“Creo que tiene que haber lío, mucho lío. Pero lío del lindo, del que permite hacer cosas”, dijo sobre el futuro del Frente Amplio (FA) la politóloga Patricia González, integrante del sector frenteamplista El Abrazo –ahora en alianza con Par– y exdirectora de la Asesoría para la Igualdad de Género de la Intendencia de Montevideo. “Replanteo y reformulación interna, en su función programática, en el alivianamiento de sus tensiones, en la emergencia de otras tensiones”, continuó.

Recientemente, González fue convocada por el presidente del FA, Fernando Pereira, y designada por la Mesa Política para presidir una de las nuevas comisiones que se crearon a la interna del partido: de Género y Feminismos. Lo estratégico ahora, sostuvo, es “pensar cómo esa Comisión tiene a la vez dentro muchas comisiones y espacios de construcción conjunta que tienen marcos para encontrarse”. Con los ojos puestos en construir un FA “más amable para los feminismos”, González conversó con la diaria sobre las tensiones entre ambos actores, los espacios que hay para trazar caminos feministas dentro de la fuerza política y los posibles escenarios que se acercan.

¿Por qué y cómo surgió el espacio de Género y Feminismos?

Formalmente es una propuesta de Fernando [Pereira] y también mi integración al equipo, pero creo que había muchas compañeras, por las conversaciones, que creían que ese espacio tenía que existir: un espacio orgánico de articulación y coordinación de los temas de género en la fuerza política. Había más de un espacio de construcción de género: está la Unidad Temática de las Ciudadanas hace muchísimos años, la Comité Feminista, comisiones de género en comités de base, en coordinadoras, en departamentales y las áreas de género de los sectores. Cuando hacés la suma total, hay una estructura bastante potente, que no tiene un espacio de articulación. Entonces creo que un poco la intención tiene que ver con eso. Al estilo de los feminismos, no quiere decir “bajar una línea”, sino articularse, encontrarse y construir un poco ese tejido de red.

¿Cuál va a ser tu rol exactamente? ¿Hay más personas dentro de la comisión?

De momento no hay más personas. Estamos construyendo el combo. Yo tiendo a pensar que no sirve y no es útil una comisión unipersonal, porque creo que en realidad el rol o lo que tenemos que intentar construir entre todas son los espacios y las formas de la articulación, y hay que superar algunas resistencias. Constituir una forma de hacer nos va a llevar un año. Ya empezamos a coordinar y articular, pero encontrar una forma de síntesis con la que estemos todas de acuerdo, porque también los feminismos no tienden a regirse por presidencia, queda raro, a mí me queda raro, no existe eso en el feminismo. Lo estratégico es pensar cómo esa Comisión tiene a la vez dentro muchas comisiones y muchos espacios de construcción conjunta, que tienen marcos para encontrarse. Creo que hay tareas concretas en el ahora y después hay que construir y consolidar confianzas y espacios para armar una construcción colectiva, pero eso va a llevar tiempo y creo que no necesariamente hay que tener apuro en consolidar una estructura. Sí tenemos que estar de acuerdo y tenemos que haber construido las discusiones que tenemos que dar. Porque la construcción de género y feminista en el FA es vieja, no empieza ahora. Hay que pararse arriba de esos aprendizajes y para eso se necesita el tiempo para escucharse, para construir, para discutir.

Mencionaste que hay cosas para hacer ahora y otras más a largo plazo. ¿Cuáles son esos proyectos?

Una de las cosas que tiene que pasar medianamente rápido es el debate sobre los espacios de cuidados. Es algo que la fuerza política lo discutió muchas veces y por distintos motivos no se ha logrado ejecutar. Estamos trabajando en el diseño de un espacio de cuidados en La Huella [de Seregni], con compañeras con experiencia y larga trayectoria en el tema, y también vienen construyendo un relato político más largo: cómo incorporamos las niñeces en el espacio militante. No es solamente tener un espacio de cuidado, sino que es pensar en cómo nos planteamos que las niñeces son bienvenidas a los espacios políticos y tienen un lugar propio, que está bueno y divertido. No ir a estar sentado en un banco con un celular, que es lo que nos pasa en este momento a quienes somos madres y padres.

