Desde niña Andrea Delgado ayudó a sus padres en la agricultura familiar, y le gustaría que sus hijos hicieran lo mismo. Ahora que es adulta, su vínculo con la producción rural tuvo varios cambios. Uno ocurrió hace un par de años, cuando decidió enfocarse en la agroecología. “Empecé gracias a unos amigos que estaban en eso”. Una de las razones que la llevaron a este camino fue que se enfermó al hacer “una de las mal llamadas ‘curas’” de los cultivos, dijo. Su familia, junto a otras cinco de Tala, conformó un grupo de agricultores llamado Los Olivos, del que surgió otro, Las Aceitunas, integrado sólo por las mujeres adultas de esas familias. Ellas se unieron para impulsar un proyecto que no sabían cómo llevar adelante y que presentaron al programa Somos Mujeres Rurales.

La iniciativa de Las Aceitunas fue una de los 34 que fueron aprobadas en 2017 en la segunda edición de ese programa del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), en coordinación con el Ministerio de Desarrollo Social. La primera edición se hizo en 2015, y la convocatoria para la tercera se lanzó ayer. Hasta el 1º de febrero pueden inscribirse proyectos productivos y otros de participación ciudadana que incidan en la población a la que se dirige el programa. Apunta a organizaciones o grupos de cinco o más mujeres mayores de 18 años, “preferentemente del medio rural o vinculadas con la actividad agropecuaria”.

Los proyectos que resulten elegidos recibirán apoyo económico, un fondo no reembolsable que puede variar entre un monto mínimo de 25.000 pesos y un máximo de 105.000. Al primer llamado se presentaron 126 propuestas y fueron elegidas 29, en las que participaron en total 270 mujeres, y se destinó un total de dos millones de pesos. En 2017, en la segunda edición, el total aumentó a tres millones y fueron elegidos 34 proyectos, con 253 participantes.

José Olascoaga, titular de la Dirección General de Desarrollo Rural, dijo a la diaria que se trató de proyectos productivos muy diversos, que incluyeron desde turismo rural hasta la elaboración de distintos tipos de productos, y también iniciativas que apuntaron a la capacitación, la sensibilización y a hacer visible la actividad de las mujeres en el ámbito rural.

En la presentación de la tercera edición del programa, además de autoridades, participaron algunas de las mujeres que integraron esas iniciativas. Allí, en la sede del MGAP, Andrea Delgado contó su experiencia con Las Aceitunas. “Nos unimos, nos presentamos, y la verdad es que fue un éxito. En Tala somos pioneras en el sistema de canastas [de productos agrícolas], y hoy tenemos más demanda que la que podemos cubrir”, dijo. Explicó a la diaria que cada una de las mujeres que integran el grupo produce en su casa parte del contenido de la canasta. “Yo armé un invernáculo para producir hoja y algo de frutos –tomate, morrón–. Alguna de mis compañeras hizo un criadero para gallinas y aporta los huevos para la canasta, entre otras verduras que producen a campo abierto”, dijo. Mediante un grupo de Whatsapp, los clientes reciben la información de los productos disponibles cada semana, se hacen los pedidos y se distribuyen.

La experiencia no es sólo económica. “Nos ha servido como grupo, para unirnos las mujeres. Nos sirvió en lo personal y en lo social, porque también estamos en contacto con otras personas”, afirmó Delgado. “Nos ha llevado a la radio, a la tele, a difundir la agroecología, a enseñarle a la gente a consumir productos que ni nosotras mismas conocíamos, porque hay muchas verduras que allá en Tala no se consumen, porque vamos a lo básico”, dijo. De esta manera, no sólo producen rúcula, sino que la probaron por primera vez, ejemplificó. El programa “también sirvió para enseñarles a las mujeres que pueden unirse entre ellas y presentarse a los proyectos, que muchas veces no llegan porque estamos en casa, porque nos quedamos allí y pensamos que se trata sólo de estar en casa y ayudar al marido”, dijo Delgado.

Shirley Castro integra el Grupo de Mujeres de la Colonia Antonio Rubio, de Salto, que fue seleccionado en la primera edición del programa del MGAP. Esta iniciativa, enmarcada en una zona de tambos, recibió un fondo de 75.000 pesos. Compraron cinco vaquillonas, consiguieron asistencia técnica y discutieron entre todas cada decisión que tomaron. “Podemos decir que hoy tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones de cualquier productor”, dijo Castro. Todavía no recibieron ganancias, porque decidieron invertirlas, pero pasaron de tener una vaquillona cada una a tener tres, y ya piensan en nuevos proyectos.

En Canelones, Mary Feijó trabaja con su familia en la producción de ovinos a pequeña escala, “corderos para vender en fin de año”, dice. Pero su especialidad son “los envasados”, diversos tipos de conservas. Integra Mupaca (grupo de Mujeres de Parador Tajes) al igual que Dilián Clavijo, que se dedica a la farmacia casera: prepara tinturas y aceites vegetales para distintas dolencias a partir de yuyos, explica. Las dos integran un grupo de unas 20 mujeres de entre 50 y 70 años.

Las unió Luján Marín, otra habitante de la zona, con un proyecto de integración social que fue seleccionado en la segunda edición del programa del MGAP. Marín dice que la “vedette” de esta iniciativa fue la capacitación en farmacia casera, pero en el marco del grupo se promovieron evaluaciones médicas para detectar cataratas y darles tratamiento, hubo visitas de odontólogos y de un servicio de mamógrafo. Tienen previstas otras actividades, desde charlas sobre violencia doméstica hasta paseos. Marín explica que ella se dedica a la producción familiar en el campo y aclara: “Les estoy llamando ‘campo’ a las macetitas que hay en Canelones, no te vayas a creer que somos estancieras”.