A cinco cuadras de la terminal de ómnibus de Santa Catalina –a la que llegan las líneas 124 y 186– se encuentra una de las entradas al parque Punta Yeguas, un territorio de 113 hectáreas que desde 2006 es gestionado de manera asociada por la Intendencia de Montevideo (IM) con vecinos y vecinas de la zona. La mañana del viernes estaba fría, pero poco después de las 10.30 el sol invitaba a quedarse al aire libre, en ese gran espacio del oeste de Montevideo. Pero no fue por el sol que fuimos: en el Día Nacional de Prevención del Suicidio, la Organización de Usuarios de la Salud del Zonal 17 del Municipio A de Montevideo, junto con otros grupos barriales, había convocado a una actividad de senderismo en el parque.

Quien abrió la jornada fue Darío Silva, uno de los fundadores de la organización de usuarios que trabajó durante un tiempo atendiendo la línea Último Recurso, que había impulsado la médica Silvia Peláez y que, aunque tienen encares diferentes, es el antecedente de la línea 0800 0767 que creó la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en 2018.

Hoy Darío continúa la tarea del apoyo uno a uno: “La idea de esto es que como vecinos podamos ayudar a otros para prevenir el suicidio”, explicó delante de las 15 personas que participaron en la actividad, que era seguida por otros tantos mediante transmisión por Zoom. “El suicidio es uno de esos temas que son muy difíciles de hablar, por eso decidimos hacerlo en grupo, porque es mucho más fácil para intercambiar ideas y hacer proyectos entre todos”, dijo, y aclaró que el suicidio “es la forma de dejar la vida por una situación que [la persona] mantiene dentro y que no puede controlar”. Comentó que para apoyar a otros es fundamental informarse y acompañar: “Debemos aprender a escuchar, sin juzgar al otro, sin darle una solución, sino aprender a escuchar”, remarcó. “Decirle que sos un vecino, que vivís en tal lugar, que vivís la misma situación, que comprás en el mismo almacén, que sufrimos por las mismas cosas que vive él”, expresó.

Sostuvo que es necesario contactar a profesionales, “tener a mano el 0800 0767” y extender redes a nivel barrial: “Si es para un niño, habrá que buscar un club de niños, un psicólogo; si es un joven, vamos a tener que buscar un centro juvenil; si es en un liceo, ayudar a los compañeros a que lo acompañen; si es en la casa, hacerle ver a la familia la forma en que puede acompañar. Las redes son muy importantes porque esto es lo que nos puede favorecer salvar una vida”.

Con sus palabras Darío evocó la campaña de prevención del suicidio que organizó este año la organización de vecinos del zonal 17, llamada “Contá conmigo” que reunió 36 videos en que se invita al diálogo para intentar desandar esos callejones sin salida que en 2019 hicieron suicidarse a 723 personas en Uruguay. “Ese ‘contá conmigo’ para nosotros es fundamental, que seamos capaces de poder tender una mano. La idea es que disfruten del lugar y que a través del lugar disfrutemos de la vida, que es lo que más interesa”, expresó antes de dar paso a la caminata.

Trayectos de integración

El recorrido fue hacia los pinares y la playa, y hubo espacio para detenerse a mirar la Dodonaea viscosa, conocida como “chirca de monte”, que “es protectora para otras variedades que crecen en su base”, relató una de las guías. Varias personas de las que estaban allí eran del grupo Carancho, que se encuentra los lunes y los viernes en el parque para hacer senderismo. Se llama Carancho porque es una de las aves que habitan Punta Yeguas, la primera que avistaron y que está presente a lo largo de los trayectos, relató Marcela Jubín, psicóloga que trabaja en la policlínica INVE 18 (de ASSE).

En las recorridas a veces son acompañados por guardaparques y por trabajadoras o trabajadores de la cooperativa Mar-it, que se encarga del mantenimiento del parque. Van desde hace más de un año y, entre otras cosas, ya han podido apreciar las diferencias entre los ciclos estacionales. Durante lo más restrictivo de la cuarentena, se mantuvieron conectados por Whatsapp y por ahora sólo están yendo los viernes.

Jubín contó que Carancho es parte de un dispositivo de integración sociocultural y productivo llamado Movimientos para las Autonomías, que integra otros dos colectivos: el espacio Compaz, que hace una huerta en el Parque Tecnológico Industrial del Cerro, y Juntas Podemos, un colectivo de mujeres que ha trabajado haciendo huerta y proyecta trabajar con hierbas aromáticas y plantas medicinales. Junto con otros grupos del parque, Carancho trabaja en tres grandes objetivos: producir un bosque de alimentos, hacer un monitoreo de los distintos ecosistemas para establecer una línea de base ambiental del parque, además de trabajar en las líneas estratégicas del plan de manejo del parque. “Ahí vamos caminando integrándonos, produciendo autonomía, buscando distintas líneas que se van abriendo y disfrutando de este parque, que es una belleza, que tiene monte, tiene playa, tiene cañada, tiene dunas”, contó la psicóloga.

