Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades cardiovasculares (ECV) provocan alrededor de 12 millones de muertes anuales en el mundo. En algunos países y regiones del mundo este tipo de enfermedades afecta más a mujeres que a hombres y es un dato que se ha ido comprobando de a poco, con estudios que se han realizado a lo largo de los años.

Por ejemplo, en 2008, Interheart, un estudio de casos y controles sobre factores de riesgo de infarto del miocardio en el mundo, que incluyó población latinoamericana, demostró que en esta región las mujeres tienen un mayor riesgo atribuible al infarto agudo del miocardio (IAM). Este fue uno de los análisis más recientes, pero desde los años 90 se realizan recomendaciones de prevención en guías elaboradas por diferentes comunidades y grupos científicos, entre ellos, la American College of Cardiology.

Este año la Sociedad Interamericana de Cardiología en su congreso anual presentó la primera guía regional para prevenir ECV en mujeres, y Uruguay fue partícipe de la elaboración del documento a través del Comité de Cardiopatía de la Mujer de la Sociedad Uruguaya de Cardiología (SUC). El objetivo principal de la guía, en la que participaron más de diez sociedades científicas, es que los médicos puedan detectar en las mujeres de la región los factores de riesgo en cuanto a las ECV, desde los más básicos y predecibles hasta los más complejos y personales, y teniendo en cuenta las características de las mujeres latinoamericanas.

En diálogo con la diaria, Carolina Artucio, cardióloga intervencionista y secretaria del Consejo de Cardiopatía en la Mujer de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SIAC), contextualizó la importancia del documento y repasó las cifras de ECV en Uruguay. En principio, afirmó que este tipo de enfermedades son la principal causa de muerte en el mundo y Uruguay no es ajeno. En 2021 murieron 9.126 personas a causa de ECV, la segunda causa de muerte en el país fue el cáncer y la tercera la covid-19. Las ECV fueron la primera causa de muerte en mujeres ya que representaron 4.702 del total.

“En el caso de las mujeres, a medida que pasan las décadas la enfermedad es más probable como causa de muerte y termina siendo la primera luego de los 75 años”, agregó Artucio. Las mujeres también viven más que los hombres, por lo tanto, tienen más posibilidades de adquirir estas enfermedades. Sobre las cifras, la cardióloga acotó que si bien descendieron en la última década, sigue siendo la primera causa de muerte y, en 2021, a causa de la covid-19, se observó un leve aumento respecto a los años anteriores.

En cuanto a la percepción social sobre la enfermedad, sostuvo que “las ECV están tan arraigadas y vinculadas al hombre que las mujeres no lo perciben como un problema de salud”. En la encuesta Enfermedades cardiovasculares: ¿qué perciben las mujeres de Uruguay?, que el Consejo de Cardiopatía en la Mujer de la Sociedad Interamericana de Cardiología realizó en 2020, sólo 10% de las 700 mujeres encuestadas a nivel nacional percibieron las ECV como principal problema de salud, y 18% identificaron estas enfermedades como primera causa de muerte. En los resultados hubo diferencias; “las montevideanas, comparadas con las del interior, tuvieron mayores niveles de percepción”, y en las respuestas también influyeron factores educativos, económicos y sociales.

Artucio comentó que el comité trabaja en visibilizar la situación desde 2013 y, entre otras cosas, logró que el 9 de marzo se concientice sobre este tema a nivel nacional, pero opinó que “es muy difícil porque hay que hacer una deconstrucción social” sobre la base del tema.

Los factores de riesgo en la mujer

La cardióloga detalló la importancia de incorporar la guía para la prevención de estas enfermedades en mujeres y la particularidad de los factores de riesgo en este grupo. “Consideramos que era muy importante que desde América Latina se recogieran factores propios de la región” porque “siempre se trabajó con guías internacionales norteamericanas y europeas” y la mujer latina “tiene sus particularidades”, dijo. Por lo tanto, hacer una guía dirigida a su atención es brindar un instrumento más exacto de donde sacar información que no necesariamente está dirigido sólo a la especialidad cardiológica sino que es útil para todo el personal de salud. La importancia de que sea para la mujer es porque tiene diferencias respecto al hombre que se relacionan con el sexo y el género.

Las cuestiones biológicas se vinculan a la anatomía, por ejemplo, a los procesos cíclicos hormonales vinculadas a las distintas etapas de la vida. Las cuestiones de género se vinculan al rol femenino y a los factores no médicos, es decir, sociales. Artucio sostuvo que el riesgo de contraer una enfermedad cardiovascular es mayor, por ejemplo, en las mujeres diabéticas, en las mujeres adolescentes, que en Uruguay fuman más que los hombres adolescentes y, por lo tanto, tienen mayor riesgo.

Por un lado, Artucio repasó los factores de riesgo más conocidos, entre ellos, el tabaquismo, la diabetes, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad. Luego, los factores “emergentes” o no biológicos, el estrés, el rol social, la violencia, la educación y el trabajo. También inciden algunos más específicos como los tratamientos oncológicos de radioterapia, que si bien se aplican en la mama, irradian el corazón. La menstruación precoz, el síndrome de ovario poliquístico y las complicaciones por etapas, entre ellas, el embarazo, también influyen particularmente en la mujer.

Otros factores emergentes o psicosociales que son de riesgo en mujeres son estados emocionales negativos, como la depresión y la ansiedad, mujeres con menor acceso a la salud y diferentes tipos de trastornos.

Explicó que el riesgo aumenta en mujeres jóvenes que tienen enfermedades autoinmunes y además son obesas, hipertensas, diabéticas, y esto les puede generar un infarto antes de los 50 años, “por eso es importante detectarlas a tiempo”.

Por todos estos riesgos “es importante detectar e interrogar cuando se hacen diagnósticos”, porque si las preguntas no se hacen “las mujeres pueden creer que tienen bajo riesgo pero en realidad puede que el riesgo sea medio y, en ese caso, se debe comenzar con medidas de prevención”. La prevención primaria es importante “porque 80% de los eventos cardiovasculares se pueden evitar con prevención”, que consiste en lo conductual, en controlar aspectos como evitar fumar, tomar alcohol, alimentación saludable, combatir el sedentarismo. En segundo lugar, es recomendable prevenir ECV con tratamientos en mujeres con antecedentes familiares o con otras enfermedades que también son un riesgo en sí mismas.