Como es habitual en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, la decimoprimera Marcha por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna partió desde la explanada de la Universidad de la República (Udelar) y, entre agradecimientos, canciones, lecturas e intervenciones artísticas, finalizó en la plaza Liber Seregni. La convocatoria en la explanada estaba pautada a las 16.30, pero poco más de una hora antes se fueron acercando integrantes de diversos colectivos vinculados, pacientes y expacientes junto a sus familiares, algunos especialistas y quienes sin ninguna vinculación directa decidieron acompañar la lucha, como costumbre o por primera vez.
“Locura es encerrar en nombre de la rehabilitación”, “no estamos los que somos” y “la salud mental es parte fundamental de una sociedad integral y próspera” fueron algunas de las tantas frases plasmadas en los carteles y pasacalles que las personas llevaron para marchar o pintaron en grupo durante la previa de un recorrido al que se unieron cientos de personas con un único pero muy amplio fin en común: mejorar la atención de la salud mental de todos y todas.
La falta de información y de ayuda
Los familiares de quienes padecen alguna patología de salud mental se hicieron presentes y, en resumidas cuentas, reclamaron mayores garantías y expresaron preocupación ante la carencia de respuestas claras y concretas del sistema de salud.
“Marcho para acompañar a mi hijo, que en este momento está internado”, contó a la diaria Paula Méndez, una mujer que se acercó a la movilización junto a la novia de su hijo, que está internado hace dos meses en un centro de salud privado. En la internación anterior estuvo en el hospital Vilardebó de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) y “fue exactamente” la misma situación, según su madre. “Estamos en la búsqueda de espacios en los que nos escuchen, informen y sepamos que él está siendo integralmente atendido”, agregó. Su mayor preocupación es la incertidumbre al sentir que el tratamiento consta “sólo [de] pastillas, cuando en realidad hay otras formas”.
Según Paula, una de las razones por las cuales recibe poca información de su hijo es porque él es mayor de edad, pero cree que eso es injusto. “La familia es una parte muy importante del acompañamiento en los procesos” y “no nos sentimos ni escuchadas ni informadas”, dijo.
La joven que la acompañaba manifestó que no lo pueden llamar cuantas veces quieran para saber cómo está, no saben qué medicamentos está tomando o en qué situación se encuentra, y los especialistas que lo tratan casi no se comunican. Ambas comparten la preocupación de no saber casi nada.
Otra de las madres presentes en la marcha contó a la diaria que su hija de casi 40 años tiene trastorno de personalidad, y como no puede hacerse cargo de sus hijos los cuida ella, quien hoy busca ayuda porque siente que “es hora” de hacer algo por su hija, ahora que ambos nietos crecieron: tienen 19 y 20 años. “La rastreé por diferentes lugares, pero no estuvo internada”; a veces “la vemos en la calle, mal, tirando cosas”, lamentó.
Al no recibir ningún tipo de ayuda del Estado, según contó, se acercó a un grupo de familiares de personas con problemas de salud mental. “Hace 14 años pregunté en el [hospital] Maciel [de ASSE] qué podía hacer por ella y “me dijeron que me encargara de sus hijos, que ellos se encargaban de ella”, recordó, pero “al final nadie se encarga de ella”, aseguró. Ante esta situación, reclamó que “hay que hacer que se cumpla la Ley [de Salud Mental 19.525], que se responsabilice al Estado y a las sociedades médicas”.
Demoras en la atención
El Grupo de la Esperanza es un grupo de apoyo mutuo de familiares y amigos de personas con trastorno mental severo y esquizofrenia, y fue uno de los primeros en crearse, hace 36 años, según contó a la diaria Alicia Berdes, una de sus integrantes. Se reúnen cada 15 días y además de apoyarse hacen diferentes talleres, por ejemplo, psicoeducativos, para dar una mano a las familias. Es uno de los grupos que participó en la redacción de la ley, y aunque no quedaron “del todo conformes” afirman que “por lo menos fue un avance” respecto de la anterior, que era “muy antigua”, acotó Berdes.
“El problema que más notamos ahora son las demoras para acceder a la atención”, indicó Berdes, y agregó que “la necesidad de crear nuevos mecanismos de atención y contención urgen, en un escenario que es gravísimo”.
En primera persona
Las personas que padecen patologías vinculadas a la salud mental también se manifestaron y se conmovieron por el apoyo de su círculo más íntimo y por haber podido estar en un encuentro rodeados de personas, algo muy difícil de lograr en algunos casos; por ejemplo, para Milena y Mauricio.
Milena marchó acompañada de su mamá. Hace muchos años comenzó con intentos de autoeliminación, luego le diagnosticaron esquizofrenia y en esta marcha por primera vez se animó a salir a la calle luego del último intento de autoeliminación. “Quiero que mucha gente se sume y nos entienda; sin apoyo de la gente y de la familia es muy difícil salir”, expresó a la diaria.