Lo otro importante tiene que ver con la violencia política, que es un problema caro para la izquierda. Puedo entender que cualquier estructura partidaria organizativa clásica tenga el mismo problema, pero asumo que para la izquierda tiene que ser un desvelo. Tenemos un protocolo que trabajaron muchas compañeras durante mucho tiempo y con mucha discusión. Eso activó a que llegaran bastantes casos al Tribunal de Conducta Política, pero hay algo muy potente que es la transformación de la cultura política, de cómo hacemos política, de lo que está permitido y lo que no está permitido en el marco de lo que entendemos que es la violencia política. Hay cosas más explícitas, pero sobre todo la expulsión de las mujeres tiene que ver con prácticas sutiles, y esas sutilezas son difíciles de explicar. Ahí tenemos un desafío próximo que es construir un marco transformador de la cultura política, mucho más que un marco punitivo, que no quiere decir que no tenga que existir una garantía punitiva en muchos casos, porque si la garantía punitiva existe permite habilitar la denuncia.

En entrevista con Caras y Caretas hablaste de “tensión creativa”, en relación a la izquierda y los feminismos. ¿Qué implica ese término?

En la tensión se crea lo nuevo, en la tensión se crea lo distinto, no se crea en el acuerdo y en un mundo donde todos tenemos la misma postura. No hay política sin tensión. La política no se trata de que uno tiene un problema, lo resuelve y sigue, hay tensiones que son permanentes, sobre posiciones distintas. Creo que hay que poder intermediar entre el debate político, las discusiones, las tensiones y la violencia. Hay que marcar una línea y esa línea no está escrita en piedra. Es una construcción que tenemos que hacer las compañeras entre nosotras, en un espacio de revisión, pero que también sobre todo es con los compañeros. Y creo que otro desafío es reconocernos compañeras entre todas, con nuestras diversidades y nuestras diferencias. Si somos capaces de integrarnos y escucharnos, creo que vamos a empezar un camino que va a ser interesante, y en eso creo que los feminismos tienen un aprendizaje importante, que en las organizaciones mixtas es bastante más difícil.

Hay algo en construir un Frente Amplio más amable para los feminismos. Hay muchas generaciones de mujeres que tuvieron en tensión su ser feministas y su ser de izquierda, porque era demasiado costoso. Muchas dieron batalla a eso desde dentro de la izquierda, otras la dieron desde dentro del feminismo. Y muchas de nosotras decidimos no irnos y también dar una batalla interna de que el feminismo es parte de una de las revoluciones de la izquierda, y por tanto no lo queremos construir sólo desde fuera, queremos construir también adentro. Eso sí es algo más propio de esta ola.

En esa tensión, ¿qué espacio hay actualmente dentro del FA para la agenda feminista?

Creo que esa es la construcción: la construcción es sobre la tensión. Desde que creció la ola hasta la movilización en la calle, la mayor parte de las gurisas jóvenes se dicen feministas y son las hijas de los compañeros, entonces la tensión del feminismo es imparable –y lo escuché de muchos compañeros en muchos espacios–: es en mi casa, en mi trabajo, en mi espacio de militancia. Te incomoda y parte de la pedagogía es habitar la incomodidad como un espacio de creación y de transformación.

A mí también me incomoda el feminismo porque a veces parece que el feminismo les incomoda sólo a los varones. Es incómodo porque hay una moral feminista donde vos a partir de que te volviste feminista empezás a hacer todo esto, y todo esto otro no lo haces más, y eso no es así, vos hacés un proceso de transformación propia, donde haces lo que podés, hacés lo que te sale, te librás de unas cosas, te oprimís con otras, y te vas dando cuenta de que te oprimiste y tratás de salir de tus propias opresiones. Pero es una incomodidad que te permite matizar, moverte, construir con la otra. No creo que tenga que ser asfixiante, en relación a los planteos más separatistas, que los respeto, y que asumo también mis propios lugares para construir sólo con mujeres, pero que en la construcción entre mujeres y varones hay tensiones incómodas, no sólo para los varones, sino también para nosotras. Y también de nuestros preconceptos clásicos de cómo tiene que ser una mujer.

