Con 51 años, Fernando Pereira sabe que está cerrando un ciclo. En diálogo con la diaria, en la sede de Jackson, el presidente del PIT-CNT reflexionó sobre el futuro del movimiento sindical, que este fin de semana celebra su congreso. Apuesta a la renovación y a un mayor involucramiento de mujeres y jóvenes. Y también habla sobre métodos: “El conflicto más duro no es el que más suena, sino el que más gente convoca”, insiste. En materia de educación, remarca que ninguno de los proyectos educativos que se están discutiendo en Uruguay sería viable con una asignación presupuestal menor al 6% del Producto Interno Bruto (PIB).

¿Cuál es tu vínculo actual con Articulación?

Yo me siento parte. Fui fundador y además creo que es un criterio sindical válido y actual. De alguna manera defiende una construcción sindical amplia, plural, participativa, y al mismo tiempo da mucho oxígeno al movimiento porque nuclea a compañeros y compañeras que venimos de lugares muy diferentes. Para mí la unidad se construye a partir de ser tolerantes. No hay ninguna unidad posible si cada uno clava su posición y de ahí no se mueve, porque tenemos que ser suficientemente flexibles para buscar el acuerdo. Soy parte de Articulación, pero eso no me hace no escuchar posiciones de otros que respeto mucho, incluso fuera del movimiento sindical, porque no podemos estar ajenos a la sociedad. El movimiento sindical no puede sentirse que es el líder de la sociedad, sino que es un lugar compartido con múltiples actores: organismos vinculados al feminismo, a los derechos humanos, entre otros.

¿Articulación es parte de la corriente Gerardo Cuesta?

No.

En el lanzamiento hubo quienes lo incluyeron.

Construimos un documento común entre ambos, que plasma una forma de ver al movimiento sindical como clasista, de lucha, independiente, pero no indiferente. Eso lo vamos a defender quienes integramos Articulación y quienes integran la Gerardo Cuesta. Atender a los más débiles ha sido una preocupación de este movimiento sindical. El crecimiento del salario en estos últimos 12 años fue de 54% aumento real, pero el de los salarios más bajos es bastante mayor porque hubo una preocupación de la dirección de que esos salarios aumentaran de una forma diferencial. Lo mismo con la ley de responsabilidad penal empresarial; uno podría pensar que es para los sindicatos más grandes: no, ya lo tenían. Fue pensada particularmente para los sindicatos más chicos. También la ley de empleo para las personas con discapacidad y el fondo de insolvencia patronal. Siempre están en la mira los más débiles.

Hay quienes les critican la pérdida de independencia.

Nosotros no perdemos independencia ni un minuto. Si mirás la conflictividad de los sectores vas a encontrar un sindicato de la corriente de Articulación y de la Gerardo Cuesta. El conflicto más duro no es el que más suena, sino el que más gente convoca, el que más conmueve. Para lograr las ocho horas del trabajador rural y cuatro convenios del sector doméstico se colocó toda la estructura del PIT-CNT al servicio de estos sindicatos, que tenían decenas de afiliados y necesitaban fuerza para conquistar estos derechos. Ser independientes es no consultar al gobierno ni a los partidos para tomar una decisión, pero desde ningún punto de vista significa ser indiferentes. Para cualquier dirigente sindical no es lo mismo tener negociación colectiva que no tenerla, ni Consejo de Salarios que no tenerlos, ni un Sistema Integrado de Salud que integra a tus hijos. Entiendo que el pasaje del tiempo a muchas generaciones les puede hacer pensar que estos derechos se tuvieron siempre, pero no. Estos derechos los conquistamos con lucha y movilización, con sindicatos preparando su plataforma y el Palacio Legislativo repleto. Ahora, falta mucho camino por recorrer. Si tenemos 400.000 trabajadores que ganan menos de 20.000 pesos, naturalmente no pueden vivir de ese salario, con lo cual hay que pensar en políticas que vayan en la misma dirección de aumentar más los salarios sumergidos que los otros. Que haya gente que viva en instalaciones muy rudimentarias significa que no pudimos ser todavía suficientemente escudo de los débiles para atajar la exclusión social. Y eso implica ponerse en su lugar. No construir una voz alternativa. La voz es de ellos, nosotros sólo tenemos que poder transmitirla. Entonces, independencia al máximo, y hay una prueba demostrativa: no hay ningún movimiento sindical en América latina –y no conozco en el mundo– que le haya hecho tantas movilizaciones a un gobierno de izquierda, de derecha o de centro, más que el PIT-CNT. Que digan lo que quieran, pero nosotros tenemos un norte claro que es la construcción de un país productivo con justicia social y desarrollo democrático. Hemos compartido el camino con sectores vastos de la sociedad –incluyendo los políticos–, y en otros no.

