Colocarse y quitarse los equipos de protección personal así como soportarlos durante la jornada de trabajo es, para las y los enfermeros que trabajan en CTI, una las cosas más engorrosas de la rutina que se instaló con la llegada de la pandemia de covid-19. Si bien los licenciados y auxiliares en enfermería tenían incorporado el hábito de lavarse las manos, usar tapabocas y guantes, debieron extremar los cuidados: usar una sobretúnica impermeable y tapabocas N95 –ambos más gruesos que los comunes–, antiparras bien ajustadas y una escafandra. La vestimenta limita la movilidad, da mucho calor y se debe ser muy cuidadoso al colocársela pero sobre todo al quitársela, relató en diálogo con la diaria Álvaro Fernández, licenciado en enfermería especialista en Cuidados Intensivos y en Gestión de Servicios de Salud, que preside la Sociedad Uruguaya de Enfermería en Cuidados Intensivos (Sueci).

Ese procedimiento cumplen rutinariamente quienes trabajan en CTI y reciben a pacientes con covid-19, pero también los que cumplen otros servicios, como en el Centro Nacional de Quemados, porque no se sabe de antemano si quienes ingresan tienen o no covid-19. Al personal de salud que trabaja en CTI, como a muchos, le preocupa también la posibilidad de contagiarse de sus compañeros de trabajo y en la comunidad, donde pueden bajar la guardia. Ese temor se suma a las situaciones estresantes con las que trabajan día a día y a la incertidumbre de qué ocurrirá si los casos de covid-19 aumentan en una proporción mayor a la que se ha tenido hasta ahora.

Capacitación y propuesta de reclutamiento

“Un enfermero intensivista no se forma de un día para el otro, son pacientes que requieren mayor cuidado y mayor conocimiento”, señaló Fernández. La Comisión Nacional Asesora de Enfermería (Conae), que funciona en la órbita del Ministerio de Salud Pública (MSP), implementó, en conjunto con la Facultad de Enfermería de la Universidad de la República (Udelar) y con la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica, un curso para licenciados y auxiliares sobre el manejo del paciente en asistencia respiratoria mecánica.

Según relató Augusto Ferreira, presidente de la Conae y decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Católica, la capacitación tiene tres módulos: uno de conocimientos teóricos, otro de visualización de videos de simulación clínica, y un tercero a cargo de los prestadores de salud (quienes hacen el curso cuentan con el aval de la institución en la que trabajan para realizar allí las prácticas en el CTI). Ferreira comentó que se han desarrollado tres ediciones: la primera fue en mayo (la finalizaron 542 personas), la segunda, en diciembre (la terminaron 503 personas) y ahora se está desarrollando otra edición, con 2.319 inscriptos, que terminará la semana próxima.

Contando a quienes ya finalizaron ese tercer módulo, 1.677 personas han completado la capacitación, afirmó Ferreira. Tanto él como la decana de Enfermería de la Udelar, Mercedes Pérez, explicaron a la diaria que estos cursos son de emergencia: no sustituyen la especialización en cuidados críticos que dan ambas facultades, y quienes reciben la capacitación deben trabajar bajo la supervisión de licenciados en Enfermería que sí cuenten con la especialización.

En mayo, el equipo de Medicina Intensiva del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) elaboró un informe que incluyó una propuesta de “Plan de capacitación para enfermería en atención al paciente crítico” para licenciados y auxiliares de áreas que no fueran críticas (cuidados moderados, intermedios o emergencia) y que pudieran desempeñarse en CTI ante una eventual demanda extra de personal. El anexo con el detalle del plan no está publicado en el sitio web del GACH.

Gabriela Méndez, licenciada en Enfermería y especialista en la atención de adultos en estado crítico, integrante del equipo de intensivistas del GACH, explicó a la diaria que la capacitación, propuesta en el marco de la emergencia sanitaria, “no implicaba que los enfermeros desarrollaran un trabajo directo con pacientes covid-19, en razón de la alta especialización que requiere la atención en CTI”, sino que se proponía que pudieran asistir en el cuidado de pacientes críticos que no tuvieran coronavirus, y reservar el personal formado para asistir a quienes sí lo tuvieran.