Si vos me preguntás si la puerta está abierta para que el Frente Amplio se tensione con eso, yo creo que sí y creo que está abierta porque hay muchos años de historia, porque estamos en una ola, porque hay voluntades políticas, pero sobre todo porque el FA está lleno de mujeres y está lleno de feministas. Y ya no hay vuelta atrás, ya no se puede prescindir de eso. Entonces ponemos en evidencia que estamos incómodas e incómodos y encontramos una manera, que creo que todavía no la encontramos y no sé si la vamos a encontrar en algún momento. Pero empezamos a transitar un proceso donde la fuerza política asume eso como una de sus principales acciones. Ya se declaró antipatriarcal, hay un proceso de construcción con mujeres, declaró la paridad, ahora se propone que su estructura se incomode ante eso.

Nombraste los planteamientos separatistas. Días atrás, la politóloga Verónica Pérez dijo a la diaria que las tensiones “se hacen más patentes” por la diversidad y corrientes de movimientos, que se desataron cuando explotaron las movilizaciones del 8M. ¿En qué medida influyen las distintas miradas de los feminismos?

Qué interesante eso. El feminismo tiene muchas historias y a lo largo de las olas sobre todo ha habido tensiones, tácticas estratégicas, pero también de definición política. No creo que este momento sea distinto a ninguna de las otras olas, ni un momento histórico distinto, creo que las tensiones se evidencian en otros lugares: la tensión entre el separatismo y el institucionalismo es el feminismo de la igualdad y el de la diferencia de los 70. No le tengo miedo, creo que todas tenemos un sentido y no creo en la síntesis y en la secretaría general del feminismo mundial. Yo no me dedico a combatir a mis compañeras, y las feministas son mis compañeras. Creo que el Estado es responsable, creo que todas creemos eso, pero yo me siento responsable de cambiarlo. Hay otras compañeras que no lo sienten así. Creo que los varones son responsables de las cosas que nos pasan a las mujeres, y me siento responsable de tener que construir una sociedad distinta. Hay compañeras que no se sienten responsables de eso.

No creo que tenga que haber una sola voz, creo que hay que construir mucho más pedagogía feminista, para que de la misma manera que hay gente que interpreta que adentro del FA hay muchas corrientes de opinión, ideológicas y de pensamiento, con su historia propia, también pueda interpretar el feminismo en el mismo lugar. No me imagino para qué, si no es un pedido de los varones, el de hacer síntesis. ¿Por qué nosotras necesitaríamos hacer una síntesis si sabemos que la lucha que tenemos es una lucha común y que cuando nos tenemos que encontrar y hacer cosas juntas podemos hacerlo?

En el conversatorio “¿Quién dijo que todo está perdido?”, Pereira afirmó que el FA dejó pasar a los jóvenes que militaron el No a la reforma y el No a la baja porque “cuando se provoca un movimiento todos nos ponemos nerviosos”. ¿Cómo se hace para que los movimientos se asienten?

Yo no sé si se tienen que asentar los movimientos. Creo que hay algo valioso en respetar el movimiento como movimiento. Sí creo que hay y hubo generaciones de militantes jóvenes, con capacidad de organización, de liderazgo, con intento de síntesis, con posturas políticas confluyentes con las posturas de la izquierda y con lecturas políticas que la izquierda necesitaba, pero que no tuvieron lugar en la construcción política del Frente Amplio. Porque ser dirigente en el FA lleva 30, 40 años. El Frente Amplio no tuvo una estrategia de incorporación y renovación generacional.

