Niños y niñas con sus padres y técnicos de la salud se reunieron en el hall del Hospital de Día de la fundación Pérez Scremini, que atiende a niños con cáncer, para recibir a Paro, un robot con forma de foca inventado por Takanori Shibata, profesor de ingeniería del Instituto de Tecnología de Tokio. Shibata empezó a investigar en 1998 cómo fabricar un robot que cumpliera funciones terapéuticas e hiciera las veces de mascota en ámbitos hospitalarios. Paro significa Personal Assistant Robot, y empezó a comercializarse en Japón en 2005.
Shibata había visitado la fundación Pérez Scremini y otros centros de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en setiembre de 2018, y regresó el jueves para donar un ejemplar de la novena generación, de 2014. Según Tatsuhiro Shindo, el embajador japonés en Uruguay, Shibata había quedado “muy impresionado con el espíritu luchador de todos los niños y familiares”, y eso lo motivó a hacer la donación de Paro-chan –así le dicen los japoneses, que emplean el sufijo “chan”, característico de las mascotas–, que cuesta 6.000 dólares. La versión que donó Shibata tiene una batería que permite usarlo durante el día y cargarlo en la noche (las primeras versiones tenían una batería de litio que duraba pocas horas); oficialmente su vida útil es de tres años, aunque puede llegar a durar hasta diez, explicó Shibata a la diaria. El pelo del peluche es de un material especial y se limpia con un producto que elimina las bacterias.
Nahuel, un niño de Playa Pascual, se acercó a Shibata para recibir el robot, que al ratito empezó a pasar a los brazos de otros niños, que lo acariciaban y se sacaban fotos con él. El robot se mueve, pestañea y gime, aunque el jueves, en medio del barullo, no se lo oía. Según su sitio web, Paro tiene cinco tipos de sensores: táctiles, de luz, de audición, de temperatura y de postura, que le sirven para percibir lo que ocurre en su entorno y le permiten interactuar. Shibata les explicó a los niños que el robot responde a su nombre. Una de las técnicas les sugirió a los niños que escribieran un nombre en un papel y luego, por sorteo, eligieran uno. “Decí el nombre que le querés poner al muñeco”, le dijo luego una madre al hijo. “Puede ser nena”, acotó otra. “Puede ser, sí”, le respondió la primera. “Va a ser la mascota de la fundación”, dijo otra.
Función terapéutica
Shibata comentó que Paro suele ser usado en centros de internación para ancianos y para niños, y que en Estados Unidos es parte del equipo de salud, y agregó que “si una persona necesita usar Paro 20 minutos tres veces por semana el seguro de salud Medicare le paga ese tratamiento”. Shibata está investigando el beneficio clínico de Paro. Comentó que “durante el tratamiento de quimioterapia muchas veces los niños sienten inquietud y náuseas, pero jugando con Paro pueden olvidar por un momento este tipo de dolor”. Además de disminuir la inquietud, dijo que han observado que el robot sirve para atender la depresión y que “en el caso de los mayores que tenían problemas de demencia pudimos resolver problemas de agresión y reducir la cantidad de medicamentos que tenían que tomar para estabilizar su problema mental”, expresó.
En convenio con ASSE, la fundación Pérez Scremini atiende cada año a alrededor de 130 nuevos niños con cáncer: hace el diagnóstico y cubre la internación y los tratamientos, en un proceso que dura alrededor de cinco años, explicó a la diaria Horacio Fernández Ameglio, presidente del Consejo de Administración de la fundación. El centro atiende a alrededor de 2.000 niños, que concurren habitualmente al Hospital de Día para controlarse. “Ellos van a ser los destinatarios, además de los chicos que estén internados, que son habitualmente en el entorno de 15; va a ser una gran compañía cuando están en ese shock de estar internados, va a ser una herramienta más para que se distraigan”, planteó Fernández.