Al hablar de demencias, el alzhéimer puede ser el primer y único tipo en el que se pueda pensar, y eso no es casualidad, ya que en Uruguay y en el resto del mundo es el tipo de demencia más frecuente. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en la actualidad más de 55 millones de personas tienen demencia y la mayoría vive en países de ingresos medios y bajos. A su vez, la demencia está atravesada por el género: la mayoría de quienes la padecen y de quienes cuidan son mujeres. De acuerdo al organismo internacional, las mujeres presentan unos índices “más elevados” de años de vida ajustados en función de la discapacidad y de mortalidad como consecuencia de la demencia, a su vez, “son las responsables del 70% de las horas de cuidados” que reciben las personas que padecen la enfermedad.

Por su alta prevalencia, este tipo de enfermedades indiscutiblemente generan un gasto elevado para los sistemas de salud, y por ello son un tema de preocupación para los especialistas que se dedican cada vez con más énfasis a generar diagnósticos diferenciales y lo más precisos posibles, a reunir y compartir datos, y siguen con detenimiento posibles fármacos que al menos frenen el avance de la enfermedad. Asimismo, entienden que, en parte, falta para que se considere globalmente como un problema de salud mundial actual y futuro.

Alzhéimer, la más frecuente

En diálogo con la diaria, Sergio Dansilio, neurólogo y profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República e integrante del equipo docente del Instituto de Neurología del Hospital de Clínicas, repasó algunas particularidades del alzhéimer, entre ellas, cuáles son los síntomas clínicos que presentan los pacientes y qué pueden recomendar los especialistas para mejorar la calidad de vida de quienes lo padecen y de su entorno más cercano.

A grandes rasgos, explicó que las demencias constituyen “un deterioro general” de dos polos: cognitivo y de las emociones. “Antiguamente”, se mencionaba a la demencia como una “enfermedad de la inteligencia” vinculada a conceptos como la memoria y el juicio, pero luego se fue incluyendo la afectación de otros aspectos emocionales. Si bien algunas demencias al principio se expresan por la condición cognitiva, otras lo hacen a través de cambios en el comportamiento social, o sea, afectan “las tareas de la persona” y “cómo las piensa”. Otro aspecto importante es que “son consecuencia de un daño cerebral”, tienen una base en el encéfalo, son producto de alteraciones del tejido cerebral, con distribuciones diferentes que marcan las diferencias clínicas de cada cuadro. Para que se considere demencia “se debe encontrar una explicación a nivel cerebral”, si no se trata “de otra cosa”. 

Dansilio puntualizó en el alzhéimer por ser el tipo de demencia más frecuente en el mundo y, en consecuencia, la “más conocida”, ya que significa “el 60% de todos los tipos de demencias” en adultos y adultos mayores. Se estima que en Uruguay unas 50.000 personas padecen esta enfermedad y se espera que “en 2050 habrá 112.000 casos de alzhéimer, es decir, un crecimiento del 107%”, según datos del Ministerio de Salud Pública (MSP).

El especialista acotó que el alzhéimer “es una pandemia” y que se estudia y se caracteriza “cada vez mejor”. En general, suele tener una relación con “alteraciones de naturaleza vascular”, es decir, que quienes lo padecen suelen ser personas, por ejemplo, hipertensas o diabéticas. Por ello “se trata de que la población entienda” que aunque exista un factor degenerativo en la enfermedad, hay otros “que son tratables y prevenibles” e inciden sobre la edad de aparición, como el deterioro.

En cuanto a la presentación clínica, detalló que el paciente tiene “falta de conciencia de morbidez”, en otras palabras, no contempla lo que le está pasando. En principio, las primeras expresiones que se afectan son las de la “memoria episódica” porque “se ve afectada la capacidad de fijar nuevos recuerdos”. Explicó que cuando el paciente escucha algo en un momento determinado, “se pone a buscar algo para mostrar, se distrae, pasan los minutos y hay que reiterar lo dicho porque se olvidó”. Por el contrario, “no se afecta la memoria compartida”.

