Lucía Topolansky es “hija de un momento histórico del país”. Así se definió hablando sobre el 27 de junio de 1973, el día en que el presidente Juan María Bordaberry disolvió las cámaras y comenzó el período dictatorial en el país. Ese día Topolansky tenía 29 años, había estado en la clandestinidad por su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros), pero a esa altura ya estaba dentro del contingente femenino de la cárcel de Punta de Rieles.

Dice que le faltan vivencias para analizar esos primeros días de la dictadura, que duraría 12 años en Uruguay, porque las que tiene vienen del encierro y la tortura. Sin embargo son muchos los recuerdos que la invaden sobre esos tiempos en la cárcel, su contacto con el MLN y el mundo exterior, el análisis político que hacía desde la reclusión y las posibilidades que había de cambiar lo que se estaba viviendo. De todo eso conversó con la diaria.

¿Se acuerda dónde estaba el 27 de junio de 1973?

Nosotras, por las visitas que veníamos teniendo, veníamos midiendo el clima de lo que se estaba viviendo en Uruguay. Nos habíamos enterado de los comunicados 4 y 7, es más, los militares que estaban en la cárcel habían distribuido unos diarios que tenían impresos esos comunicados. Ellos tenían interés en que los conociéramos. Eran todas informaciones fragmentadas lo que se puede tener a través de una visita vigilada. Los milicos escuchaban radio de noche y nosotros siempre estábamos atentos porque a veces ponían el noticiero y pescábamos alguna noticia. El aislamiento había que romperlo como fuera.

Esa madrugada, en las casetas de las torres de custodia, nos llamó la atención que había marchitas militares en la música, entonces como el golpe de Estado era algo que todo el movimiento popular y la izquierda uruguaya sabía, era una cosa anunciada, porque fue un proceso, no fue que en Uruguay hubiera una primavera radiante y un día cayó un rayo.

No sabíamos exactamente qué había pasado esa madrugada. Después de que nos levantamos, nos reunieron y nos leyeron un boletín firmado por [Néstor] Bolentini, que asumió como ministro del Interior, en donde se hablaba del desafuero de Enrique Erro como causa de disolución de las cámaras. El Senado no había votado ese desafuero y entonces se ponía eso como causa de disolución de las cámaras, pero no se nombraba la palabra golpe de Estado ni dictadura ni nada, pero a buen entendedor, pocas palabras; enseguida supimos que había habido un golpe.

¿Eso fue a la mañana siguiente?

A la mañana siguiente y ahí mismo anunciaron que estaban suspendidas las visitas, es decir, supimos que estábamos en aislamiento. En realidad, desde el punto de vista de la represión no fue uno de los momentos álgidos, porque nosotras no importábamos, ya estábamos presas. El problema lo tenían los militares en las calles, no ahí adentro, entonces suspendieron las visitas porque era el contacto con el exterior, y ese segundo día suspendieron los recreos y la salida de trabajar.

Se hacían una idea de lo que pasaba afuera.

Empezaba otro tiempo. Eso lo teníamos claro y sabíamos que la primera información fuerte la íbamos a tener con la visita de niños. ¿Qué pasaba? Había niños muy chiquitos, pero había niños un poco más grandes y eran una maravilla. Ellos nos transmitían algunas cosas que nos daban pautas y después deducíamos.

¿Pensó que se podía parar el golpe de Estado de alguna forma en esos días?

No, yo pienso que no se podía parar, porque el golpe de Estado fue un proceso. Muere [Óscar] Gestido muy tempranamente y cuando empieza el gobierno de Pacheco enseguida se nota un cambio muy grande, es el gobernador con medidas prontas de seguridad. Hay gente que dice que no pasaba nada, pero pasaron muchísimas cosas, había un pueblo organizado, una central única que había surgido después del Congreso del Pueblo.

Yo, siendo estudiante, pude participar ahí. El programa que sacó el Congreso del Pueblo, que decía que había otro Uruguay que se podía construir, parió la unidad del movimiento sindical, había más de una central antes, y finalmente la expresión política que fue el Frente Amplio en el 71. Todo eso había generado una realidad nueva del país.

No fue una sorpresa, no cayó del cielo. ¿Por qué la central obrera pone en su plataforma “frente al golpe de Estado huelga general”? ¿Porque eran paranoicos? ¡No! Porque había un análisis político que decía acá puede pasar esto.

En el caso del Parlamento, ¿piensa que tenía algún otro margen o camino para elegir?

No tenían otra cosa que hacer. Podían haberse quedado y esperado que los llevaran a todos presos, pero ¿cuál era la diferencia? En realidad ahí había alguna gente que tuvo que borrarse porque sabía que estaba en la lista negra, en la mira de ellos, y después la vida lo demostró. Y otra gente que después fue útil en la resistencia, otra que se borró para su casa y hubo alguna que colaboró con la dictadura. Fue todo muy penoso, porque esa clasificación de la población en categorías A, B y C fue algo durísimo y se instauró ese silencio de plomo.

¿Qué significó el golpe para las alternativas que manejaba el MLN en ese momento?

El MLN estaba derrotado prácticamente. Había algunos compañeros afuera y en el exilio. El MLN manejó la hipótesis de golpe de Estado y en realidad se planteó siempre esa hipótesis: la posibilidad de apoyar una huelga insurreccional. Esa era la hipótesis central, pero a la hora señalada estábamos fuera de todo eso.

