El viernes se celebró el Día Internacional del Voluntariado, y en ese marco la diaria conversó con integrantes de la organización Huellas, que trabaja en el “acompañamiento y bienestar emocional”.

Por la conmemoración, la organización, fundada en Argentina, pero con presencia en Uruguay, invitó a reflexionar sobre “el poder de los vínculos” en este contexto de “aislamiento, incertidumbre y transformaciones sociales”.

Huellas nace en la ciudad de La Plata, Buenos Aires, con el objetivo de “ofrecer compañía” a personas mayores que viven en residenciales y a niños en situación de vulnerabilidad económica y social. La organización trabaja en el “acompañamiento y bienestar emocional”. “Un momento de compañía puede ser transformador en su día, y a menudo ellos mismos atestiguan cómo esto impacta positivamente en su vida”, expresó Micaela Tejeda, integrante argentina de la organización. “Nuestra función es ir, acompañarlos, escucharlos, pasar un rato con ellos”, complementó Sabrina Guedes, referente de Huellas en Montevideo.

Desde Huellas alegan que la evidencia demuestra que la presencia activa de un voluntario, ya sea escuchando, acompañando o compartiendo tiempo, funciona como “protección ante el estrés, la depresión y el aislamiento”. En este sentido, la organización busca visibilizar la pertinencia del acompañamiento humano en la salud mental, y afirman que el voluntariado “promueve el bienestar emocional, fortalece vínculos y mejora la calidad de vida de quienes atraviesan situaciones de vulnerabilidad”.

Según la organización, está demostrado que los vínculos humanos estables son un factor de protección ante la ansiedad, la depresión y la soledad, y que el acompañamiento emocional reduce el estrés, refuerza la autoestima y ayuda a reconstruir la sensación de seguridad.

En tiempos en que la inteligencia artificial y los constantes avances tecnológicos están ganando cada vez más terreno, es importante resaltar que el efecto reparador que genera conexión humana difícilmente pueda ser reemplazado por herramientas tecnológicas.

De este lado del charco

Huellas comenzó a trabajar en Uruguay en 2023 y hoy tiene un promedio de 150 voluntarios activos al año. Los integrantes realizan visitas semanales a merenderos y residenciales para adultos mayores. “De domingo a miércoles tenemos inscripciones abiertas y los jueves armamos los equipos para los sábados. Cada fin de semana tenemos alrededor de 15 voluntarios que van rotando”, explicó Guedes.

La organización está compuesta por “tres distintas capas”: los voluntarios, los referentes de cada ciudad y “la parte profesional”. Los referentes funcionan como puente “entre la primera y la última capa”. “Nosotros planteamos iniciativas, nos aseguramos de que todos se sientan cómodos y vuelvan, y estamos atentos a las situaciones con los hogares y comedores para avisarle a la parte profesional, que está integrada por egresados y estudiantes universitarios que trabajan en recursos humanos, marketing, logística”, expresó la referente, y agregó que la organización ofrece pasantías a estudiantes universitarios de áreas afines a las mencionadas.

Además de su sede en Montevideo, Huellas está presente en varias ciudades de Latinoamérica: Ciudad de México (México), San Salvador (El Salvador), Lima (Perú) y en siete ciudades de Argentina.

Para Tejeda, el modelo de acompañamiento de la organización “rompe fronteras”. “La empatía es un lenguaje universal. Lo lindo de crecer es que en cada lugar nuevo se forma una comunidad de jóvenes que se involucran con su propia realidad, que dejan de mirar para otro lado. Llevamos la idea, pero la magia la hace la gente de cada lugar”, reflexionó.

Ver al otro

Además de los momentos lúdicos y de diversión, desde la organización se busca fomentar la “ayuda” mutua. “Les enseñamos que desde su lugar también pueden hacer algo por los demás”, señaló Tejeda, y contó que cuando juegan al bingo con “los abuelos” aprovechan para acercarse, charlar y mostrarles otras realidades. En las visitas “nosotros tratamos de inculcarles que hay mucho más que pasar un rato juntos, no es sólo divertirse, también es acompañar y generar un sentido de comunidad entre todos”, manifestó Guedes.

Hace unos meses comenzó en la sede de Montevideo un proyecto de “intercambio de cartas”. Los niños intercambian cartas con los “abuelos” en las que se hacen preguntas y comparten sus historias, “es como que son amigos por correspondencia”, sintetizó la referente uruguaya. Este proyecto tiene entusiasmadas a ambas partes. “Los abuelos, en muchos casos, no tienen tantas visitas o no tienen nietos, y se re alegran cuando reciben las cartas de los nenes”, mientras que a los niños “les encanta escribirles y es como que tienen otros abuelitos ahora”, relató.

Dar y recibir

El impacto social del voluntariado no es unilateral. Desde Huellas afirman que quienes participan como voluntarios también experimentan beneficios: mejor estado de ánimo, reducción del estrés y fortalecimiento del autoestima. Este tipo de acciones solidarias “estimulan la liberación de hormonas asociadas al bienestar –como la oxitocina y la dopamina– que promueven calma, conexión social y una sensación profunda de satisfacción”.

“Estar con ellos y acompañar te genera un sentimiento de plenitud y, además, te reinicia la semana, te ayuda a sentirte mejor contigo mismo y a desarrollar habilidades sociales, conocer un poco más a la gente, conocer historias nuevas. Se generan vínculos muy lindos con los niños y los abuelos. Te das cuenta de que ellos también se sienten felices de que los acompañes”, valoró Guedes.

Tejeda, en tanto, dijo que el voluntario la “sacó” de su “burbuja” y se refirió al sentimiento de individualismo que prima en la sociedad: “A veces vivimos a mil con el estudio y el trabajo, muy enfocados en nosotros mismos y en las redes sociales, y me parece increíble poder salir de lo digital y hacer un verdadero cambio con algo real”.

“Me enseñó a mirar al otro a los ojos, a entender realidades distintas a la mía, a ser más solidaria y empática. También me ayudó a encontrarles un propósito a mis días; ver la alegría de los chicos o escuchar una historia de vida de un abuelo me cambia el chip. Es el momento de la semana que me recuerda por qué hago las cosas”, expresó.