Reiteró que quien sufre la enfermedad “no es consciente”, aunque en algunos casos puede haber “momentos de conciencia” en cuanto a su situación, pero no es muy frecuente y suelen ser breves. El “deterioro de la memoria” que también “afecta el lenguaje” afecta la capacidad de integrar “lo emocional”, de gestionar las emociones. También se afecta la orientación en el espacio, y varias de estas manifestaciones o síntomas suelen aparecer en los primeros cuatro años de la enfermedad. La depresión y la paranoia también pueden ser síntomas.

Si bien las demencias o la enfermedad en sí misma no tienen tratamiento, Dansilio consideró que “el paciente y la familia sí lo tienen”; fundamentó que la medicina “no trata enfermedades sino seres humanos” y, por lo tanto, la calidad de vida “es un objetivo” que se busca para el paciente y para quien lo cuida, porque no es un problema sólo del paciente si no de sus cuidadores, que, de hecho, al ser en su mayoría mujeres, lo transforma en “un problema de género”. 

Otro de los objetivos es lograr “la autonomía”, que el paciente pueda ducharse, preparar su desayuno, acciones que, sobre todo cuando la enfermedad ya tiene cierto grado de avance, significan “grandes ganancias”. Comentó que se están estudiando factores que previenen el deterioro, algunos de ellos son dietas adecuadas, actividades sociales, actividad física y actividades de estimulación cognitiva. “Llegar a una meseta” en la que la enfermedad, por lo menos, “se estabiliza y no avanza” ya “es mucho” para la persona y su familia.

Respecto de la dimensión que se le da al tema a nivel social, sanitario y en otras áreas, consideró que tal vez “en lo general” hasta ahora no se tomó con “la fuerza” suficiente. Con referencia al plano político, sostuvo que tanto administraciones del MSP anteriores como la actual, que, por ejemplo, este año firmó un Plan Nacional de Demencias, han tomado el tema con relevancia para “instalarlo”, pero la dificultad es que los esfuerzos “no se continúan” con la fuerza necesaria. Falta incidir y entender que es algo que “quita calidad de vida” y conforma “un problema social”. Consideró deseable que se insistiera, por ejemplo, en la educación de la población.

Diagnósticos diferenciales

Cada tipo de demencia presenta sus diferencias y llegar a ellas no es sencillo, tampoco está del todo claro al inicio. Aún así, los especialistas cada vez se sirven más de diferentes disciplinas para llegar a diagnósticos lo más certeros posibles.

Silvia Vázquez, especialista en medicina nuclear y, entre otras cosas, exdirectora del Centro de Imágenes Moleculares del instituto argentino Fleni, al que aún pertenece, concurrió a Uruguay convocada por la Academia Nacional de Medicina para compartir algunas actualizaciones y reflexiones sobre el diagnóstico diferencial de demencias. En uno de los intercambios que se generó en el Hospital de Clínicas, dialogó con la diaria y puntualizó algunas características de la actualidad de los diagnósticos.

Según Vázquez, en la actualidad “es complejo” hacer un diagnóstico diferencial. “La realidad es que se cuenta con herramientas que ayudan a poder ser más específicos”, algunos son los antecedentes familiares, los exámenes de laboratorio, las imágenes o el nivel de deterioro cognitivo de los pacientes. “Todo ayuda a tener mayor precisión en el diagnóstico” y lo “positivo” es que cuánto más preciso, “más efectivo el tratamiento”. A su vez, llamó a considerar que al realizar un diagnóstico los profesionales “deben escuchar”, contemplar lo que dice la familia y entender que los cambios en los pacientes pueden ser “muy variados”. 

Sobre los tratamientos con fármacos, comentó que la industria está “trabajando mucho” en algunos que contribuyan a la “detección temprana” y que próximamente se implementará un “anticuerpo monoclonal” sobre el que hay “bastantes expectativas”. Acotó que por un tema de costos, por lo menos al principio, se espera que no sean de acceso universal.

Asimismo, coincidió con Dansilio en que los cuidadores o familiares de los pacientes cumplen un rol fundamental en los tratamientos de las demencias que “son una pandemia”, y hay que actuar, entre otras cosas, porque significan un gasto de salud agregado que “no se va a poder sostener”.