Las y los integrantes del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) serán homenajeados este jueves en una ceremonia que hará el Poder Ejecutivo a las 18.00 en el auditorio del Sodre. El reconocimiento es a la contribución que hicieron más de 50 científicos uruguayos para ayudar a entender lo que pasaba con la pandemia de covid-19 y pensar estrategias concretas para aplicar en Uruguay. En diálogo con la diaria, 13 integrantes destacaron los aciertos del grupo y mencionaron algunos de los sinsabores que tuvieron a lo largo de estos 14 meses de trabajo.

Todos expresaron que fue una experiencia de enorme crecimiento personal y profesional. Manifestaron el honor de haber sido convocados y destacaron el trabajo de los tres coordinadores del GACH, Rafael Radi, Henry Cohen y Fernando Paganini, quienes supieron amalgamar el abanico de posiciones que había a la interna, orientar el trabajo y ocuparse de la comunicación externa. Expresaron, además, que esta experiencia sin precedentes de convocar a un grupo interdisciplinario para asesorar por un período de tiempo y no por algo puntual, sienta un precedente y que es deseable que pueda reeditarse en un futuro, con otros problemas que surjan, no necesariamente en el ámbito de la salud.

Interdisciplinariedad

La virtud más destacada por los entrevistados fue incluir a diferentes disciplinas: “Un punto alto fue la experiencia de trabajo interdisciplinario por encima de las chacras; no voy a decir que se sacaron los alambrados, pero desaparecieron los alambrados de púa y eso no tiene que volver, es otro país en cuanto a eso”, graficó el psicoanalista Ricardo Bernardi.

Otra integrante, que prefirió no ser identificada, comentó que la multidisciplinariedad del grupo fue la principal fortaleza pero también la principal amenaza. Dijo que de por sí, en todo grupo grande hay diferencias técnicas y filosóficas importantes, y que cuanto más diversas son las disciplinas, más difícil es lograr el entendimiento, pero destacó que los coordinadores tuvieron una capacidad “admirable” de lidiar con tantas personas, incluso con académicos de peso. El otorrinolaringólogo Hamlet Suárez también señaló la virtud de la integración de diferentes disciplinas para lograr “un resultado útil”, y apuntó que dentro del GACH “se generó en ambiente de trabajo que fue de camaradería y agradable aun en el disenso”.

Algunas disciplinas se sintieron valoradas y pudieron mostrar sus aportes, como la enfermería, tal como destacó la decana de la Facultad de Enfermería de la Universidad de la República, Mercedes Pérez. “Las enfermeras tenemos muchas cosas para aportar porque trabajamos muy cerca de la vida cotidiana de la gente, de sus necesidades y de lo que tiene que ver con sus hábitos de salud y los diferentes determinantes que están influyendo”, valoró. Algo parecido sintieron profesionales de algunas especialidades que no suelen ser las que tienen mayor reconocimiento en la medicina, como la familiar y comunitaria. Por ejemplo, Clara Niz, médica de familia, se mostró satisfecha con que se haya tomado a la especialidad “como una voz válida y necesaria en el abordaje de este problema de salud”. Destacó el valor que se le dio al primer nivel de atención que, en la vía de los hechos, tiene un magro desarrollo en el sistema de salud pero es sobre el que recae la atención a la comunidad en problemas de salud como el coronavirus y el poscovid, precisó.

El neuropediatra Gabriel González saludó la heterogeneidad de los equipos pero –tal vez con el diario del lunes– lamentó que no hubiera habido sociólogos, economistas y comunicadores, áreas importantes que se deben incluir en problemas de tantas aristas como este, evaluó.

Forma de trabajo

La interdisciplina sentó las bases para una forma de trabajo. Suárez comentó que el modelo de trabajo que se aplicó evidenció que “es posible en un país establecer miradas de la realidad diferentes, y que en su análisis se pueden encontrar consensos, sin ninguna descalificación, que son los que posibilitaron una síntesis superadora”.

