“Niños, niñas y adolescentes tienen derecho a saber sobre la muerte de sus seres queridos, poder despedirse de ellos, teniendo en cuenta el momento del desarrollo, las características del niño/a, adolescentes y del vínculo con la persona fallecida”, expresa una cartilla con orientaciones para profesionales y familiares que elaboró la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). El material se titula “Niños, niñas y adolescentes en tiempos de duelo” y, entre otras cosas, sostiene que “ocultar nuestros sentimientos no ayuda a que niños, niñas y adolescentes puedan conectarse con sus propios afectos y sentirse habilitados por el entorno a expresarse libremente”.

El material fue elaborado por técnicos de la Dirección de Salud de la Niñez y la Adolescencia y de la Dirección de Salud Mental y Poblaciones Vulnerables de ASSE y está disponible en la página web de este prestador de salud. Ignacio Ascione, director de Salud de la Niñez y la Adolescencia, explicó, en diálogo con la diaria, que el material surgió ante “la sensación de falta de información y de orientación en la temática”. Tanto Ascione como Magdalena Álvarez, psicóloga adjunta de la Dirección de Salud de la Niñez y la Adolescencia, comentaron que el material busca poner el foco en niños y adolescentes –que en el escenario de la pandemia de covid-19 “han sido poco vistos”– y “crear estrategias para acompañarlos”.

Pérdidas y diálogos

“Dolor, lástima, aflicción o sentimiento” es una de las definiciones de la palabra duelo. En entrevista con la diaria, Álvarez y su colega Juan Miguel Trillo, integrante de la Dirección de Salud Mental y Poblaciones Vulnerables de ASSE, afirmaron que el foco está en el sufrimiento provocado por distintas pérdidas durante la pandemia, y que van más allá de la muerte. Como ejemplo, Álvarez mencionó la renuncia que han tenido que hacer los y las adolescentes “a las salidas, a los cumpleaños, a un montón de aspectos vinculados a la sociabilidad”. Trillo acotó que hablan “de pérdidas, no necesariamente de personas: pérdidas notorias de hábitos, de costumbres, de vínculos”, y señaló que en el caso de los niños y de los adolescentes los vínculos “tienen una importancia vital para el psiquismo” porque “todos los seres humanos nos constituimos como tales en el vínculo con el otro, necesitamos de un otro para construirnos”.

“Tener claro que la despedida es un proceso que lleva tiempo y sobre todo necesita acompañamiento de nuestros seres queridos”.

El material es perfectible, dicen sus autores. Las pautas que da “no son verdades absolutas, son discutibles, pero fundamentalmente disparan el diálogo”, aclaró Trillo. Su publicación, a fines de abril, ha tenido un buen retorno. Álvarez comentó que era una demanda de los equipos de salud que, así como las familias, han tenido que enfrentar situaciones nuevas, sobre todo en relación a los fallecimientos, y se preguntan cómo pararse ante el cambio en “los rituales habituales de despedida” y cómo acompañar a las familias. A su vez, los adultos se preguntan cómo abordar estos temas con niños y adolescentes, y cómo manejar sus propios sentimientos.

Para las familias, el material busca ser “un disparador para poner sobre la mesa un tema sin tabúes, porque hablar de las pérdidas nos cuesta mucho y hablar de lo que movilizan las diferentes situaciones en lo personal también nos cuesta mucho”, señaló Trillo.

“Cuando uno no dice las cosas, no quiere decir que el otro no las sepa; la ausencia se vive porque, se hable o no se hable, el otro no está más. Y un niño se pregunta: ¿qué pasa que a mí no me dicen? ¿En qué lugar queda colocado ese otro?”, planteó el psicólogo, y reafirmó que “desde una perspectiva de derechos, desde una perspectiva de respeto pero también desde una perspectiva de poder generar confianza en el otro”, es importante “que el otro sepa que estamos ahí”, para habilitar el diálogo en el momento en que el chiquilín lo necesite.

“El miedo a la muerte es común en los seres humanos. Sentirlo no es síntoma de enfermedad ni de debilidad. A veces nos angustia tanto que solemos negarlo”.

“Planteamos la importancia de mostrarnos y de mostrar nuestros afectos, y de mostrarnos sensibles a los fenómenos que van ocurriendo, que por un lado habilita a niños y a adolescentes a ser expresivos respecto de lo que les pasa”, acotó Álvarez. Ambos hablaron de no diferir las conversaciones ni de esquivar las preguntas.

La psicóloga insistió en la necesidad de ser empáticos con los niños, niñas y adolescentes, y ponerlos “en el centro del cuidado, de la atención, de la mirada, de la escucha”. Dijo que muchos adultos piensan que si se muestran vulnerables o se angustian frente a una situación que genera dolor pueden dañar a los niños, cuando “en realidad suele ser todo lo contrario”, porque “en la medida en que yo puedo mostrar mi afecto estoy dando un mensaje de que soy un ser humano, que me pasan cosas, que las relaciones me importan, entonces es una oportunidad de poder poner el tema, de darle un lugar siempre desde el elemento empático”.

“Yo soy un sujeto más atravesado por la ley, igual que los demás, donde me atraviesa la muerte, el dolor, la angustia, me atraviesan las pérdidas”, aportó Trillo, quien dijo que parte de “la función paterna” –que la puede ejercer la madre, el padre u otro referente, aclaró– “trata de transmitir a un sujeto generalmente que está a nuestro cargo la ley universal, lo que se puede y lo que no se puede, y para transmitir ley tengo que estar atravesado por lo que es la ley”.

