El encuentro “Desafíos y oportunidades en primera infancia”, que se desarrolló este martes y fue organizado por Uruguay Crece Contigo y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, fue el marco para la presentación de ocho proyectos vinculados a los primeros años de vida, financiados por el Fondo Sectorial de Primera Infancia. Investigadores de diferentes áreas y centros educativos públicos y privados, nacionales e internacionales, presentaron investigaciones que relacionan la primera infancia con la salud mental, los hábitos de sueño y la exposición a las pantallas, entre otros.

Factores críticos asociados a la salud mental en la infancia es la investigación elaborada por cinco investigadores de la Universidad de la República (Udelar) y de la Universidad de San Pablo. La presentación estuvo a cargo de Gustavo Giachetto, profesor de clínica pediátrica de la Facultad de Medicina de la Udelar.

Para esta investigación, se compararon las cohortes de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (Endis) correspondientes a 2013 y 2018. En principio, como objetos de la investigación, partieron de varios puntos, entre ellos, la consideración de que los trastornos de salud mental constituyen “un problema de salud pública” y que los primeros años de vida son “un período crítico para el neurodesarrollo y la formación de patrones reguladores emocionales” que afectan a la salud mental. A su vez, de la afirmación de que la salud mental y los trastornos vinculados están conectados con factores prenatales, perinatales y ambientales.

La investigación resulta pionera en el área, ya que, según los propios investigadores, en Uruguay existe escasa información sobre la prevalencia de problemas en salud mental en la primera infancia. Por ello, uno de los principales objetivos fue generar conocimiento sobre estas afecciones en menores de cinco años, a partir de las bases de datos de la Endis y de la asociación con algunos factores de riesgo.

Los investigadores comentaron que si bien nuestro país no cuenta con datos puntuales, “hace algunos años” se observa en la evidencia internacional -que de hecho “también es escasa en países de bajos y medianos ingresos- un aumento en los trastornos de ansiedad, los problemas de atención y el comportamiento agresivo en “niños grandes” y adolescentes. De hecho, eso decanta en que los problemas que “muchas veces” se detectan en la edad adulta no comienzan en esa etapa, sino que se manifiestan en la infancia, un período “crítico” que “moldea”.

Puntualmente, la investigación utilizó los resultados de CBCL, el test psicométrico que utilizó la Endis, y agrupó resultados extrayendo el puntaje de los problemas internalizados (comportamientos y alteraciones psicológicas del ámbito emocional que dañan “el interior”), el puntaje de los problemas externalizados (relacionados a lo conductual, produciendo conflictos que incluyen lo externo) y los puntajes totales.

Hallazgos y recomendaciones

Lo que se observó comparando los conjuntos de datos de 2013 y 2018 fue “un aumento significativo” en los puntajes en los problemas internalizados (13%), externalizados (8%) y en los totales (8%).

En el desglose, que permite saber “cuáles son los problemas mentales más frecuentes”, lo que se observa es un mayor aumento de comportamientos reactivos, de retracción emocional y del comportamiento ansioso. De todas maneras, se aclara que los aumentos se calculan “sin valorar los factores de riesgo asociados”.

Cuando se vincula con el estatus socioeconómico de cada niño o niña y comportamientos manifestados, se observa que los problemas “son más notorios en los terciles de ingresos más bajos” y “menos notorios en los más altos”, en los que no hay casi modificaciones. “En el tercil de ingresos más altos no hubo casi aumento en los problemas de comportamiento”, entre 2013 y 2018, pero en los más bajos y medios se observa “un aumento de los comportamientos ansiosos, depresión, aislamiento y problemas del sueño”.

Las posibles variables que se analizan como factores de riesgo prenatales, perinatales y del niño son muy variadas e incluyen, por ejemplo, si la lactancia fue exclusiva, el bajo peso al nacer, el ingreso familiar y si fue un embarazo deseado. A partir de ellas, “se observa que [en cierta medida] todas las variables se asocian con los problemas totales, internalizados y externalizados”.

Victoria Estévez y Cecilia Sena, durante el cierre de la actividad.

Victoria Estévez y Cecilia Sena, durante el cierre de la actividad.

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Como conclusión general, y “la más preocupante”, los investigadores agregaron que, a pesar de que cuando se analizan las cohortes “hay modificaciones en las características económicas de cada una” y “se puede decir que hay una mejoría en condiciones socioeconómicas del 2018 [respecto de 2013]”, los problemas de salud mental, en general, aumentan “independientemente de los status socioeconómico”.

Más específicamente, en la comparación de las cohortes, “se lee un aumento de la prevalencia de los problemas emocionales y de comportamiento”, y “preocupa” la reacción emocional, el aislamiento y los comportamientos agresivos en la franja considerada.

Por otra parte, Giachetto hipotetizó que, en la actualidad, en un escenario pospandemia, “seguramente estamos en una situación peor”. A su vez, el investigador planteó que “hay algunos otros cambios” sociales que si bien no están documentados en la encuesta utilizada para la investigación, por lo que no es posible medirlos concretamente, “se sabe que en la región hubo un cambio en el ambiente en el que crecen los niños”, que se traduce en “mayor inseguridad y violencia” y, en cierto modo, “pueden justificar los problemas de los niños”.

Esta conclusión fue uno de los puntos que los investigadores tomaron para intentar contribuir con ideas a aplicar en la política pública, uno de los principales objetivos del encuentro. En este sentido, se propuso a las instituciones competentes evaluar, a partir de estos resultados, “qué estamos haciendo” en algunas áreas, por ejemplo, de cuidados críticos y pobreza, “más allá de lo que se hace en el sector de la salud”. A su vez, considerar el posible avance en el desarrollo de un sistema informático que cruce datos y permita obtener “indicadores más exactos” que a la larga se traduzcan en más y mejores políticas.