González detalló la aplicación del método científico. Dijo que cuando se elegía un tema a estudiar, los diferentes grupos de análisis recurrían a la información publicada en revistas científicas pero también en notas periodísticas y periódicos internacionales, que en el ritmo acelerado que imprimió la covid-19 iban mucho más rápido que las publicaciones arbitradas. Estaba claro que lo que se les pedía no era una opinión sobre tal o cual medida; tenían pautas: primero analizaban el problema desde el punto de vista internacional, luego a nivel nacional y por último pensaban las recomendaciones en función de las fortalezas y las debilidades del sistema de salud uruguayo. Todo esto debieron hacerlo a contrarreloj, con unos pocos días o una semana, tal como explicó el virólogo Rodney Colina.

Pese a la velocidad de la pandemia, el grupo tuvo proyección. Gabriela Méndez, de enfermería intensiva, valoró que “el grupo tuvo siempre una mirada estratégica de mediano plazo además de atender los problemas que se fueron suscitando en especial a partir de diciembre”.

Principales aportes

El ingeniero Andrés Ferragut, del área de Datos, destacó que el principal aporte del GACH fue “definir la estrategia testeo-rastreo-seguimiento: nos convencimos de que era una estrategia viable para Uruguay para mantener la epidemia controlada”. Agregó que otro aporte fue el empuje del GACH para conseguir vacunas; en concreto, comentó que Otto Pritsch y Mónica Pujadas fueron dos de los integrantes del GACH que impulsaron al grupo a transmitir la preocupación “porque no se estaba siendo suficientemente rápido en conseguir vacunas”, y destacó también la tarea de Cohen en habilitar reuniones y contactos.

Otra de las fuentes valoró otras sugerencias que evitaron incrementar el número de casos o un daño mayor, como los aportes para el retorno a la presencialidad en la educación, la reapertura de los servicios de salud y la consideración de los fenómenos no covid.

Relación con el gobierno y la sociedad

“Se dio un antes y un después en lo que hace a la relación de la ciencia con el poder político, con el gobierno, y sobre todo gratifica y emociona la relación con la población, el acercamiento que se dio de algo tan lejano como puede ser trabajar en ciencia”, expresó la pediatra Mónica Pujadas.

Varios integrantes del GACH se mostraron conmovidos con los mensajes que les siguen llegando de la población en agradecimiento por el trabajo que hicieron.

El intensivista Arturo Briva destacó como positivo el simple hecho de “haber estado, que la ciencia hubiera estado en su rol de asesor”. Valoró los diferentes roles que cumplieron los informes, que siempre fueron técnicos: “En algunos momentos era la voz del sentido común, otras veces era la voz de la experiencia y de la información acumulada y en algunos momentos fue la voz disidente”.

Estaba claro desde un principio que el GACH tenía un rol asesor y no decisor. Sin embargo, con el alto número de casos que se dio fundamentalmente en marzo y abril se generaron tensiones y molestias que reeditaron asperezas que habían asomado a fin de año. “No todo asesoramiento se transforma en una decisión en espejo”, dijo una de las fuentes. Más allá de eso, valoró la transparencia del trabajo del GACH, porque “tenía la posibilidad de dejar constancia de sus recomendaciones y la población podía acceder a eso y por lo tanto la brecha que existía entre la recomendación técnica y la toma de decisión política era pública, había un control social de lo que se entendía que se debía hacer y la decisión que se tomaba. Y si luego la explicación del gobierno era válida o no, suficiente, convincente, era a juicio de la población como ciudadanos que somos. De no ser así, hubiera sido muy difícil sostener el grupo cuando había una brecha entre determinadas recomendaciones y la toma de decisión”, confió.