Lo que sí creo que se pone en discusión y en tensión es el derecho de piso. ¿Hay que pagar dentro del Frente Amplio derecho de piso? Yo creo que hoy sí. ¿Me gustaría que no? Por supuesto. ¿Hay que construir eso? Por supuesto, pero es difícil. Sobre todo legitimar a los dirigentes y dirigentas del movimiento social, que no son el movimiento sindical, a ser dirigentes de la fuerza política. Ahí hay una estrategia política que el Frente Amplio necesita construir, de cara a pensar que la fuerza política no se muere con las personas, porque es una fuerza política de ideas y las ideas están vigentes.

En la misma charla especificó que, igualmente, quiere a los jóvenes “dentro” del FA, y que los quiere “siendo disruptivos, molestos, igual que los feminismos” porque si no, en vez de progresismo habrá “un tercer partido tradicional”. Tal y como está actualmente la fuerza política, ¿considerás que es un partido tradicional?

No. Pero comparto la preocupación. Creo que es una provocación de riesgo de la lectura de la época. Cualquier persona de nuestra generación puede interpretar que los feminismos vinieron para quedarse, y que son una dimensión en sí misma. Que la diversidad, la noción colonial y racial vinieron para quedarse en una generación militante y es una dimensión distinta. Y que entonces esa combinación con la clase es una combinación preciosa, porque si en nuestro país las personas más pobres son las mujeres jóvenes afrodescendientes, no estamos tan lejos de cuando decimos que hay una interrelación entre los distintos sistemas de opresión, que te paran en un lugar o en otro. Quienes militamos en la izquierda no vamos a dejar de tener la noción de clase, porque somos de izquierda y por eso militamos en el partido. Pero sí nos sentimos en la obligación de decir: “No es sólo eso”. No son problemas nuevos, pero sí tenemos otras respuestas.

El planteo de lo “tradicional” tiene que ver con que todo lo nuevo puede ser un riesgo. Y cuando todo lo nuevo puede ser un riesgo y cuando todo tiempo pasado fue mejor, uno es conservador. Pero por eso militamos juntos y por eso incorporamos gente que tiene planteos totalmente distintos al nuestro, para tensionar creativamente y para lograr incorporar esos puntos de vista nuevos.

¿Qué diferencia al FA, entonces, para no ser un partido tradicional?

La empatía, y eso está recontra vivo, vigente. Yo milito porque no me da lo mismo, porque me duele. La desigualdad te duele en el cuerpo. Esa necesidad de que las cosas sean distintas, justas, de que haya más oportunidades, de que tiene que haber distribución. Esa noción de enojarte con el sistema en la forma que es, con lo que le tocó a algunas y a vos también. El FA no es un partido conservador por su base militante, por su base viva transformadora. Creo que lo más peligroso es su estructura, su forma de funcionamiento y sus prácticas políticas que hacen, a veces, que las cosas más importantes no sean las que discutimos en los plenarios. Hay una responsabilidad política de las izquierdas del mundo de poder imaginar por dónde viene la transformación. Porque nosotras queremos un mundo, pero estamos lejos de ese mundo, entonces hay que poder habitarlo e ir cambiándolo. Pero también hay que ser feliz un rato. La felicidad de las personas es mucho más intangible que el Estado de derecho. Si la izquierda sólo disputa esta noción y la de política pública, tiene una visión muy parcial de la disputa cultural hegemónica que nosotros tenemos que tener. Es importante hacerse la pregunta ¿qué es vivir bien?, ¿qué es vivir mejor? Esa es la disputa de la izquierda. Poder sintetizar una idea y construirla.

La asunción de Gabriel Boric como presidente de Chile trajo consigo un gabinete compuesto mayoritariamente por jóvenes y mujeres feministas. ¿Creés que en Uruguay podría ser posible algo similar a corto plazo?