Méndez informó que, en función de la urgencia y la incertidumbre que se tenía en mayo, pensaron en un curso de seis semanas de duración, con 48 horas de clases virtuales y 108 horas de práctica, que serían desarrolladas en el CTI de la institución en que trabajara cada participante. Para eso, “las instituciones deberían designar un tutor en acuerdo con el equipo docente del curso, que debería ser licenciado en Enfermería, con especialidad en Paciente Crítico o en su defecto con experiencia en CTI de al menos cuatro años”, dijo, y detalló que la tarea del tutor, que debía “dedicar al curso 18 horas semanales específicas para orientar y atender a los participantes durante las horas de práctica”, debía ser remunerada.

Méndez aclaró que la propuesta no era contradictoria con la de la Conae, sino que tenía objetivos distintos. Ferreira manifestó desconocer la propuesta del GACH, y Pérez dijo que estaba al tanto de que era una formación más extensa que la que proporciona la Conae, pero no tenía mayores detalles.

La Sueci, en tanto, maneja otra alternativa para aumentar el personal de CTI: recurrir a quienes trabajaron muchos años en el área intensiva pero que ahora se desempeñan en otros sectores, como policlínicas. Por medio de las jefaturas de enfermería de las diferentes instituciones de salud, les trasladaron la propuesta a los prestadores, y también dialogaron con la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva. “Reclutar a toda esa gente que ya está formada, y que solamente hay que actualizarla, es mucho más fácil que conseguir personal formado de otra manera”, explicó Fernández. Alegó que para eso se tendría que plantear un régimen de descanso diferente, porque en CTI tienen un día libre cada cuatro, y eso, sumado al desgaste que significa trabajar en CTI, es el principal motivo de abandono del área.

Presencias y ausencias

Un paciente crítico con covid-19 requiere de un auxiliar en enfermería por turno (cuatro enfermeros por día); ese es el recurso que más escasea, puesto que los licenciados pueden tener a su cargo entre cuatro y seis pacientes. La demanda de un paciente con covid es superior a la de otras afecciones ‒en las que, según Fernández, lo ideal es que haya dos enfermeros cada tres pacientes‒ porque las personas con covid-19 tienen que ser controladas con mayor frecuencia; además, para paliar la gravedad de la afección respiratoria, deben ser colocadas boca abajo cada cierto tiempo, y para esa tarea se necesita la asistencia de cuatro a cinco enfermeros, porque tienen que cuidar que no se afecte la intubación ni las vías que tiene colocada la persona.

De acuerdo con Ferreira, en el sistema de salud hay alrededor de 6.000 licenciados en Enfermería y 24.000 auxiliares, y cerca de 25% trabaja en CTI. Las autoridades sanitarias aseguran que hay recursos humanos para atender el incremento de camas de CTI que se ha dado en el último año. El asunto es cómo pueden incidir las cuarentenas y aislamientos: tanto Méndez como Fernández mencionaron que cuando se dan esas situaciones, hay dificultades para cubrir la dotación en algunos servicios. Méndez es jefa de sector de CTI del Hospital de Clínicas y comentó que el sábado pasado, en el turno de la tarde, sólo contaba con cinco de los diez auxiliares en Enfermería que había en planilla. En este problema incide, también, el multiempleo del sector –cercano a 30%, según el Censo de Enfermería de 2013– y el hecho de que las instituciones de salud apliquen diferentes criterios para poner al personal en cuarentena, que lleva a que a veces tengan que ausentarse funcionarios “injustificadamente”, comentó Fernández.

Uruguay tiene un déficit importante de licenciados y auxiliares en Enfermería: de acuerdo con Pérez, hay 0,28 licenciados por médico, cuando tendría que haber paridad. El Partido Nacional (PN) había propuesto en su programa de gobierno la profesionalización de 4.000 a 5.000 enfermeros. Ferreira, que fue asesor de Salud del PN, asegura que se mantiene la meta, y que en eso tiene el apoyo del ministro de Salud Pública, Daniel Salinas. Tanto Ferreira como Pérez señalaron la importancia de la formación y especialización de auxiliares y licenciados en Enfermería, que redundará en una mejor asistencia en todos los niveles del sistema de salud.