Luego de la elección del 28 de setiembre, en la que obtuvo el 54% de los votos, Pablo Oribe se convirtió en el nuevo secretario general del Partido Socialista (PS). Después de dos períodos de Gonzalo Civila al frente del PS, el docente de Historia asegura ser una línea de “continuidad”. En diálogo con la diaria, remarcó la necesidad de llevar una conducción desde el “equilibrio”, buscando “hacer síntesis” entre las diferentes miradas internas, pero sin dudar en “tomar decisiones” para posicionar al partido.

Oribe adelantó que su gestión viene de la mano de “muchas propuestas” y “proyectos comunitarios”. La base de lo que se impulse, según aseguró, estará cimentada en “la construcción del poder popular”. Anunció que buscará un PS “abierto” a la sociedad y anunció que desde la fundación El Puente se abrirá “prontamente” un “bar cultural”.

En lo personal se define como “un docente de Historia del interior”, que nació y se crio en La Paloma, Rocha. Luego de terminar sus estudios secundarios se trasladó a Montevideo, para estudiar en el IPA. Ya en la capital, y a pesar de siempre haber tenido una “sensibilidad” frenteamplista, recién en 2006 se afilió al PS para luego hacer lo mismo con el Frente Amplio (FA).

Ya como profesor de Historia y con varios años de militancia, en 2010 se mudó a Argentina. A pesar de estar siempre “yendo y viniendo”, regresó de forma definitiva al país en 2019. Desde la vecina orilla asegura que siempre hizo “política para Uruguay”. Ese proceso le “abrió la cabeza” y hoy remarca que “Uruguay no puede pensarse sin su diáspora”. En esa línea, considera “sumamente trascendente” lograr que los uruguayos en el exterior puedan participar con su voto en la vida política del país.

La conducción de Civila y el resultado electoral

Asumís el cargo después de un secretario general que estuvo dos períodos, ¿qué significó el trabajo de Gonzalo Civila y que representa en esta nueva etapa?

Gonzalo es el líder político del partido. Lo reconozco como un liderazgo muy importante, con capacidad de leer políticamente y anticipar debates. Creo que desde el Ministerio [de Desarrollo Social] está aportando al gobierno una mirada socialista en la construcción de las políticas públicas, con mucha participación social, mucha escucha y mucha integralidad. Gonzalo es un líder de la izquierda uruguaya, es un líder del FA, y por suerte también vamos a contar con él en la construcción y el desarrollo del partido.

Más allá de que tengan una línea común, son personas diferentes. En comparación con los períodos de Civila, ¿vas a marcar un perfil distinto?

Sí. Quizás no solamente por mi perfil, sino porque ya tenemos seis años de una línea que se ha afianzado. Han sido seis años de tomar decisiones, no de hacer la plancha, sino de jugársela. Al haber logrado revalidar la línea, ahora podemos tratar de hacer una traducción, hacerla más popular. El desafío que tenemos para adelante es poder acumular a partir de estas fortalezas, estas ideas claras que el partido tiene.

En tu vuelta al país te encontraste con un PS al que le tocaba trabajar desde la oposición, ¿qué significó ese rol?

Con el cambio de línea pudimos caracterizar rápidamente al gobierno de [Luis] Lacalle Pou, entendimos que era un gobierno que iba a satisfacer los intereses de las minorías, que iba a ejercer la autoridad sin contemplaciones. Fue lo que ocurrió, dejó un Uruguay más desigual y por ende más injusto. Nosotros nos opusimos desde el día uno. Primero, enfrentando la LUC [ley de urgente consideración], cuando en el FA y en el campo popular había dudas. Después también liderando desde el Partido Socialista las primeras interpelaciones, la de Gonzalo y la de Daniel Olesker.

¿Considerás que ese rol de oposición fortaleció al PS?

Creo que eso fue importante. Perdimos el referéndum, pero igual se acumuló muchísimo. Porque a veces en política los gestos son importantes, las batallas están para darlas, no necesariamente para ganarlas; perdiendo también se acumula políticamente. Nosotros creemos que el campo popular uruguayo salió muy fortalecido de la juntada de firmas.

¿Y en el caso del plebiscito por la seguridad social?

