Si bien la Ley de Salud Mental (19.529) se aprobó en 2017, antes hubo un trabajo parlamentario y, sobre todo, militante, que hizo posible la existencia de la normativa y los aspectos que se consideraron en el texto. Los aportes no estaban en un formato que los reuniera a todos y que visibilizara el origen de cada idea, sobre todo de las comunitarias. Es por esto que la psicóloga y activista Cecilia Baroni, en su libro Historias de la locura en Uruguay, visibilizó el trabajo colectivo.
“Cuando se aprobó la ley, se invisibilizó todo lo que implicó, sobre todo el movimiento social, el proceso y lo que cuesta esto a algunos movimientos”, explicó Baroni en diálogo con la diaria. “Cuando empecé el doctorado de historia, en la Facultad de Humanidades, me di cuenta de que hay mucho trabajo que, si no era escrito, iba a quedar en el olvido, entonces tuve la posibilidad de unir la vida académica y la militante”.
Fue clave plasmar “el esfuerzo del movimiento antimanicomial por cambiar el marco jurídico; hoy nos damos cuenta de que fue muy importante porque tenemos tres o cuatro planes que fueron muy ambiciosos, pero lograron poco. La ley, más allá del ritmo que lleve, tiene otro peso y requiere un mayor compromiso del Estado”, sostuvo.
Por otra parte, recordó que no tenemos historia sobre las radios comunitarias; Radio Vilardevoz surgió “y pudo hacer muchas cosas porque no se quedó en el ámbito sanitario”, entonces, “reconocer y agradecer a muchos colectivos y a la gente que hace muchas cosas y que tal vez nadie les va a preguntar nada porque las hace de a poquito, pero acá quedan mencionados y abren las puertas para nuevas investigaciones”.
A su vez, se refirió al lenguaje del libro y a la intención de “no maquillar”. La extensión universitaria “implica hablar el lenguaje de la gente, con la gente”; la intención era que los usuarios de Vilardevoz lo lean y puedan reconocerse, por eso, por ejemplo, la locura se nombra como tal. “Enloquece mucho, frustra y entristece la falta de reconocimiento, que un otro no reconozca tus aportes”, finalizó.
El antes del movimiento antimanicomial consolidado
El libro dedica apartados a todo lo que Baroni resaltó: las radios comunitarias, el encierro, “la etapa del abandono”, “la visibilidad de lo invisible” y otros puntos que desembarcaron en el movimiento antimanicomial consolidado que conocemos hoy en Uruguay.
Sobre la militancia destaca como ejemplo estrella a Vilardevoz, un espacio que hasta hoy se sostiene de forma autogestionada por “el trabajo compartido entre locos y locas”, un grupo conformado por psicólogos, docentes, estudiantes, vecinos, personas que están o han estado internadas, usuarios de salud mental, personas con diversos padecimientos mentales, familiares, amigos y actores sociales.
Las personas que participan en Vilardevoz, aunque sea por una única vez, “tienen derecho a voz y voto; por esta razón y por otras, han decidido que sus espacios sean abiertos, que no haya listas de espera ni cupos, ni horas de comienzo o de finalización, ni sanciones por faltar, ni obligación de asistir. Así, con la inclusión de ideas, “Vilardevoz ocupó un espacio que estaba vacío en una institución [como el hospital] que es considerada productora de deshumanización y de arrasamiento de la subjetividad, al generar una práctica comunicacional y participativa basada en construir procesos colectivos donde las personas son constructoras de sus propios procesos”.
En 2011, Vilardevoz emprendió la campaña Rompiendo el silencio, tras haber obtenido la financiación del Banco Mundial al presentarse al concurso.
Comunidades con Voz y quedar seleccionada. La campaña se desarrolló con el objetivo de colocar en la agenda política y el debate en el espacio público la temática de la salud mental y, específicamente, dar a conocer el anteproyecto de la Ley de Salud Mental; esta fue una de las tantas acciones que el colectivo realizó por la ley 19.529, aprobada desde 2017.
El colectivo se pudo abocar a promover y protagonizar el debate sobre las condiciones de la salud mental en Uruguay, en sus aspectos legales, además de “cuestionar el imaginario social que rodea la locura y la enfermedad mental”, al entrevistar a figuras decisivas en el área de la salud y encontrarse con diferentes actores de las comunidades a las que se iba. La campaña consistió en la organización de desembarcos en varios departamentos del país y en red con otras radios comunitarias e instituciones.
Antes, en 2009, el Ministerio de Salud Pública convocó la formación de una comisión para trabajar en torno a una propuesta de anteproyecto de ley, la cual estuvo integrada por diversas organizaciones. El grupo de trabajo avanzó en una propuesta que quedó trunca, por diferencias. Vilardevoz decidió tomar lo elaborado como insumo y entrevistar en la radio a algunos de los integrantes de la comisión, como el psicólogo Nelson de León, quien participó en calidad de representante de la Facultad de Psicología.
En cada desembarco se hizo una mesa con actores locales. Cada radio y lugar visitado significó hacer red, tejerla, alimentarla, ir sumando experiencias. Las radios, en sus diversas formas, “se comprometen con las problemáticas de su comunidad y ven en esa herramienta una forma de visibilizar y de colectivizar lo que acontece”, pero también de darle reconocimiento a sus pares y, por ende, darle otro uso a los medios de comunicación: el que sus integrantes van necesitando.
En su cierre, el libro destaca que “uno de los mayores alicientes en la etapa del olvido” es la existencia de un movimiento social que permitió visibilizar las problemáticas del campo de la salud mental desde una concepción que sostiene que los procesos de salud y enfermedad “no solo son procesos individuales, sino también colectivos y dinámicos”.
En el marco de una ley de presupuesto en la que el Poder Ejecutivo aplazó el cierre de los dispositivos monovalentes hacia 2029, Baroni remarca que “promover alternativas a lo manicomial implicará revisar los aspectos éticos de las prácticas profesionales, redimensionar la relación técnico-paciente, así como la promoción de abordajes de carácter interdisciplinario” y que, en estos procesos que llevan años, el aporte de la comunidad y la militancia organizada es fundamental.