En los días previos al XIII Congreso del PIT-CNT, la diaria inicia una serie de entrevistas a referentes de las distintas corrientes que integran la central de trabajadores. La primera es con Marcelo Abdala, secretario general del PIT-CNT y figura de la corriente sindical Gerardo Cuesta, que se presentó recientemente.

¿Van a trabajar para que haya una lista única en el congreso?

Siempre vamos construyendo la unidad. Este congreso será exitoso si define una orientación para el período, en un momento en el que en América Latina predominan los componentes de la contraofensiva de las clases dominantes y del imperialismo, y en el que creemos que en Uruguay podemos derrotar esa contraofensiva y despejar un camino para profundizar los cambios. También lo será si define un importante nivel de iniciativa desde la independencia de clase, si fortalece la organización y el protagonismo de los trabajadores para llevar a la práctica esas cuestiones, y, en ese cuadro, si elige una dirección adecuada para esas tareas. Siempre, y en todo momento, llevamos adelante los debates y las discusiones tratando de que prospere la unidad, que siempre en el movimiento obrero es unidad de clase, unidad ideológica y unidad en la diversidad por las distintas formas de concebir que existen, que son todas legítimas.

Ustedes plantean que hay que construir el bloque social de los cambios. ¿Quiénes lo integran?

Ya está construido. Hay que desarrollarlo, potenciarlo y ampliarlo. En términos gramscianos hay un bloque histórico, dos sistemas de alianzas, dos proyectos de país, y se agudizan las contradicciones entre esos dos proyectos. Hay dos arcos de alianzas y nosotros actuamos, desde el punto de vista de clase, en el que abarca a los trabajadores, las capas medias, el mundo de la cultura, el mundo universitario y sectores laboriosos: pequeños empresarios de la ciudad y el campo, pequeños comerciantes, industriales y productores agropecuarios. Todo ese arco actúa en pos de conquistar mayores grados de libertad para la nación, en la cuestión del desarrollo productivo y de la emancipación nacional. Hay otro proyecto de país, el de la restauración neoliberal, que también es un arco de alianzas que abarca a los grandes medios masivos de comunicación, el capital financiero, las cámaras empresariales y los partidos políticos que reportan a esa iniciativa mercadocéntrica de restauración neoliberal. Este bloque social tiene expresión social y política, y el otro también. En eso nosotros vemos que hay una agudización de la lucha de clases.

¿El Frente Amplio (FA) está en el otro arco?

Está en el arco del pueblo, sin duda. Es más: el FA surge como unidad de la izquierda sin exclusiones, después de la unidad de la clase obrera en la Convención Nacional de Trabajadores y después del Congreso del Pueblo, y eso no es casual.

No obstante, a la vez que consideran eso tienen una cantidad de reclamos que hacerle al gobierno del FA.

Sí, el gobierno es de carácter policlasista. Hay otras corrientes que critican al gobierno, y atan al gobierno y al FA como si fueran lo mismo. No lo son. Compartimos algunos cuestionamientos de otras corrientes en aras de la dialéctica de la unidad en la diversidad y de la unidad contradictoria. Nadie más que nosotros ha hecho movilizaciones; hemos enfrentado un TLC [tratado de libre comercio] con Estados Unidos, hemos enfrentado el TISA [Acuerdo de Comercio y Servicios, por su sigla en inglés]. Cada vez que hemos tenido divergencias con el Poder Ejecutivo por las pautas en los Consejos de Salarios, nos hemos movido. El planteo nuestro, que es político y tiene el objetivo de aislar al enemigo, no es un obstáculo para que se manifieste un planteo de clase cuando este es contradictorio con el gobierno.

Hay una especie de cambio de ciclo político en América Latina.

No sé si es un cambio de ciclo político o un cambio de ciclo corto en un proceso histórico mayor, porque también ocurre que la restauración neoliberal no ofrece salidas para el pueblo y entra en bancarrota económica rápidamente, como está sucediendo en Argentina. Nuestra respuesta a esa restauración tiene que ser de cambios más profundos; no sólo cierta inclinación a la distribución de la riqueza o de generación de nuevas instituciones de la integración de América Latina, sino transformaciones más pesadas, más profundas.

¿Cuáles serían?

Lo primero es la infraestructura común del continente: puertos, navegabilidad de los ríos, telecomunicaciones, energía, carreteras, ferrocarril. Por encima de eso, un cambio en la matriz productiva sobre la base de la complementación productiva y arriba de eso: educación, currícula universitaria común, desarrollo de la cultura de los pueblos, combate al hambre. Eso es necesario, y no alcanza con las declaraciones. Lo que va a definir si esto es un cambio de ciclo histórico o es un ciclo corto en un proceso de cambios es cómo los pueblos se reagrupan para una ofensiva más profunda.

¿Cómo ves esa posibilidad de reagruparse, de pasar a la ofensiva?

Es difícil, pero va a suceder. La ciencia política en Uruguay debería reconocer que el planteo de [Rodney] Arismendi sobre una revolución continental tiene perspectiva estratégica y tiene evidencia empírica, a esta altura, si América Latina se mueve en conjunto. Lo que nos planteamos en Uruguay es derrotar esa contraofensiva y despejar el camino para avances que todavía no se han concretado, pero vamos a luchar para desarrollarlos. Los Consejos de Salarios que tenemos este año son una muestra de ello; ahí van a estar los dos proyectos de país arriba de la mesa: por un lado, la Confederación Gremial Empresarial inundando el país en un mar de lágrimas; por otro, el movimiento obrero buscando generar trabajo, política industrial, reducción de la jornada de trabajo, ir a cambios más profundos.