Nosotros creemos que la papeleta era justa, que impulsaba una mejora para la población más postergada de este país y que es una discusión que es necesaria seguir dándola y ahora en el diálogo social se va a retomar. No creo que nos haya jugado en contra, creo que para adelante nos da mucha fuerza y también que hace que las y los uruguayos sepan dónde está ubicado el Partido Socialista.

Esa acumulación y el fortalecimiento del vínculo con el campo social no se vio traducido en los resultados electorales de 2024, ¿cómo se explica ese fenómeno?

Sí, no hay un correlato en el caudal electoral del partido. Pero si se mira la actualidad de los partidos de ideas, y los partidos socialistas en el mundo, la crisis se ha generalizado. Hay algo estructural de la composición de la fuerza de trabajo, de la sociedad posfordista, de la fragmentación que existe, del individualismo que tenemos. El partido no es una isla, es parte de una sociedad que cada vez es más individualista y que cada vez tiene más dificultades para pensarse en conjunto y pensarse en términos de clase.

Más allá de lo general, ¿hubo aspectos coyunturales y locales que pesaron?

En la elección de octubre hubo muchos factores que jugaron: una proliferación de sectores muy importantes, la épica de [José] Pepe [Mujica] y el fenómeno Blanca [Rodríguez], que también se explica por la épica de Pepe. Quizás no trajo tanto voto de afuera, pero todo eso sí hizo una recomposición de votos en la interna que afectó al Partido Socialista, y que afectó a todos los sectores, porque también perdieron votos la [lista] 1001 y la [lista] 95.

La situación interna del PS

En la campaña interna del PS aparecieron voces muy críticas, incluso cuando previamente se decidió en el congreso no hacer campaña pública para que no se generen rispideces. Hoy ¿hay diferencias en la orgánica?

El Partido Socialista es profundamente democrático. En los temas de humanidad, por lo general, no tiene diferencias. No hay ningún socialista que no diga que lo que pasa en Gaza es un genocidio. Después podemos tener matices en algún tema vinculado a la política económica o las discusiones sobre política tributaria. A veces también en cuestiones internacionales o en cómo construimos. Pero tenemos un clima interno de fraternidad que vamos a tratar de potenciar, aunque tampoco es una isla, los problemas que tiene la sociedad, a veces de violencia, también están en las organizaciones políticas.

Me imagino que para mejorar eso hay que sintetizar ideas y tratar de acercar los puntos...

Se dialoga mucho, se teje mucho, se conversa y se busca hacer síntesis, cuando es posible hacerla. Cuando no llegamos a una opinión, si hay mayorías, la mayoría se expresa. Siempre tiene que tratar de generar síntesis e incluir a todos, pero el partido no puede [a raíz de eso] no tomar decisiones. Es un equilibrio, hay que ir midiendo para que nadie se sienta avasallado, pero también que el partido tome posición.

En este período electoral interno algunas voces opositoras, además de cuestionar el desempeño electoral, marcaban su preocupación por algunas desafiliaciones, ¿hay una autocrítica de eso?

Que existieron errores en la conducción, seguramente que sí. El cambio de línea del partido evidentemente no es sencillo de realizar, y trajo como consecuencia desafiliaciones. Hay compañeros que genuinamente dijeron “no apoyamos la línea, no me representa el partido”. Algunos se fueron diciendo, y lo están haciendo, que querían construir una opción más progresista, más liberal dentro del Frente [Amplio]. De los que se fueron, muchos tienen un perfil público muy fuerte, estuvieron mucho tiempo en las primeras esferas de la vida política del país, por lugares que llegaban por el Partido Socialista. Entonces, si se van figuras importantes, y los que vienen son militantes sociales de ollas [populares], de algún asentamiento, con un perfil más bajo, el balance marca que se están yendo las figuras que han construido socialismo en los últimos diez o 15 años.

Se desafilian figuras públicas y vienen militantes sociales que no tienen el mismo caudal político, ¿tal vez el desafío está en empezar a posicionar a esas nuevas figuras?

Sin dudas que sí. Pero eso no se hace de un día para el otro, implica un proceso y estamos en eso. Es un reacomodo, construcción de nuevos liderazgos, apertura del partido a la sociedad. Hay una épica que necesariamente es colectiva con la cual el partido históricamente se ha vinculado. Cuando en la “Suiza de América” el partido decidió trabajar con los postergados del campo, con los peludos [trabajadores de la caña de azúcar] y los trabajadores del arroz en Treinta y Tres, mostró situaciones de vulnerabilidad, de precarización, de analfabetismo, de sobreexplotación que no conocía el uruguayo promedio.

