En estos días muchos conciben la tecnología como un elemento determinante de nuestro presente y futuro, pero hay quienes también se atreven a cuestionar la naturaleza de este vínculo. Las fundaciones Liber Seregni y Friedrich Ebert generaron el martes un encuentro para discutir acerca del impacto de la tecnología en el trabajo y las nuevas modalidades laborales, la repercusión de los cambios en la vida de los trabajadores y el papel del Estado y las políticas públicas frente a esto.

Enrique Iglesias, ex presidente del BID

Aunque no se siente “especialista” en el tema, se consideró un “observador preocupado”, ya que “los países más desarrollados están mucho mejor preparados para procesar las oportunidades del cambio y bajar los costos de este” que los de la región. “Una vez más, las diferencias en el punto de partida determinan los resultados”, consideró el ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Iglesias se refirió a las “dos visiones” respecto del cambio tecnológico: “la optimista, que de alguna manera se basa en el aumento de la productividad” que este va a generar, y “la pesimista, que se apoya en problemas que nos está dejando, como la volatilidad de crecimiento, la fiscalidad por la falta de pago de impuestos y la concentración del ingreso”. “Hay una dicotomía que no tiene una solución fácil”, agregó.

El contador subrayó que la productividad en los países en desarrollo es muy baja –“apenas una tercera parte de la de los desarrollados”–, además del “problema muy serio” de informalidad que sufre “49% de la población de América Latina”. “Es muy difícil ganar espacios con estos problemas que impiden la innovación”, sostuvo.

Dijo que “más de 100 actividades productivas van a ser objeto de profunda transformación” y estableció una lista de “las 12 más importantes” (ver recuadro). Otra cuestión que subrayó es el hecho de que las mayores generadoras de empleo son las micro y pequeñas empresas, así como los emprendimientos cuentapropistas. Las pequeñas –que emplean entre 11 y 50 trabajadores–, las micro –menos de diez– y las unipersonales emplean a 75% de la población y constituyen “la masa con menores niveles de ingresos”. “Tenemos que ocuparnos de estas nuevas estructuras empresariales que escapan a las formas tradicionales, incluso de la organización sindical”, señaló. Asimismo, sostuvo que estos cambios en el mundo del trabajo “no pueden quedar librados al mercado”, sino que “tiene que haber un producto que conduzca esos procesos”. “Todos estos temas parten del presente, por lo que es necesario, en primer lugar, tener hipótesis del crecimiento y ser proclives a renovar el diálogo social”, señaló. Agregó que la reducción del horario de trabajo es “un camino sin retorno” y que “la sociedad debe prepararse para ello”.

Clarisa Lucciarini, directora de Sinergia Campus

Por su parte, Lucciarini, que es licenciada en Comunicación Social, apuntó que el trabajo “surge de la educación de cada uno”. En este sentido, dijo que “la educación debería enfocarse cada vez menos en el traspaso de información y más en el fomento de la creatividad”.

Iglesias tocó brevemente el tema de la especialización, en el que Lucciarini, por su parte, hizo mayor énfasis. “Mi generación vino a descubrir que seguir los pasos de la universidad no da tanta certeza. Entre que uno empieza y termina la carrera, las salidas laborales cambiaron mucho, entonces es importante que las instituciones de la educación formal sean mucho más flexibles”, reflexionó.

En otro orden, resaltó la “necesidad de que cada persona se especialice en los temas que le apasionen y en las circunstancias personales”. Consideró que el mercado “valora cada vez más que cada uno tenga un perfil único”, ya que “cuando el fin último es sólo el dinero, la supervivencia o el consumo, tanto la motivación como la productividad y la calidad de vida caen”. En esta lógica, también recomendó “no poner todos los huevos en una misma canasta”: “Hay una realidad y es que hoy tenés trabajo y mañana no sabés. Está bueno, entonces, tener una diversidad de trabajos que permitan prender y apagar interruptores conforme va cambiando la realidad; esto impide que sea blanco o negro, es decir, que hoy tengas un trabajo full time y mañana, nada”.

Abigail Puig, sindicalista e integrante del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT

En tanto, la trabajadora del sector del comercio reconoció que “desde el movimiento sindical nos estamos replanteando nuevas formas de organización para acercarnos al nuevo mundo de la tecnología y de los nuevos trabajos: garantizar las mejores condiciones para las trabajadoras y los trabajadores”. “Para nosotros es algo muy nuevo y que requiere ideas muy frescas, otras tácticas de comunicación”, afirmó.

Destacó la necesidad de “repensar, por medio del diálogo social, las políticas de empleo para ver dónde va a estar el mayor impacto y generar, más allá de la educación formal, la capacitación tanto para los trabajadores que están en esos puestos de trabajo y lo perderían como para los que actualmente están fuera del mercado”. “El tema es si nosotros como movimiento sindical, los empresarios y el Estado estamos dispuestos, amén de las diferencias que podamos tener, a ponernos de acuerdo en pensar nuevas posibilidades para mejorar la vida de las trabajadoras y los trabajadores”, dijo. A aquellos que sostienen que “estamos demorados en estas discusiones” les respondió que “estamos a tiempo de acompasarnos”, aunque advirtió que esto sucederá “sí o sólo sí nos ponemos de acuerdo en los tipos de políticas que tenemos que llevar a cabo”.

Actividades con alto potencial de destrucción de empleo

1) Internet y su impacto en la información y la comunicación.
2) La automatización del trabajo del conocimiento.
3) La internet de las cosas.
4) La tecnología de la nube.
5) La robótica avanzada.
6) Los vehículos autónomos.
7) La biotecnología y genomas de próxima generación.
8) El almacenamiento de energía.
9) La impresión 3D.
10) Los materiales avanzados.
11) La explotación avanzada de petróleo y gas.
12) Las energías renovables.