Este viernes se conmemora el Día Internacional Contra la Depresión, una enfermedad que afecta a 300 millones de personas en el mundo, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunos de los síntomas más frecuentes pueden ser ansiedad, necesidad de dormir más de lo habitual, inquietud, cambios en el apetito y pérdida de energía, aunque depende de cada caso y, en ocasiones, puede que la persona que la sufre no la identifique como tal.

“La depresión comprende una categoría clínica” que se utiliza en psicología y psiquiatría para diagnosticar algunos estados y síntomas que se relacionan con “la falta de querer seguir adelante o sentir que se produce un bajón”, explicó a _la diaria _ la psicóloga y docente Cecilia Baroni. Aunque la enfermedad “tiene diferentes formas de expresarse”, por ejemplo, a través de la irritabilidad, el enojo y la desesperanza, a veces las personas denominan depresión a “períodos desanimados que no siempre significan lo mismo”.

Remarcó que el estado depresivo es “multicausal” y se relaciona con factores externos e internos de cada uno. “Se instala una forma de sufrimiento con el cual la persona no puede sola”. Ante el diagnóstico, se pueden aplicar tratamientos farmacológicos con distintas combinaciones de fármacos, sobre todo, “en los casos más agudos”. A su vez, el tratamiento puede complementarse con terapias y “un estilo de vida que pueda ayudar a entender o incorporar la idea de que vale la pena vivir”.

Según Baroni, en algunas oportunidades, ante la depresión, “alguien se presenta con el discurso de que hay que salir y distraerse”, pero eso, a veces, no alcanza. Si es patológico, el estado depresivo se instala y necesita abordajes más complejos e integrales. De este punto surge la importancia de diferenciar entre depresión, ansiedad y tristeza.

“La ansiedad y la tristeza son mecanismos naturales” que tenemos las personas para reaccionar ante “algunos temas” de la vida. Frente a ambos, es importante identificar la causa y el por qué nos sentimos así, y “cuanto más claro es el hecho, es más seguro que pase”. Pero cuando la tristeza o la ansiedad no son pasajeras, es decir, cuando “interfieren en nuestros hábitos e interrumpen rutinas”, hay que estar atentos, porque seguramente se trate de una depresión. “Muchas veces la propia persona no lo puede identificar” y es el afuera el que lo hace.

Por último, consideró que si bien “no hay que patologizar todo lo que nos pasa”, es necesario “tomar conciencia de la importancia de conocernos y saber cuáles son nuestras formas” para pedir ayuda, siempre y cuando sea necesario y se logre identificarlo como tal. Además, remarcó que cuidar de la salud mental “también es un deber de los Estados”.

Plan Nacional de Salud Mental

En cuanto al rol del Estado en las patologías mentales, el Plan de Salud Mental 2020-2027 del Ministerio de Salud Pública (MSP) es una “herramienta” para poner en práctica las políticas de salud vinculadas que “garanticen el derecho a la salud”. Según la cartera, el documento surge como una necesidad, para dar cumplimiento a lo establecido en la Ley de Salud Mental 19.529, aprobada en 2017.

El plan incluye algunos datos sobre la depresión. Entre otras cosas, afirma que continúa ocupando “la principal posición entre los problemas de salud mental prevalentes” y que es “dos veces más frecuente en mujeres que en hombres”. En 2015, la prevalencia de trastornos depresivos en las Américas fue “entre 4% en hombres y casi 6% en mujeres”, según la guía.

Por otra parte, la “transición demográfica” que está ocurriendo en la región es un reto para los sistemas de salud. Por ejemplo, los problemas de salud mental “prevalentes y neurológicos en las personas mayores”, entre ellos, la enfermedad de Alzheimer y la depresión, que cada vez contribuyen más significativamente “a la carga” de enfermedades no transmisibles.

Si bien en nuestro país “no existen registros” sobre la cantidad de personas afectadas, lo que puede concluirse a través de los registros de la Historia Clínica Electrónica Nacional y de estudios internacionales es que son alrededor de 54.000 personas las que padecen “algún tipo de demencia”. La depresión y la ansiedad “son frecuentes en las personas mayores”, aunque poco tratadas por ser “erróneamente consideradas parte del envejecimiento” o por “desconocimiento de los profesionales”.

Con relación a otros trastornos mentales que aumentan su prevalencia con la edad, se deben destacar tres: la depresión, la ansiedad y los suicidios. Según datos de 2018 de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en las Américas la prevalencia de demencia en las personas mayores está entre 6,46% y 8,48% con relación a otros trastornos mentales como la depresión, la ansiedad y los suicidios, “que aumentan su prevalencia con la edad”.

En Uruguay la discapacidad por enfermedades no transmisibles ocupa “casi el 90% del total de los años perdidos por discapacidad” y los trastornos mentales, 33%. En cuanto a la discapacidad, según cada trastorno específico, la depresión y la ansiedad son los que ocupan los mayores porcentajes, con “7,6% y 5,2% respectivamente”.

El plan plantea algunas estrategias que deben ser implementadas a través del trabajo interinstitucional y multidisciplinario. Propone “ampliar la cobertura a prestaciones psicoterapéuticas y psicosociales”, definir e implementar pautas para el abordaje farmacológico y no farmacológico de la depresión en personas mayores y capacitar en la detección y el abordaje de las problemáticas de la salud mental de las personas mayores con una perspectiva de derechos humanos.