Al margen de los números diarios de muertes por covid-19, en 2020 se mantuvo prácticamente inamovible la cantidad de personas que se suicidan en Uruguay: fueron 718. En 2019 habían sido 723 y en 2018, 710. Los datos surgen de las Estadísticas Vitales que publicó a fines de junio el Ministerio de Salud Pública (MSP) y recuerdan que el suicidio, un tema que tiene poco lugar en la agenda mediática, es un importante problema sanitario y social. El MSP los contabiliza dentro de la categoría de “causas externas de morbilidad y mortalidad” bajo el rótulo de “lesiones autoinfligidas intencionalmente”; en 2020 los suicidios superaron, por lejos, las muertes en siniestros de tránsito (que fueron 378) y de “agresiones externas”, es decir, homicidios (que fueron 352 en 2020).
En diálogo con la diaria Pablo Hein, magíster en Sociología e integrante del Grupo para la Comprensión y Prevención de la Conducta Suicida de la Universidad de la República, explicó que es llamativo el incremento que se registró en el grupo etario de 30 a 34 años, en el que se registraron 72 suicidios, bastante más que los informados en 2019 (45 casos) y en 2018 (55 casos). Ese fue el mayor crecimiento que se dio según el tramo etario. Hein comentó que a nivel de personas adultas mayores el problema se mantuvo similar a otros años, y si bien mencionó el incremento de suicidios en adolescentes de 15 a 19 años, franja en la que se registraron 13 casos más que en 2019 (42 en 2020, habían sido 29 el año anterior), dijo que ese incremento fue inferior al que se registró en el grupo de 30 a 34 años.
Los datos publicados hasta ahora por el MSP no discriminan los suicidios en los diferentes meses, por lo que no dejan ver la incidencia del confinamiento. Pero el grupo universitario tuvo acceso a otras fuentes de datos, que les dan pistas. “La hipótesis es que Uruguay tuvo un descenso importante del 13 de marzo al 1º de junio”, adelantó, y comentó que durante el período de confinamiento los suicidios se redujeron “aproximadamente entre 26% y 31%” con respecto a lo que ocurrió en esas mismas fechas en 2019. El núcleo universitario trabaja en red con otros grupos académicos de estudios de suicidios. Hein informó que de acuerdo a “artículos muy primarios” durante el confinamiento también se vio un descenso del número de suicidios en otros países, como Japón y Bélgica. Sin embargo, dijo que Uruguay “no pudo capitalizar” ese descenso, como sí lo hicieron, según esos estudios, Japón y Bélgica, porque desde el 1º de junio al 31 de diciembre de 2020 “hubo un crecimiento de entre 23% y 28%”, es decir que “el descenso que tuvimos en confinamiento se perdió y explotó después”, advirtió.
El problema no termina ahí: el grupo sostiene como hipótesis “que en 2021 va a suceder un aumento de los suicidios en comparación con el año anterior”, transmitió. Hein, que es docente del posgrado de Suicidio en la Universidad del País Vasco y trabaja en una red académica europea que se llama Suicidolens, dijo que hay artículos europeos y asiáticos que pronostican un “efecto rebote” de la pandemia en 2021: “No sólo pasó la pandemia, sino que empezaron a quedar las secuelas de la pandemia y aparentemente hay una secuela que es de miedo y de acercamiento a la muerte, conjugado, por supuesto, con los desempleos, con los desarraigos”, sostuvo.
0800 0767 y *0767 son las vías de comunicación con la línea telefónica de prevención del suicidio que brinda atención y asesoramiento de manera gratuita durante las 24 horas para toda cualquier persona que lo requiera.
Entender la muerte y pasar el duelo
En términos sociológicos, “el duelo expresa el dolor que tenemos ante la muerte”, apuntó Hein. Dijo que ante la muerte se activan dos reacciones humanas: “la incomprensión y el dolor, que son caras de la misma moneda”. Acerca de la incomprensión, dijo que ante cualquier muerte la persona intenta entender por qué ocurrió para después “dar paso al dolor”.
Señaló que con las muertes por covid-19, en las que a su entender se dio “una sobrecarga de información”, ha habido “cierta explicación y cierta reparación” del dolor. En cambio, comentó que “no logramos tener la misma explicación y reparación con el suicidio”. “El dolor que transitamos ante un suicidio nos habla de la cultura que tenemos”, agregó. A modo de ejemplo, mencionó que “entrás a la casa de un familiar suicida y rara vez tiene fotos del suicida, se saca de la casa todo recuerdo del suicida”. Señaló “la importancia de la reflexión ante la muerte” y mencionó la incidencia de la cultura, “un poco agnóstica, de clase media que no está marcada por la religión”. En ese sentido, comparó los procesos de duelo de la cultura judía, así como de los gitanos y de ciertas culturas de América Central, que generan “ciertos escudos, ciertas protecciones sociales” en las despedidas y en las ofrendas posteriores. Dijo que es importante hablar y transitar el dolor. “En las familias de suicidas el dolor no se vive”, expresó, y señaló que “se quedan en la explicación del suceso”, en pensar en cómo no se vio lo que podía pasar. “Entonces, entretenemos el dolor, no lo asumimos, no asumimos el duelo”. En cambio, dijo que cuando las muertes se entienden, se racionalizan, se explican y “sobrevienen los procesos de dolor y de duelo, y la familia y los amigos se insertan, se racionalizan, se reubican y también reubican al difunto”.
En cambio, mencionó que “en otros países el dolor por muertes por suicidio se ata culturalmente, se lo explica y se lo ata, entonces el dolor que transitan no sólo los familiares y los allegados al suicidio, sino también los grupos de pares más cercanos y, por qué no, también toda la sociedad, de alguna manera se ubica a ese hecho en una comprensión mejor”. ¿Se habla más del suicidio en esos países? Hein responde que no lo sabe, pero dijo que “se habla de víctimas del suicidio”. Comparó lo que ocurre con otras “causas externas” de muerte, como los siniestros de tránsito y los homicidios, y dijo que en ambos casos hay una reparación económica a los familiares de las víctimas, pero no la hay con el suicidio. A diferencia de esas causas de muerte, dijo, al suicidio se lo “encapsula” en “un impacto emocional individual o familiar” que nos impide verlo de manera colectiva.
Dijo que hay lugares, como Barcelona, donde no se asocia el suicidio con un problema de salud mental, sino que se habla de “salud comunitaria” y que “hay un involucramiento de los familiares para mostrar que el suicidio ocurre también en familias ‘normales’” y que eso permite empezar a transitar el duelo.
Hein agregó que en Cataluña y País Vasco, por ejemplo, “están trascendiendo esta idea de que el suicidio se acaba cuando la persona lo consuma”, porque no es así. “Un suicidio tiene que dejar de ser visto como [que ocurrió] en un liceo, en un colegio o en un sindicato, ya no es más de ahí; un suicidio afecta al barrio, a la clase a la comunidad”. Recomendó hablar más: “No para decir ‘Carlitos se ahorcó’, sino para comprenderlo y que los demás se ubiquen ante ese hecho. Así, la muerte pasa a tener cierto conocimiento racionalizado”, explicó.
Día Nacional de Prevención del Suicidio
Se conmemora el 17 de julio desde 2007, cuando se aprobó la Ley 18.097, por impulso de la ONG Último Recurso. La ley dispone que ese día las instituciones públicas y privadas hagan actividades en las que proporcionen información calificada y veraz sobre la problemática y su abordaje.