¿Cómo caracterizarías al gobierno?

Para analizar al gobierno tengo que mirar los 12 años. No soy de los que creen que los procesos son de acuerdo a quien gane. Y en este tiempo el movimiento sindical encontró en algunos de los temas una sensibilidad importante. La convocatoria a los Consejos de Salarios, la libertad sindical, las tercerizaciones, la responsabilidad penal empresarial, las licencias de los trabajadores privados construyeron un modelo protector de los derechos laborales de los trabajadores, y esta es una parte que aplaudimos. Ahora, para esto se necesita además un movimiento sindical que empuje y luche. En muchos temas tenemos diferencias muy importantes, por ejemplo en cómo se ha tratado el tema de derechos humanos, la inserción internacional, la distribución de la riqueza –en particular, que no se le grave más al sector más poderoso de la sociedad–.

¿En educación?

Todos los proyectos educativos que leo se precisa más del 6% [del PIB] para llevarlos a la práctica, compártase o no la manera. Puedo entender que alguien diga que sólo con dinero no se resuelve el problema, pero lo que es seguro es que sin dinero no se resuelve. No hay ni un solo ejemplo en el mundo que invirtiendo menos de esa porción haya logrado un modelo educativo de calidad para toda la sociedad.

En términos de violencia, en el acto del 1º de mayo Abigail Puig fue la única que se mostró autocrítica y dijo recibir varios rechazos. Unos días después, en el Encuentro de Género, Diversidad y Equidad de la central, lo valoraste. ¿Qué devoluciones tuviste de esto?

Positiva. En el movimiento sindical no hay lugar para violentos, sea con su pareja, con sus compañeros o con sus hijos. Todos los que hemos detectado dejaron de ser parte del PIT-CNT, y vamos a seguir en esa línea. Es una realidad dolorosa. A veces pensamos que sólo vienen a nosotros por un consejo sindical, y muchas veces lo que los compañeros necesitan es un abrazo o un oído. Nos tenemos que involucrar en cuerpo y alma. Las sociedades no cambian sin amor, y es particularmente de amor una actividad sindical. Y el que no lo siente, que no lo haga. Porque no se puede trabajar por el otro sin sentir amor, incluso por el que nunca viste. Claro que hay que tener un movimiento fuerte, combativo, de lucha, clasista, pero también sensible y amoroso, y esta parte es la que nunca tratamos de mostrar, pero hay que hacerlo. Yo quiero mostrar la cara de la lucha del conflicto, de la contradicción de clases, pero también quiero mostrar la clase de amor que dio su vida por los compañeros y la democracia. No hay que dejar de tener cariño por los demás para tener una posición firme. La firmeza no es tener una voz dura, es tener convicciones, y la firmeza mayor es poder cambiarlas cuando alguien te convence de lo contrario.

¿Pensás que hay espacio en el movimiento sindical para la renovación generacional?

Tiene que haber. Sería suicida que uno dijera “me voy a quedar hasta el día final”. Yo creo que son imprescindibles los que luchan toda la vida, pero no hay por qué luchar desde el lugar de la presidencia. Se puede luchar desde un comité de base, desde la ONAJPU [Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados y Pensionistas del Uruguay], desde el territorio, desde una organización de derechos humanos o desde una medioambiental. Para que esos lugares se abran uno tiene que dar perspectivas de trabajo. Son cientos de jóvenes los que levantan las banderas del PIT-CNT, y aunque no los vean, están. Marcelo [Abdala] y yo somos conscientes de que estamos terminando un ciclo y de que tenemos que ayudar a cerrarlo nosotros mismos promoviendo la participación de mujeres en los organismos, y también tiene que haber un salto generacional. Los jóvenes no van a agarrar la bandera de la misma manera, porque están construyendo sus propios horizontes, sus propias esperanzas y sus propias utopías. Y yo no quiero que levanten las mías, sino el legado de las mías.

¿Cómo ves que repercute el cambio en el ciclo político en la región en Uruguay?

Terrible. Son sistemas que nos preocupan porque hay un retroceso en materia laboral, económico y en la integración social. Vamos a permanecer en la región, entonces en este contexto nos tenemos que mover con una contraofensiva muy fuerte de la derecha continental.

¿De qué manera?