“Caminamos, hacemos senderismo, exploramos la fauna, la flora”, explicó Rosemary Acosta, una de las integrantes de Carancho. “Se trata de compartir nuestras experiencias, hacemos una rondita al final para contar con qué sensaciones nos vamos de acá, hacemos una merienda compartida, estudiamos las plantas, la diversidad que hay, y exploramos, siempre nos vamos encontrando con cosas nuevas”. Rosemary es de Santa Catalina, conocía la playa pero no el parque.

“La idea es poder armar vidas que sean deseables de ser vividas, vidas vivibles, que haya oportunidades para todas las personas porque, en general, los motivos de discriminación son muchos, pero los problemas de salud mental en particular generan un estigma importante y las personas quedan muchas veces muy aisladas”. Marcela Jubín.

“Es un dispositivo de salud colectiva desde una perspectiva de derechos humanos, y tratamos de trabajar lo que las personas desean, quieren, buscan, tratar de ir armando y acompañando esas trayectorias singulares, sea en un fortalecimiento educativo, en la formación de algo en particular que quieran”, explicó Jubín, y comentó que hay quienes prefieren la huerta, pero otros desarrollan más la parte artística, a través de la música o de la escritura. “La idea es poder armar vidas que sean deseables de ser vividas, vidas vivibles, que haya oportunidades para todas las personas porque, en general, los motivos de discriminación son muchos, pero los problemas de salud mental en particular generan un estigma importante y las personas quedan muchas veces muy aisladas. Entonces la idea del dispositivo es poder generar condiciones para la integración, en toda la oferta de cosas que hay para la vida”, detalló la psicóloga.

Raúl Washington Morales integra Carancho y es uno de los adeptos de la huerta: durante la pandemia, y siguiendo las instrucciones colectivas, hizo una huerta en su casa. “Echá bastante agua a la tierra, me dijo Marcela”, relató, y enumeró lo que tiene plantado: perejil, apio, ciboulette, acelga, remolacha. Raúl había llevado un torta casera que le había hecho su madre para compartir luego con el grupo. Contó que ayuda a su madre a cocinar y que los sábados trabaja en una feria. Le gusta caminar por el parque, pero parece que lo que más le atrae es el agua: “el agua me llama y me tiro al agua”, dice mirando hacia el estuario de color azul. “Cuando vengo con mi vieja nos sentamos abajo de los pinos a comer, traemos una heladerita; me gusta la playa, me encanta, me encanta tomar sol”, continúa.

Rosemary tampoco quiere perderse las recorridas de Carancho: “Es mi salida de mi casa”, afirma. “Esto de esparcirte, de estar caminando en contacto con la naturaleza te hace respirar hondo y desvincularte de todo eso negativo”, cuenta, y dice que los del grupo son compañeros. “Podés hablar de algo con alguien, después te colás y hablás con otro, la vas llevando”.

Hay un antes y un después de los trayectos. “Para nosotros es súper importante el parque; siempre decimos lo mismo, es como que hay algo de las demasías que tenemos las personas, sea lo que sea: si acá viene alguien con mucho mal humor y se pasa de mal humor con todo el mundo, es como que ese humor se disipa en el parque, o sea que las demasías, cualquiera sean, es como que tienen un espacio para ubicarse en la arena, abajo del árbol, mirando las aves, descubriendo detalles muy chiquititos”, narró.

Al cierre de la actividad, Ricardo Larrañaga, integrante de la Organización de Usuarios de la Salud del Zonal 17 del Municipio A, dijo que los usuarios habían declarado al parque Punta Yeguas como un parque saludable. “Este es un lugar donde se hace salud. En otros lugares se podrá recuperar la salud que se pierde, pero acá es donde se hace la salud, y se hace de esta manera, entre la playa y el monte pero rodeado de un montón de gente que tiene una visión más saludable de lo que es la vida. Si algo nos tiene que haber dejado la pandemia son lecciones, lecciones de que lo importante es estar rodeado de gente, lo importante que es estar en la naturaleza”, expresó.

Los vecinos tenían razón: no se sale del parque en el mismo estado en que se entra, y dan ganas de volver para hacer más senderos.

Gestión colectiva

El parque Punta Yeguas “era un predio privado y hoy es un parque público”, cuenta Brenda Bogliaccini, integrante de la Organización de Usuarios de la Salud del Zonal 17 del Municipio A. Recuerda que allí había una arenera de capitales extranjeros que estaba “devastando” el parque y que fue peleado por los vecinos. “Las movilizaciones empezaron en 2002, en plena crisis económica, y la gente peleaba por este parque, no sólo por comida, dijeran ellos”, acotó. En 2006 pasó a ser propiedad pública, y su gestión está a cargo de la Intendencia de Montevideo (IM) y de la comunidad. Ruben Bouza, funcionario de la IM y coordinador del parque, detalla que la gestión comprende a “trabajadoras, trabajadores, hay organizaciones como la organización de usuarios, grupos como Carancho, hay vecinos y vecinas, la Universidad de la República, el Instituto Superior de Educación Física, profes de playa, guardavidas, que deciden juntos; la toma de decisiones se hace en los plenarios mensuales y se resuelve por consenso”.

“El parque es de todas y todos, es una construcción colectiva. Vengan cuando precisen hablar con alguien, se pueden bajar en la terminal en el 124 y en el 186; vengan al parque a sentarse a charlar, que tendrán un lugar gratuito, público”, invitó.