¿Eso implica relacionarse con las organizaciones sociales de una forma diferente a como se viene haciendo?

Vamos a seguir trabajando con las organizaciones tradicionales de nuestro pueblo –PIT-CNT, Fucvam, por ejemplo–, pero también con los trabajadores más jodidos de la economía informal, más pauperizados, más vulnerables, que les cuesta mucho más poderse construir como sujetos políticos o históricos. Eso lo ha hecho históricamente el partido, y va a insistir fuertemente en este período con esa línea de desarrollo.

El gobierno del FA y las diferencias

El FA está en el gobierno, pero hay muchos planteos del PS que están lejos de las líneas que ha mostrado la administración de Yamandú Orsi. ¿Se sienten contenidos en lo que se ha mostrado hasta ahora?

En algunas cosas sí nos sentimos contenidos, en otras no tanto. Esto también es lógico porque es el gobierno del compañero Yamandú Orsi, no es un gobierno socialista. El Frente Amplio es policlasista, hay muchos sectores y se ganó con unas bases programáticas que no contienen el socialismo. Esa base programática tiene ideas de justicia que a mí me llevan a abrazarlas y a empujarlas con entusiasmo, pero que no son el socialismo necesariamente.

Y en ese contexto, ¿cuál es el rol del PS?

El rol del Partido Socialista tiene que ser asegurar que esas bases programáticas se cumplan y también aportar creatividad a la discusión. Se trata de traer ideas novedosas, aunque no salgan, como el [impuesto del] 1% [al 1% más rico]. Eso mejora la discusión, mejora el debate democrático en una sociedad. Si no discutimos sobre política tributaria, en una sociedad democrática, sobre qué vamos a discutir. La potencia que el gobierno tenga o no va a depender de los compañeros del Ejecutivo. Aunque va a depender también del pueblo organizado que lo empuje. El Partido Socialista va a trabajar para que el poder popular exista y empuje al gobierno.

Entonces, más allá del Ejecutivo y el Legislativo, el PS va a posicionarse desde el campo social...

Sí, democracia sobre las nuevas bases. Nosotros tenemos una mirada de la política mucho más amplia que lo institucional. Los sujetos de cambio no son los ciudadanos que votan cada cinco años, sino que es nuestro pueblo organizado en su rica diversidad, presionando y trayendo discusiones y siendo rebelde. Eso a la izquierda le hace bien, la izquierda se tiene que nutrir de esa discusión, de ese malestar que existe. Porque los socialistas no estamos conformes con el sistema, un sistema que reproduce desigualdad.

Teniendo en cuenta ese posicionamiento, ¿generan ruido algunas posiciones que muestra el gobierno? Por ejemplo, el ministro de Economía, Gabriel Oddone, ha valorado de manera pública algunas líneas de trabajo a nivel macroeconómico del gobierno de Milei...

No estamos para nada de acuerdo con esa mirada. En un partido policlasista como es el FA, que existan diferencias es natural y es saludable. Nosotros tenemos nuestras posiciones, las expresamos en la interna del gobierno y del FA. Oddone fue socialista hasta 2015, es un profesional probo en la materia que tiene la tarea de mantener un déficit fiscal bajo y de generar empleo e inversión en este país. Nosotros creemos que hay que ser serios en el manejo de las finanzas, no estamos diciendo que no. Pero creemos también que el rol de un partido político con 115 años de historia tiene que tensionar al sistema del otro lado.

En la situación que se vive en Gaza ni los socialistas ni los frenteamplistas tienen diferencias, sin embargo, el gobierno no expresa que haya un genocidio, ¿cómo se analiza eso?

El gobierno tiene su propia dinámica. No es lo mismo un partido político que un gobierno, que representa el Estado. Nosotros valoramos algunos cambios en lo discursivo y también en acciones concretas. Cuando se decide suspender, por ejemplo, la agencia de investigación de Jerusalén, eso es un cambio con respecto al gobierno anterior. También hay una condena en las palabras de Orsi a los bombardeos, un llamamiento a que Israel respete el derecho internacional. Pero obviamente nosotros aspiramos a que la posición de Uruguay con respecto al gobierno de Benjamin Netanyahu sea más nítida. Creo que hay que aumentar la presión internacional, porque se está cometiendo un genocidio.