También plantean que hay que consolidar la herramienta. Desde 2005 han conseguido un aumento masivo de las afiliaciones, pero ¿cómo es posible lograr que se genere más participación?

Hay que tener más afiliaciones, pero eso no alcanza. Hay que fortalecer no el aparato sino la organización de los trabajadores, promover más su participación. Desde el pie, fortalecer las grandes ramas de actividad de los sindicatos y todos los espacios de participación en el PIT-CNT. Hay que desarrollar mucho más los plenarios departamentales y crear la Mesa de Montevideo, que es una dirección intermedia que no tenemos. Hay que desarrollar una campaña de sindicalización para llegar a 500.000 afiliados, pero especialmente dirigida a los forestales, a las domésticas, a los asalariados rurales, es decir, a aquellos sectores de más difícil organización. Y hay que ser sumamente solidarios e intersindicales en los conflictos: es necesario superar la fragmentación. No puede ser que el PIT-CNT esté parado en 70 filiales, tiene que estar parado sobre columnas más sólidas.

En este tema es que plantean que existan grandes federaciones por rama de actividad. ¿Cuáles visualizás?

El comercio, los servicios y la banca; la industria manufacturera o, por lo menos, sectores como la industria de la alimentación, como las industrias básicas que nuclean la metalurgia, la química, la energía; el transporte. Hay distintas ingenierías, pero tiene que haber organizaciones más sólidas, algo que no se hace por decreto, burocráticamente, sino que se resuelve y es la propia experiencia de la gente la que lo va llevando a la práctica.

Algunos ven en esa propuesta mayor centralización.

No, es al revés. Si a mí me dieran a elegir entre una central burocrática o mantener las cosas como están, me inclinaría por mantener las cosas como están, porque no queremos una burocratización de la central. Pero lo que planteamos es que la clase necesita la unidad de acción y de organización. Entonces, en una central en la que las filiales tienen un enorme poder de definición e incluso una enorme autonomía, es necesario fortalecer aquellos espacios en los que nos dedicamos a los problemas de todos.

También están planteando reducir la Mesa Representativa, bajar de 44 integrantes a 36. ¿Por qué?

El tamaño de la dirección política está en función de cuáles son los desafíos. No estoy de acuerdo con una dirección que tenga la totalidad de las filiales, porque eso, en vez de fortalecer, fracciona. Tampoco estaría de acuerdo con una dirección en la que quedaran filiales importantes excluidas. Tiene que haber un término medio. El estatuto dice que los integrantes de la dirección de la central no pueden ser menos de 27; es el mismo estatuto que establece la recomendación de que organicemos grandes federaciones por rama de actividad.

Seguramente se va a volver a plantear el tema de la cuota de género en las direcciones.

Pero más que votar –porque ya se definió una cuota de género en el VIII Congreso–, el asunto es que las filiales puedan ubicar en sus propuestas para la dirección de la central formas de participación de la mujer trabajadora. Estamos tratando de que todas las filiales incluyan mujeres en las ternas que definen la composición de la Mesa Representativa. Si está compuesta íntegramente por varones, no hay forma de resolver la cuota en el Secretariado Ejecutivo. No tendríamos inconveniente en movernos en una ingeniería que tienda a todos los equilibrios: los sindicatos, las ramas de actividad, las corrientes y el género en el propio Secretariado. Se está manejando la posibilidad de ir con duplas de una compañera y un compañero.

¿Tienen algún nombre para proponer para el cargo de presidente del PIT-CNT? ¿Apoyarían de nuevo una candidatura de Fernando Pereira?

No, no tenemos ningún nombre. La decisión que se tomó en su momento es que la presidencia y la secretaría general tienen la misma jerarquía. No anteponemos los nombres a las orientaciones de carácter político y organizativo. Finalizado el congreso, a la hora de la elección de la Mesa Representativa y del Secretariado Ejecutivo, está todo en discusión. Se baraja y se da de nuevo, y puede ocurrir que se confirmen los nombres, pero también que eso no suceda.

¿Qué piensan de las reformas laborales y de la seguridad social que se anuncian como necesarias?

Condenamos las reformas regresivas y reaccionarias que ha habido. Pero en Uruguay ya hubo una reforma laboral, que es la Ley de Negociación Colectiva junto con la Ley de Tercerizaciones y la Ley de Libertad Sindical. Una reforma laboral progresista progresiva fue la Ley de Ocho Horas para los Trabajadores Rurales. Hay una reforma laboral de la derecha, a esa la enfrentamos, y estamos en contra. Ahora, nosotros planteamos elementos de reforma laboral que son de una agenda diferente. Queremos las 40 horas semanales en la industria, con pago de 48. Eso es una reforma laboral. Y queremos una reforma de la seguridad social que consiste en erradicar el lucro de la seguridad social, eliminar las AFAP [Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional]. Además, con la revolución tecnológica que se viene, la duración del tiempo de trabajo va a ser un aspecto a discutir, pero no para aumentar la edad para jubilarse, sino para reducir el tiempo de trabajo y repartirlo mejor. Eso habla de otro factor: que la productividad del trabajo va a crecer tanto que hay que ver si esas mejoras, por la vía de hacer más equitativos los aportes patronales, no alcanzan para sostener un régimen de seguridad social sin tener que trabajar más años. Lo que pasa es que estamos en un mundo muy desigual.