Hubo a quienes esa disociación les generó, y les genera todavía, bastante preocupación. Niz expresó que “en el momento de la gran incertidumbre para la población, el GACH significó un amparo, una contención, pero en el momento en que no se tomaron las medidas que el GACH recomendaba, generó mucho temor”. En ese sentido, comentó que sintió la interpelación de los pacientes, de sus pares y también se interpeló ella misma, se preguntó: “¿Cuál es el rol que estamos teniendo si no se están tomando en cuenta recomendaciones?”.

El documento de recomendaciones del 7 de febrero fue un punto de inflexión, porque no se implementaron muchas de las sugerencias para evitar pasar del escenario tres al escenario cuatro de transmisión comunitaria.

“Como asesores hicimos nuestro esfuerzo máximo para que nuestras recomendaciones primaran en la toma de decisiones. En algunos momentos lo logramos y en otros no. Lamento no haber tenido la fuerza de convicción suficiente para que pudiéramos proteger a más uruguayos”, expresó Briva, y dijo que hablaba a título personal, aunque era un sentir del grupo de Medicina Intensiva. En ese sentido, comentó que en mayo de 2020 habían hecho un informe con recomendaciones de formación del personal médico y de enfermería, algo que recién se inició cuando estaba comenzando el pico de la pandemia. Algo similar expresó Méndez, desde la enfermería intensiva: “La segunda lección que me llevo es la dificultad que aun en este contexto encontramos para comunicar a las autoridades algunas recomendaciones. En mi caso particular, la importancia de la formación de recursos humanos extraordinarios fue sólo parcial y tardíamente recogida. Hubo otras prioridades, otros tiempos, y aún no se ha logrado reconocer el rezago estructural en recursos humanos de enfermería, incluso más allá de la pandemia”, acotó.

El biólogo Álvaro Cabana valoró que el GACH “fue un factor determinante para la gestión de la pandemia”, pero lamentó que “hacia fines de 2020 y durante 2021 comenzó a ser patente que el gobierno no quiso tomar las medidas más drásticas y necesarias, creo que subestimando la gravedad de la situación a futuro, incluso en el plano económico. En eso se pareció más a muchos gobiernos que suelen tomar decisiones drásticas sólo cuando es casi imposible no hacerlo. Quizás lo más preocupante es que esto sucedió un año después de comenzada la pandemia, cuando uno pensaría que se había demostrado el beneficio de tomar estas medidas a tiempo”, planteó.

Esa sensación no es unánime. “Teníamos claro nuestro rol de asesoría y no de toma de decisiones ni de cambios de conducta”, dijo Pujadas en relación a la recepción del gobierno y de la sociedad de los aportes del GACH. Más allá del “punteo” de cada recomendación, prefirió ver el aporte “global”, y dijo que “tanto las autoridades de gobierno como la población realmente nos escucharon, la mayoría de lo que asesoramos fue incorporado de alguna u otra manera, fue útil”, dijo.

El nefrólogo Óscar Noboa lamentó que el documento de recomendaciones de febrero recién se haya divulgado en marzo e hizo una autocrítica, en el sentido de que el mensaje hacia la población podría haber sido más fuerte si el mensaje de “blindar abril” se hubiera dado antes, “podría haber evitado sufrimientos”.

Bernardi evaluó que “las recomendaciones del 7 de febrero se tomaron parcialmente, todo el mundo está de acuerdo. ¿Cuán parcial? Puede haber distintas lecturas”, consideró.

Entre los asuntos pendientes y aprendidos a partir del GACH, tanto Cabana como Bernardi mencionaron la falta de datos. Además, Bernardi comentó que es necesario “tomar decisiones evaluando riesgos”, algo que no se hace en Uruguay, aseguró. “¿Las muertes evitables son 15, 30, 40 o 50? ¿Hay estudios serios?”, preguntó. Dijo que el GACH fue muy bueno en hacer diagnósticos, pero que entre el diagnóstico y el tratamiento “hay un punto intermedio que tiene que ver con la evaluación de la calidad de las medidas que se toman, que no lo tenemos suficientemente desarrollado. No puede estar el Parlamento de un país diciendo ‘son 15’ o ‘son 50’”, expresó.