El mensaje de Mauricio es que “cuesta pero se puede”. Acompañado de su novia, con mucha esperanza, contó a la diaria que luego de años difíciles, porque padece esquizofrenia de tipo paranoide, pudo volver a salir a la calle e incluso a estudiar; en la marcha sostuvo un cartel en el que dijo asistir en representación de la Facultad de Ingeniería.
Obtuvo su diagnóstico en 2012 y a partir de allí hubo épocas “muy oscuras”, según recuerda. Estuvo internado un año y ocho meses y la internación fue “excesiva”, a su entender. “Perdí comunicación con mucha gente y no me dejaban salir a la calle”, pero de un día al otro “sí se pudo y de un día para el otro tuve que volver a aprender a estar en sociedad”, dijo. Considera que su familia, los especialistas que lo ayudaron y todos sus afectos fueron fundamentales para su recuperación.
La ley, los manicomios y el paradigma
Al grito de “se va a acabar el manicomio en Uruguay” y “no más electroshock, trato abusivo, necesitamos un poco de amor”, partió la marcha. “Estar en la [marcha] número 11 significa mucho”, expresó a la diaria Cecilia Baroni, psicóloga e integrante de Radio Vilardevoz. Repasó los reclamos y dijo que los fundamentales se basan en mayor presupuesto para nuevos dispositivos alternativos y que no siga sólo “la atención en hospitales”.
En cuanto a la ley recordó que se pautó y “hubo acuerdos claros” para que los cierres, sobre todo, de los establecimientos monovalentes se dieran de determinada manera y con un cronograma claro, aunque algunas autoridades de la salud pública ya declararon que seguramente eso no sea posible.
En cuanto al ámbito de la salud privada, Baroni remarcó que “no hay avances” ya que está todo centralizado en la atención en hospitales y en la derivación, aunque “mucha gente se está quejando” de que no haya otros abordajes más allá de la consulta o la internación. “Es hora de que trabajen en lo multidisciplinario y en abordar desde la diversidad”, reclamó Baroni. Agregó que los últimos años aumentaron mucho las denuncias de los usuarios ante “malos tratos” y la “no mejora de los abordajes”.
Por otra parte, agradeció que la sociedad civil siga activa en diferentes propuestas que tienen que ver con el compartir e implementar nuevas formas de desmanicomialización.
Sobre la ley, opinó que no tener presupuesto no es el único ni el principal inconveniente para su aplicación: “venimos de una histórica racha de querer profundizar algunos cambios en la que siempre se continuó el estancamiento” y “no sé si con presupuesto se podría haber hecho más” porque “muchas veces es falta de voluntad política”, agregó.
Al finalizar la marcha, en la plaza, se leyó la habitual proclama de cierre; hubo agradecimientos, lectura de poemas y una intervención artística. Todas las acotaciones repasaron los reclamos: “para cambiar el paradigma en salud mental es necesario construir una mirada amplia e integradora de salud, que incluya a diferentes profesionales, saberes y sobre todo a los colectivos de usuarios”, detalló la proclama.
La salud mental “es un derecho y no una mercancía”, “es participación y vida digna”; “no más manicomios”, “colectivicemos la locura”, fueron las frases que concluyeron el texto.
El ómnibus como “insignia” de la marcha
Un hecho que se sumó a los planteos de la convocatoria fue el del joven que hace poco más de dos meses, en medio de una crisis de salud mental, fue bajado por la fuerza de un ómnibus de Cotmi por una mujer policía y el guarda de la empresa. A raíz de ese caso, “por la forma en la que se dio”, Radio Vilardevoz tomó el ómnibus como “insignia” de la marcha. El año pasado el símbolo fue un barco, en representación del “desembarco de la locura”, contó a la diaria Joaquín Amorena, uno de los integrantes de la radio que este año cumplió 25 años desde su fundación.
El ómnibus de cartón que llevaron a la marcha lo construyeron los sábados, cuando se emite el programa, explicó Amorena. En la previa de la movilización, los integrantes de la radio fueron hasta la plaza Independencia y a la Torre Ejecutiva con la consigna “Subite al bondi de la locura que nadie te va a bajar”. Por otra parte, Amorena opinó que el caso del ómnibus de Cotmi generó dos caras algo contradictorias: por un lado “generó rechazo”, pero a su vez “la gente que estaba en el ómnibus no propuso una alternativa a bajar” al joven porque “estaba irrumpiendo la tranquilidad del viaje”.
“Marcho porque el encierro no es terapéutico y porque hay que construir alternativas”, hay otras formas de atender y se necesitan “más alternativas y dispositivos” como lo es la radio, reflexionó Amorena.