La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el estrés como “el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para la acción” o para determinadas situaciones. En general, se trata de un sistema de alerta que impulsa el cuerpo para la supervivencia a determinadas situaciones.

En diálogo con la diaria, Verónica Morín, médica de familia especializada en salud mental laboral y directora técnica de la primera clínica del estrés de Uruguay, agregó que el estrés se reconoce como uno de los “principales temas de salud actuales”, y se trata de “un síndrome general de tipo adaptativo”, y un “importante motivo de estudio”, sobre todo por su vínculo con las enfermedades no transmisibles y con variadas manifestaciones en el organismo.

Resumió que el estrés “es una respuesta natural” que surge para ayudarnos a enfrentar todo tipo de situaciones. Desde el punto de vista biológico, corresponde a “un conjunto de respuestas para adaptarse a las presiones o demandas del entorno”. Esas respuestas siempre dependen de la percepción de la persona, porque “lo que para unos es estresante para otros no lo es”.

Por otra parte, hay dos tipos de estrés, agudo y crónico. El agudo “es normal” que se presente en el transcurso de la vida e incluso “no siempre tiene una connotación negativa”, de hecho, puede ser generado por situaciones como una mudanza, casarse o recibirse; ese tipo de situaciones genera “un estrés que es agudo y positivo”. Los síntomas de este tipo pueden incluir “irritabilidad, insomnio y contracturas”, respuestas que también pueden ser generadas por “cosas del día a día”.

El estrés crónico, en cambio, “se produce cuando las respuestas que damos no soportan las demandas que nos hacen sentir sobreexigidos”. Es decir, cuando esas demandas no cesan, “se pone en marcha una compleja respuesta que abarca desde el cerebro hasta el sistema endócrino” y se segregan las hormonas del estrés. Se libera al torrente sanguíneo, principalmente hormonas de “cortisol y adrenalina”. “Cuando las situaciones que nos hacen sentir amenazados son continuas, la respuesta del organismo es secretar ambas hormonas en mayor cantidad”.

El estrés y las enfermedades

Luego de la fase en la que “intentamos salir adelante” a pesar de lo que nos está afectando, continúa una “fase de agotamiento” y en esa etapa el camino queda “fértil” para que aparezcan trastornos o enfermedades, apuntó la experta.

Sobre todo cuando el estrés se vuelve crónico, “tiene consecuencias físicas y psíquicas importantes”. Según los estudios que se han ido desarrollando con los años, “puede ser un factor desencadenante o agravante de determinadas enfermedades”, por ejemplo, enfermedades de la piel, el sistema digestivo, respiratorias, y sobre todo tiene “grandes efectos” en el corazón porque es “muy sensible a los dos tipos de estrés”. Lo que este estado le genera al órgano “es un estrechamiento de las arterias coronarias” y una “disminución del volumen sanguíneo que hace que aumente la tensión arterial”. El estrés crónico, en particular, “puede empeorar factores de riesgo cardiovasculares previos”. Además, hay “otros estudios” sobre la relación del estrés con la insulina, la hipertensión y el tabaquismo.

Por otra parte, “el síndrome del corazón roto” o miocardiopatía del estrés es un estado “emocional intenso”, provocado por situaciones estresantes y emociones extremas.

A su vez, otros cambios emocionales, como sentirse agobiado, fuera de control, o sentir baja autoestima, también pueden estar relacionados con “no tener claridad en el pensamiento” cuando se está estresado, y “no se puede expresar un juicio real acerca de nuestra propia persona”. También hay “muchas personas que manifiestan su estrés a través de episodios de ansiedad”.

A pesar de la aparición de síntomas, aislados o en conjunto, Morín explicó que para detectar el riesgo de padecer alguna enfermedad a causa del estrés se utiliza la escala de Holmes y Rahe, una medición de 48 ítems que “detallan eventos estresantes” que, en principio, fueron extraídos de un estudio que se elaboró con 5.000 pacientes que estaban vinculados o precedían determinadas enfermedades. Se analiza cuáles son los eventos “estresantes” que estuvieron presentes en el último año de la vida del paciente y se suman. Según la escala, hasta 150 el riesgo es bajo, hasta 200 es medio y si asciende a más de 300 representa “un alto riesgo de enfermar” en los próximos dos años, a causa del estrés.

Por otra parte, agregó que “estamos acostumbrados a sentirnos estresados”, a tal punto que a veces “normalizamos los síntomas” y cuando acudimos al médico no pensamos que lo que nos pasa es a causa del estrés. Aun así, “entre 70% y 75% de los malestares y problemas vinculados al estrés” se expresan a través de síntomas tales como el corazón acelerado, dolores musculares, dolor de cabeza, boca seca, zumbido de los oídos, dificultades para tragar o mandíbula trancada. Por esto, se estima que aproximadamente 45% del total de los adultos van a tener síntomas vinculados al estrés” alguna vez en su vida.

Por último, la especialista consideró que uno de los puntos principales del estrés es prevenirlo. “Hay que reconocer cuando algo no va bien” y también “qué cosas se pueden modificar para sentirnos mejor” aunque también es importante saber “cuándo hay que solicitar ayuda”. Para evitar padecer el estado, recomendó sostener rutinas saludables, hacer ejercicio al menos dos veces a la semana, llevar una correcta alimentación y habituar un “descanso reparador” de entre siete y ocho horas diarias. Si se puede, también es aconsejable practicar yoga o ejercicios de respiración y estiramiento.

La mirada desde la psiquiatría

Por su parte, Artigas Pouy, el presidente de la Sociedad de Psiquiatría del Uruguay, en diálogo con la diaria acotó que el estrés genera “un cambio en el organismo” y ante eso las personas “muchas veces se recomponen a la brevedad, pero en otras veces demoran un poco más”.

También genera una variada cantidad de enfermedades no transmisibles, pero esto depende mucho de la “capacidad adaptativa de cada uno”. Agregó que en psiquiatría se define el síndrome por estrés postraumático, que es “una reacción emocional a algo que no se ha podido superar y a veces requiere tratamientos con ansiolíticos y antidepresivos.

Reiteró que, dependiendo de cuáles son “los eventos y las sensibilidades personales”, también es posible que se requiera o no acompañamiento psicoterapéutico.