Es particular el caso chileno, porque hubo un estallido. Que también pasó en Colombia, y no pasó lo mismo que en Chile. Hay condiciones materiales que pasan en los estallidos que en nuestro Uruguay amortiguador de [Carlos] Real de Azúa son un poco más difíciles: el impulso y su freno, la construcción más paulatina, las negociaciones más pactadas de los procesos de construcción conjunta. Creo que tenemos escenarios distintos, lo que sí creo, en el escenario latinoamericano, es que Chile puso arriba de la mesa una posibilidad que en la historia de estas últimas izquierdas no lo estaba. También pone arriba de la mesa que hay una agenda popular que puede ser feminista. Creo que el Frente Amplio no sólo tiene, en muchas de esas cosas, las condiciones, sino la obligación moral y política de pensarlas y ponerlas arriba de la mesa. Creo que tenemos síntesis distintas, y yo, como hija de esta cultura política, seguiré creyendo en la unidad de la izquierda. Y sin unidad, la izquierda le permite el triunfo indiscutido a la derecha.

¿Qué lectura hacés de que el PIT-CNT decrete un paro general para el 8 de marzo y que se marche también por el Sí a la derogación de la ley de urgente consideración?

El Paro Internacional de Mujeres es parte de una plataforma del internacionalismo feminista y pone arriba de la mesa una cosa distinta al paro sólo de trabajadores y trabajadoras, que es un paro que también es doméstico. Viene del relato de “Si paramos las mujeres, paramos el mundo”, que tiene como objetivo el darnos cuenta de todo lo que hacemos las mujeres, que no es sólo nuestro trabajo formal, sino todo el resto de las cosas que hacemos en la casa y que sostenemos día a día para que el mundo sea mundo. Y hay una consigna política ahí: los movimientos feministas a lo largo del mundo, y sobre todo en América Latina, en los últimos años han adquirido como propios. El feminismo reclama para sí ese paro. ¿Pueden las mujeres trabajadoras parar, sobre todo las que están más precarizadas, sin un paro del PIT-CNT, sin las garantías del movimiento sindical? En algunos casos sí y en otros no. El paro general es un marco de protección para la mayor parte de las mujeres, hasta ahí venimos en consenso.

Pero yo el 1º de mayo no le digo al movimiento sindical qué hacer. Sin embargo, hubo muchos 1º de mayo en los que la Intersocial Feminista se subió al escenario del movimiento sindical. Venía habiendo un proceso de señales hacia el movimiento feminista que esto lo complica y aleja un poco, y creo que eso es preocupante para las organizaciones clásicas, como el PIT-CNT y el Frente Amplio. Lo que no creo es que las compañeras del movimiento sindical sean aliadas del patriarcado. Creo que desde su forma de construir esos sindicatos de base, desde los aportes impensados que hacen desde todos los lugares, hicieron la lectura distinta. Y que como integrantes del movimiento, tanto de mujeres feministas y no feministas o de feminismos, tenemos que poder escuchar y construir a partir de ahí. No creo que esto se resuelva imponiendo, acusando, sino entendiendo y empatizando. Para que el movimiento feminista esperara que esto pudiera pasar, habla de que el movimiento sindical venía en una transformación. Porque hace años no esperábamos nada del movimiento sindical. Pero sí creo que hay un desafío de todas las partes de poder interpretar mejor el problema, y hay algo que todo el sistema político y social debería poder hacer, que es reconocer que el 8 de marzo lo articulan y lo definen los movimientos feministas.

Tanto Pereira como Verónica Piñeiro, vicepresidenta del FA, han manifestado que la campaña por el Sí es lo primordial hasta el día del referéndum. ¿Qué viene después?

Acuerdo que de acá al 27 no hay otra cosa que hacer que eso. Es demasiado importante para el país, no para la izquierda, para la gente. Creo que después de eso va a haber escenarios distintos según lo que pase con el referéndum. Aun así, empieza una proyección de la discusión más para adentro. No puertas adentro, sino puertas afuera. Esto de que el FA tiene que ser, hacer, discutir, disputar, sintetizar, todo se hará después del 27. 2022 y 2023 son años demasiado importantes para el FA: en su replanteo y reformulación interna, en su función programática, en el alivianamiento de sus tensiones y en la emergencia de otras tensiones. Creo que tiene que haber lío, mucho lío, pero lío del lindo, del que permite hacer cosas.