Además de generar empatía y confianza, el diálogo puede evitar desbordes: “Hay cosas que nos pasan y, por momentos, si no las compartimos, llegan a ser enloquecedoras por las fantasías que eso encierra para cada uno de nosotros”, dijo Trillo, que aclaró que eso ocurre también, con frecuencia, en ámbitos laborales. “Cuando empezamos a hablar con nuestros semejantes nos damos cuenta de que muchas de esas cosas que nos pasan a nosotros les pasan a los demás, y el solo hecho de esforzarnos por comunicarlas y por que el otro nos entienda permite que nuestros pensamientos comiencen a ordenarse de una manera distinta y que podamos transitar un proceso de elaboración con el otro que está con nosotros”, completó el psicólogo.

“Hablar implica ofrecer un oído dispuesto a escuchar en el momento en que se lo requiera, no debe ser una imposición. Expresar los sentimientos es un primer paso que hace a la diferencia en el proceso normal del duelo”.

Formas propias de expresión

“No hay una única forma de transitar el duelo”, expresa el manual. Álvarez recomendó “ser respetuoso con la diversidad de formas de manifestar” y dijo que hay que estar atento a ellas y “no decir ‘vos tenés que estar triste’”, sino proceder “sin exigencias y aceptando la diversidad de formas de transitar”. El folleto explica que “los niños pequeños y los adolescentes muchas veces no hablan de su tristeza” y, entre las manifestaciones, enumera: “trastornos del sueño, falta de concentración, conductas molestas para el entorno, llamado de atención en el ambiente, una involución o retroceso de conductas adquiridas (en el lenguaje, en el control de esfínteres, en la alimentación, etcétera), mayor irritabilidad, cambios repentinos del humor sin motivo aparente, rabia, ira, permanente insatisfacción”.

Trillo prefiere hablar de un “proceso de duelo” en lugar de “duelo”, simplemente, porque si bien hay etapas descritas –se estima que puede llevar cerca de un año y medio–, planteó que cómo se viva esa etapa “va a depender del contexto, de la estructura psíquica que tenga ese sujeto, de la historia de vida” de ese niño o adolescente y de “lo interno, lo propio”, un “mundo interno que salva a ese sujeto” y que lo ayuda a sobrellevar las cosas de otra manera. De todos modos, aclaró que “hay vaivenes”, “idas y venidas”, y que “a veces nos parece que todo va bárbaro, a veces parece que hay un retroceso, luego otra vez se sale y en eso se van elaborando cosas”.

Dijo que algunos niños y adolescentes reaccionarán replegándose o bajando su desempeño en el estudio, mientras que otros se irán al otro extremo y se encerrarán a estudiar. “Uno tiene que ver qué cosas van pasando de acuerdo al funcionamiento habitual que trae ese joven o ese niño”, agregó, y pidió estar atento para “detectar si está raro, si está más inhibido, más acelerado, si está con problemas de sueño, con problemas a nivel de alimentación”, o si está “más contestatario”, aunque acotó que hay que diferenciar si eso tiene más que ver con la edad o con otras cosas.

“Tener claro que la despedida es un proceso que lleva tiempo y sobre todo necesita acompañamiento de nuestros seres queridos”.

El material sugiere recordar que “los niños suelen procesar sus sentimientos y eventos traumáticos por medio del juego”, que es “donde encuentran el mejor instrumento de expresión y elaboración de todos sus conflictos”.

El diálogo de los niños y adolescentes con sus pares también es un pilar fundamental. En el caso de los duelos, en concreto, en cuanto a cómo orientar a un niño o adolescente a hablar con alguien a quien se le murió un ser querido, Álvarez dijo que “no hay una receta, es simplemente estar, decir ‘estoy acá, cuando me necesites estoy’, sin mucha pregunta tal vez, dando el lugar al otro de que en el momento en que lo necesite puede transmitir lo que siente”.

Como consejo para los padres y que vale más allá de la pandemia, Trillo expresó que “si el adolescente está todo el día con cara de burro en casa pero vienen los amigos y sale que es un cascabel, no nos preocupemos: está sano. El problema es cuando está todo el día metido en la casa y no quiere salir con nadie”.

La adversidad puede ser una oportunidad, dicen las pautas de orientación, que hablan de estimular los espacios de intercambio dentro de las familias. Trillo y Álvarez hicieron foco en eso y en las reflexiones colectivas, porque un duelo que atraviesa una familia es compartida por muchas otras, en el barrio, en la comunidad, en el país, en el mundo, dijeron. Esta situación “nos tiene que interpelar, hacer pensar algunas cuestiones fundamentales: ¿dónde está realmente lo importante? ¿Cuál es la figura y cuál es el fondo de nuestras vidas? Esto también se descubre en la medida en que estamos acompañados. Tenemos que recuperar la imagen del semejante como un otro que tiene necesidades como las mías. Habíamos caído en una situación en que el otro se desdibujó y pasó a ser como un satélite que tiene que girar en mi órbita y yo le echo mano cuando lo preciso y desaparece cuando no”, señaló Trillo.

Pedir ayuda

“No todos los padres tienen el mismo paño para enfrentarse a la situación de la misma manera”, dijo Trillo, que aclaró que “tenemos que saber que hay cosas que no vamos a poder saber porque nos desbordan, y frente a eso también está bueno no tener miedo a la consulta”.

Tanto Álvarez como Trillo aclararon que esa consulta puede ser con el pediatra o con el médico de referencia del adulto.

También puede hacerse llamando al 0800 1920, la línea de apoyo emocional que lanzó ASSE en abril de 2020 para atender las múltiples consultas que asomaron con la vida en pandemia. Álvarez comentó que “muchas veces es posible que se requiera un tratamiento, pero a veces puede ser una orientación puntual”.

.