunas pasan.

Pero una cosa es que una persona cualquiera pueda entrar al Palacio Legislativo y otra es que quien trabaja para el presidente cometa delitos.

Sí, por eso digo que hemos sido traicionados y se aprovechó de esa confianza. Al país entero le queda claro que el presidente no participaba en esa organización, no tenía nada que ver y no la conocía. Confió en una persona a la que conocía desde hace mucho tiempo, cuando le advirtieron que tenía antecedentes, los pidió, y no tenía antecedentes, que hoy tiene, por lo tanto, alguien mete el dedo e induce a conclusiones equivocadas, nada menos que al presidente de la República. De todos modos, la autocrítica procede siempre, porque la humildad tiene que ser una virtud en el gobernante: no nos pueden armar una organización criminal en la mitad de la Torre Ejecutiva, eso no puede pasar, pero pasó. Entonces, ahora hay que investigar hasta el hueso, sea quien sea el responsable, porque traicionaron la confianza del presidente de la República y porque hay que saber cómo operaron para que no vuelva a pasar. Además, a mí me gustaría saber para quién se hacía esto, porque seguramente los pasaportes no los compraban personas que lo habían perdido en el avión… Son personas impedidas de sacar el pasaporte, porque querían modificar su verdadera identidad, porque su función era la de ocultarla o porque estaban requeridos por la Justicia. Y la coincidencia de que sean todos –por lo menos, lo conocido hasta ahora– de nacionalidad rusa es más preocupante.

¿Pensás que el hackeo en la Dirección Nacional de Identificación Civil, a principios de 2021, pudo haber tenido algo que ver con este caso?

Capaz, ahora hay que investigarlo. Porque si no fue para esto o para una cosa parecida a esta, ¿para qué hackearon Identificación Civil? No fue para saber cuándo son los cumpleaños de las personas...