Y si el MLN no hubiera estado destartalado en ese momento, ¿qué piensa que tendría que haber hecho?

Apoyar la huelga general, porque fue con las manos, con el cuerpo, con nada. Yo no lo viví porque estaba adentro, pero por lo que me contaron y las imágenes que vi de las movilizaciones de las fábricas, de todo lo que pasó, la gente estaba regalada y se jugó igual la ropa, porque estaba convencida de que no había otra respuesta, es decir, se hizo todo lo que se pudo, y desde el movimiento popular hubo mucha gente que ayudó en las ocupaciones. Hubo muchas cosas, de esas silenciosas, de solidaridad que se dio.

¿Volvería a optar por la lucha armada?

No especulo con eso porque la historia es imposible. Uno es uno y sus circunstancias, producto de su época. Yo creo que hice lo que estaba en mi época, me consustancié con mi época. Si hubiera nacido 20 años antes o 20 años después, hubiera sido otra mi circunstancia, pero mi circunstancia fue esa.

El rol de las mujeres contra la dictadura no ha tenido la misma visibilidad que el de los varones. ¿Por qué cree que sucedió esto?

Creo que es parte de la lucha de la mujer darle visibilidad también en el relato histórico a la participación importante que en todo momento histórico tuvo la mujer y que después muchas veces los historiadores y quienes escriben los relatos no levantan y queda perdido. Creo que es una tarea que está en el debe, que la debemos hacer y que nace desde los principios de la historia del Uruguay.

Lo que sucedió con las mujeres presas es que se hicieron algunos libros, pocos, pero no han tenido toda la visibilidad, es una tarea pendiente. Se precisaría a alguien que le metiera mucho rigor, es un debe que lo tenemos ahí, todavía hay muchos testigos que estamos vivos, pero eso no es infinito. Pasaba de todo. Nosotras hacíamos teatro en Punta de Rieles. ¿Éramos mujeres de teatro? No, pero entendíamos que había que buscar expresiones culturales. Estaba prohibido hacerlo, había que hacerlo con ciertas normas de clandestinidad. Había compañeras que nunca habían ido al teatro, entonces era mucha más responsabilidad que ponerle contenido al tiempo que pasábamos ahí.

¿Qué piensa de la discusión instalada por el Partido Colorado de que el golpe comenzó el 9 de febrero de 1973 cuando las Fuerzas Armadas desconocieron la autoridad del ministro de Defensa? ¿Está de acuerdo con esa lectura?

A mí me faltan vivencias de ese momento. Tengo relatos históricos. Nosotros conocíamos esos comunicados, sabíamos que los militares se habían juntado para hacerlos. Supimos de un acto muy importante que hizo en marzo el FA, donde el único orador fue [Liber] Seregni, donde hubo el último detalle de pensar la última consigna, pero no vivimos nada de eso. Entonces me cuesta, yo estoy esperando un estudio serio que hicieron historiadores para no tener que informarme tan fragmentariamente. Cada vez estoy más lejos de las discusiones binarias. No hay nada más lleno de matices que la realidad.

¿Qué opina de rol de Cabildo Abierto vinculado a la memoria y los derechos humanos? Recientemente dijeron que no asistirán al acto de reparación por el caso de las muchachas de abril.

Ellos están cumpliendo un rol en relación a un público que tienen. Ya lo sabíamos. A mí, en cuanto a ese hecho, lo que me parece más grave es la actitud del presidente, porque es también presidente mío, tuyo y de todos. Esto ya sucedió en Uruguay, cuando hubo una sentencia con relación al caso Gelman, durante la presidencia de [José] Pepe [Mujica]. Pepe fue a la Asamblea General y leyó la posición del Estado en relación a eso y pidió una disculpa del Estado pública, la leyó frente al organismo más representativo que es la Asamblea General, abierto al público, y cumplió el mandato. Entonces a mí lo que más me duele es la no presencia del presidente; los demás, cada uno que se haga cargo de su conducta.

¿Por qué piensa que todavía no se llegó a cumplir la consigna “verdad, memoria y justicia”?

Hay mucha gente que decidió callarse la boca e irse a la tumba con lo que sabía y nosotros no vamos a aplicar los mismos métodos que aplicaron ellos. La democracia no los puede aplicar, entonces desgraciadamente va a haber lagunas. De todos modos, el Poder Judicial ha tenido gente que ha luchado mucho, y el movimiento popular ha tenido gente que ha luchado mucho. Los 20 de Mayo son una memoria viva y abierta, y cada vez convocan a más gente en Uruguay.

Nosotros seguiremos, porque, más tarde o más temprano, en la lucha siempre algún pedacito se va colando y se va abriendo paso a la verdad. Si se da total, no lo sé, no puedo ni afirmar ni desmentir. Creo que la consigna es válida, porque es el objetivo que nos planteamos, y ese objetivo, como no termina en una generación, porque sigue, porque mientras haya una duda va a seguir, lo importante es que todas las generaciones la vayan haciendo suya. El árbol de la memoria tiene que tener las raíces firmes para no secarse, entonces creo que esa es la razón más importante. La memoria tiene muchos más vericuetos, muchas más cosas. Son más complejas las cosas, ahora sería bueno llegar a un momento en el país en que no tuviéramos que discutir en blanco y negro.