Acá en Uruguay hay que poner todas las herramientas arriba de la mesa para que la gente decida, y eso lo vamos a respetar. Ahora, vamos a dar cuatro señales de cosas que nosotros no vamos a permitir que nos quiten sin pelear: las leyes laborales que se han conquistado no las vamos a abandonar, tampoco la pelea por el presupuesto educativo, no vamos a dejar que se vulneren los derechos de los trabajadores sindicalizados y vamos a pelear por el sector más débil de la sociedad. Todos los candidatos a la presidencia tienen que saber que estas banderas el movimiento sindical no las va a dejar. Somos un movimiento que tiene ideas, programas, propuestas y un método de lucha, y eso lo vamos a mantener.

¿Pensás que Uruguay necesita una reforma laboral? En tal caso, ¿sobre qué puntos?

Sí, pero para profundizar los derechos. En sentido contrario a lo que se está haciendo en el mundo. Hay muchas cosas para hacer: una ley para el empleo de personas con discapacidad y el fondo de insolvencia patronal son reformas laborales. Pero también hay que discutir el trabajo del futuro y que eso no signifique pérdida de puestos de trabajo ni de derechos, y para eso hay que discutir renta básica universal, reducción de la jornada laboral, formación profesional. La fotografía de los trabajadores hoy es distinta a la que tenemos en el mural de la central.

Y a nivel de seguridad social,¿qué tipo de cambios te imaginás para la realidad actual?

Algunas reparaciones parciales ya hicieron, como con los cincuentones, cambios en las políticas de seguro de paro y en las de asignaciones familiares. Ahora, se necesita una reforma más profunda y una de las claves es tener una seguridad social sin fines de lucro, es decir, sin AFAP.

Decías que se está cerrando un ciclo para vos, ¿si te postulan para presidente vas a aceptar? ¿O estás pensando en política partidaria?

No, sólo he pensado en ser dirigente sindical. Mis compañeros de sector saben que voto a la Vertiente [Artiguista] desde el primer día, pero no fui candidato nunca a un cargo elegible ni lo voy a ser en este período de tres años. Mi único objetivo hoy es presidir de la mejor manera, con otros compañeros, la central sindical. Espero que no me pase que cuando me vaya de acá me tiente opinar de las decisiones que tome la futura dirección, porque ese no es mi papel, sino pasar la antorcha prendida. Nadie es dueño de la verdad. Todos tenemos una partecita. El tema es que nos abrazamos tanto a esta, que creemos que hay una sola.

De cara al congreso, ¿pensás que tiene que haber elecciones con varias listas o vas a bregar por una única lista?

Voy por una única lista, que sea representativa de lo que creemos que es la foto del congreso. Voy a trabajar por eso hasta el último minuto. Si no se llega a un acuerdo de cuál es la foto real del congreso, va a haber listas. Pero no es nada traumático. Votar es un gesto de alegría.

¿Qué prioridades pensás que tienen que salir para reivindicar en la Rendición de Cuentas?

Educación y el 6%. No es una consigna porfiada, no hay posibilidades de cambios de otra manera, y esto supone un dilema para el gobierno: o cumplir su promesa de alcanzar el 6% o cumplir su promesa de no colocar impuestos. Y tiene una decisión difícil por delante, pero para mí es clara en el sentido de apoyar a los más débiles, y estos son los atendidos por la educación pública uruguaya. Faltan muchas cosas para resolver en la educación, y para eso se necesita un presupuesto adecuado. En salud también, para que el trato de un paciente de la salud pública sea el mismo que el de uno de la salud privada. Por otro lado, la vivienda es un tema fundamental: hay que alcanzar viviendas populares en los sectores de asentamiento, y eso supone un Plan Nacional de Viviendas que de alguna manera contemple a los que pueden comprar su vivienda, pero también a los que tienen muchas dificultades.

¿Y la plataforma hacia las elecciones?

Los objetivos son los mismos. Necesitamos que la gente viva de su trabajo. O sea que tiene que haber trabajo y promoción de los sectores que son constructores de trabajo y al mismo tiempo un salario adecuado para poder vivir. Tiene que haber políticas sociales que contemplen a los sectores de mayor vulnerabilidad y mayor distribución de la riqueza, y tal vez aquí esté el desafío más grande, que es cómo el sector más poderoso de la sociedad cede posiciones mínimamente para que el sector más débil pueda tener un nivel de vida adecuado. No va a ser fácil, porque estos sectores se resisten a que los toquen, pero como decía Luis Eduardo Aute: “De alguna manera tendré que intentarlo”. Finalmente, siempre hay que trabajar para que las cosas cambien, porque las cosas no cambian si uno no se propone cambiarlas. No hay que dar ninguna lucha por perdida.