Hace más de 133 años, cuando era decano de la Facultad de Medicina, Pedro Visca manifestó la necesidad de crear un hospital universitario. Ese impulso fue retomado años después por Manuel Quintela, un otorrinolaringólogo que fue decano de Medicina de 1909 a 1915 y de 1921 a 1927. Quintela –a quien está dedicado este año el Día del Patrimonio– lideró el “largo camino arduo” que se necesitó “para convencer al Parlamento y votar la ley de creación del Hospital de Clínicas”, explicó ayer Juan Gil Pérez, docente del Departamento de Historia de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) en la apertura de la Semana Académica del Hospital de Clínicas que se celebra cada año en torno al aniversario del hospital, que recibió a los primeros pacientes el 21 de setiembre de 1953.

Gil dijo que Quintela fue “punta de lanza de una nueva asistencia pública para Uruguay”, y hacía de esta forma un juego de palabras porque, en tanto militante del Partido Nacional, Quintela había participado en la Revolución de las Lanzas de 1897 y luego, desde su lugar político, siempre llevó “agua para el molino de la universidad”, explicó Gil. La ley de creación del Clínicas se aprobó en 1926, pero los fondos para su construcción tardaron varios años, así como la discusión sobre su pertenencia: el Ministerio de Salud lo reclamaba para sí y, tras intensas movilizaciones estudiantiles, se logró que quedara en manos de la Udelar, siempre y cuando demostrara que podía gestionarlo, recordó ayer Graciela Ubach, directora del Clínicas.

Atender las necesidades del país

La historiadora Vania Markarian mostró a través del Clínicas el accionar de la “generación reformista” que se basó en el movimiento reformista de la Universidad de Córdoba de 1918 y que cuatro décadas después retomó y readaptó en Uruguay los principios de cogobierno, autonomía y ampliación de las funciones sociales de la universidad. Fue bajo el decanato de Mario Cassinoni, en 1950, que el Clínicas pasó a depender de la Facultad de Medicina, y ese fue, según Markarian, uno de los primeros logros del movimiento reformista. Los tres principios fueron plasmados en la Ley Orgánica de la Udelar (en 1958, durante el rectorado de Cassinoni) y fueron la base del Plan Maggiolo de 1967, que apuntó a “poner por primera vez a la investigación en el centro de la actividad universitaria y pensar la integralidad de las funciones en torno a ese lugar primordial de la investigación”, explicó Markarian. “Esto significaba cambiar radicalmente el modelo federal y profesionalista de la universidad, que en gran medida heredamos, para pensar la universidad en relación ‘a las necesidades del país’”, detalló. Eso supuso un cambio en la enseñanza y en la investigación médica, que respondió a la crítica de la Asociación de Estudiantes de Medicina, que en su revista delataba que la enseñanza tenía “demasiado anfiteatro”.

En las décadas de 1950 y 1960, al tiempo que la Facultad de Medicina apuntó a la formación en gestión universitaria, la situación política del país se complicó y el hospital empezó a tener problemas por falta de presupuesto, relató la historiadora. En ese sentido, recordó que “estas batallas marcan la historia del hospital desde que nace”. “Cada vez que peleamos por presupuesto nos parece que empezamos la batalla de nuevo; no es así: la batalla de los universitarios por presupuesto es parte de nuestra identidad universitaria, y hay que recurrir a la tradición de pelear por el presupuesto en los momentos en que es más difícil, como ahora, creo”, expresó.

Contó que el Plan Maggiolo fracasó, en parte por diferencias a la interna de la Udelar, porque había “muchas resistencias de parte de los sectores beneficiados por la vieja estructura profesionalista” y otras luchas de poder. No obstante, Markarian apuntó que en medio de la agitación política el Clínicas marcó el rumbo de la medicina, con hitos como el primer trasplante de médula ósea en 1961, de riñón en 1969 y la creación del primer CTI en 1971.

El historiador Gerardo Caetano centró su oratoria en el período dictatorial, signado por la intervención de la Udelar, la represión, “la destitución de casi 45% del plantel docente” y el ingreso de un gran contingente sin concurso, el propósito de eliminar la investigación, el impulso de una “lógica tecnocrática de adaptación al mercado”, la caída del gasto por estudiante y el “desmantelamiento académico de la Udelar”, enumeró. Caetano pidió “militar contra la desmemoria” y dijo que “no hay reconstrucción institucional sin el recuerdo de los buenos momentos y también de los malos, porque todos ellos dejan enseñanzas”.

Ubach valoró “la capacidad enorme” del hospital para formar personal de salud, su rol asistencial y de investigación. Relató que alguien en estos días le preguntó qué estaría haciendo Quintela si viviera. “Me estaría acompañando a las entrevistas que estamos haciendo con todos los representantes nacionales para mejorar el presupuesto de la Udelar y del hospital universitario. Ese espíritu de Quintela y de todos los universitarios que nos precedieron es el que tiene que estar ahora al combate”, planteó, llorando de emoción, o de rabia ante el nulo crecimiento de presupuesto que se proyecta.