“Mordeduras por animales en niños. ¿Cuál es la situación actual en el Departamento de Emergencia Pediátrica del Centro Hospitalario Pereira Rossell [CHPR]?” es la pregunta que se hicieron siete docentes de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República y del Departamento de Emergencia Pediátrica del CHPR, y que da nombre al artículo que publicaron en la revista Archivos de Pediatría del Uruguay en febrero. Se trata de un estudio descriptivo que relevó las historias clínicas de niños que consultaron en la emergencia del CHPR entre el 1º de enero de 2013 y el 31 de diciembre de 2015.
A lo largo de esos tres años hubo 872 consultas de niños mordidos, lo que representó 0,5% del total de consultas. Los lesionados tenían entre un mes y 14 años, con una media de edad de seis años. En 90% de los casos (790), las lesiones fueron leves; las moderadas, que requirieron internación en cuidados moderados, fueron 7,2% (70 casos) y hubo siete situaciones de gravedad (0,8%), en la que los niños debieron ingresar a la unidad de cuidados intensivos (UCI). Cuanto más chico es el niño, mayor es el riesgo. Las lesiones en la cara, el cuello y el cuero cabelludo son más frecuentes en los más pequeños, porque esas áreas quedan a la altura del perro; los más grandes sufren más mordeduras en miembros superiores e inferiores, ya que tienden a defenderse, explicó a la diaria Javier Prego, profesor grado 5 de Emergencia Pediátrica de la Facultad de Medicina y autor de la investigación, junto a Alejandra Cedrés, Fabiana Morosini, Carla Margni, Adriana López, Miguel Alegretti y Patricia Dall’Orso. “Los pacientes que ingresaron a UCI presentaron lesiones de cara y cuero cabelludo severas, todos requirieron cirugía y tres, asistencia ventilatoria mecánica. Ningún paciente falleció”, expresa el estudio. Sí había muerto un niño en 2012.
En relación al tratamiento, la investigación indica que 428 niños (49%) requirieron tratamiento quirúrgico (suturas) y que 88% recibió tratamiento profiláctico con antibióticos (98% tenía vigente la vacuna antitetánica). 20 niños presentaron secuelas estéticas de leves a moderadas, y seis sufrieron secuelas severas: hubo dos amputaciones de falanges, dos niños quedaron con “asimetrías faciales secundarias a la lesión de séptimo par craneal”, hubo un arrancamiento completo de pabellón auricular y una secuela estética facial severa.
De acuerdo al relevamiento, 62% de los niños mordidos fueron varones; según Prego, los niños sufren más lesiones que las niñas porque suelen ser “más investigadores, más inquietos, de tomar acciones más arriesgadas”. La mayor parte de los incidentes (58%) ocurrió en primavera y verano. En 441 casos (51%) el animal era conocido (274 de la familia y 134 de un vecino); 415 situaciones ocurrieron (48%) en el domicilio o peridomicilio. En 11% de los casos el perro era desconocido (94 casos), y faltaban datos respecto de 336 situaciones (38%).
Incidencia
Según Prego, las mordeduras son un motivo frecuente de consulta en los servicios de urgencia y emergencia pediátrica, y por eso es importante hacer investigaciones de forma periódica, para evaluar si hay cambios en la epidemiología. “Este tipo de lesiones persisten con resultados similares a estudios anteriores”, expresaron los autores. Un informe de 2016 de la División de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MSP) detectó que ese año había recibido 2.684 notificaciones de casos de personas mordidas y que la tercera parte correspondía a menores de 15 años. En base a ese último relevamiento, Prego estimó que son entre tres y cuatro los niños que consultan por mordeduras por día, pero subrayó que hay una subnotificación: la investigación halló que sólo 148 de los 872 casos habían sido denunciados al MSP. Las mordeduras de animales son de notificación obligatoria, porque implican exposición a riesgos, por ejemplo, infección por bacterias y virus que pueda transmitir el animal, explicó Prego. Si bien Uruguay no tiene casos de rabia humana, el virus circula, porque está presente en murciélagos y en animales salvajes. La investigación alienta a denunciar los casos y esa actitud se volvió más insistente en el CHPR a partir de este estudio, dijo Prego.
La gran mayoría de los casos relevados (83%) procedía de Montevideo, por lo que al total nacional hay que sumarle los casos del interior y los que se atienden en centros privados.
Relevamientos internacionales registran que las mordeduras constituyen 1% de las consultas en emergencia. Los docentes evaluaron que este fue un motivo de consulta “poco frecuente” en el CHPR, pero identificaron “un elevado porcentaje de morbilidad y algunas secuelas importantes”.
Las mordeduras de perros son un tema persistente en el tiempo, y eso preocupa. La investigación cita que la Organización Mundial de la Salud recomienda que cada país mantenga una relación persona/perro de seis a uno, pero se estima que en Uruguay hay un perro cada tres personas (1.742.000 canes). Prego señaló que eso determina una mayor exposición de niños a situaciones de riesgo y puede explicar que se mantenga el problema.
Si bien faltan datos de los animales agresores, el estudio halló que 76 niños fueron agredidos por un pitbull, diez por un ovejero alemán, diez por un cimarrón, cinco por un rottweiler y cuatro por un labrador. Prego dijo desconocer cómo puede influir cada raza en el grado de agresividad, pero comentó que es una realidad que los animales de gran porte y con mandíbulas grandes, como el pitbull, pueden provocar un daño mayor que un caniche, por ejemplo.
Por todo esto, los autores reafirman la necesidad de mejorar el conocimiento de la conducta animal y educar a padres y niños en el vínculo que deben tener con las mascotas.
Recomendaciones
• Lo ideal es tener al animal desde cachorro, y si es de raza, asesorarse con un veterinario sobre cuál conviene para cada situación.
• Cualquier perro puede morder y lesionar, independientemente de la raza y el tamaño.
• Las lesiones más graves suelen producirse en niños menores de cuatro años.
• Al interactuar con el perro, los niños deben estar siempre supervisados por un adulto; no dejar a bebés solos con el animal.
• Los animales pueden sentirse amenazados ante la presencia de extraños; debe tenerse cuidado cuando otros niños visitan.
• Los perros deben tener su propio espacio para comer y dormir; no deben dormir en la cama del niño.
• Educar a los niños para que no molesten a los perros mientras duermen, comen, están enfermos o ante el nacimiento de cachorros.
• Evitar juegos entre el niño y el perro que involucren comportamientos agresivos.
Fuente: Sociedad Uruguaya de Pediatría