En un extremo, una pequeña ala traslúcida danza sobre la intuición de su naturaleza corporal; en el otro, un ala de plomo susurrante soporta el peso del rito sexual de la civilización.
En cada nueva aventura la artista nos invita a preguntarnos hasta cuándo puede evolucionar y la respuesta sigue siendo la misma: el ciclo de esta monarca no tiene fin.