[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]

Hubo una decisión expresa de la dirección de la central de posicionarse en la campaña electoral. Esto ha generado una serie de críticas que sostienen que han perdido independencia, que no son neutrales, que han tomado partido...

Si uno quiere ser independiente lo que tiene que hacer es no consultar a los partidos y al gobierno para tomar las decisiones, pero nunca esto puede ser entendido como neutralidad. Cómo me va a dar lo mismo que haya negociación colectiva o que no haya, como pasó entre 1992 y 2004. Cómo me va a dar lo mismo que los trabajadores rurales tengan jornadas laborales de ocho horas y las trabajadoras domésticas una jornada limitada de labor o que no la tengan. Cómo me va a dar lo mismo que el BPS [Banco de Previsión Social] haya pasado de menos de un millón de cotizantes a un millón y medio. Cómo me va a dar lo mismo que haya habido responsabilidad penal empresarial o que no la haya y que ya esa ley haya bajado la accidentalidad en forma sustancial. Cómo me puede parecer lo mismo que haya una ley de empleo para personas con discapacidad. Cómo me puede parecer lo mismo que haya cambiado la lógica del seguro del paro y ahora a determinadas edades se amplíe el seguro de paro para que esa persona pueda acceder al mundo del trabajo. No sé por qué alguien puede pensar que eso le da lo mismo al movimiento sindical. Lo raro es que alguien lo piense. Eso no es independencia, es neutralidad. Es como si a mí todo esto me diera lo mismo cuando no estaba que cuando está. ¡Vamos! Por un lado, hay un movimiento sindical que luchó; este fue el movimiento sindical que más movilizaciones le hizo a un gobierno de izquierda, de derecha o de centro en toda América Latina. Pero también encontró del otro lado oídos abiertos, de los presidentes y del Parlamento. Y se lograron leyes que nunca jamás antes se había logrado. Entiendo que para el sector empresarial es todo lo contrario. Habrás leído en un semanario sobre la alegría que tenían los empresarios, la celebración, las llamadas y las bebidas espirituosas que tomaron para celebrar el resultado electoral del 27 de octubre. ¿Por qué a ellos no los interpelan? Cuando empezás a revisar ley por ley –ley de fomento del empleo juvenil, ley de compatibilidad de artistas y jubilación–, cuando empezás a mirarlas una por una, decís “estas son cosas que logramos”. ¿Cómo no las vas a valorar? Si fue la lucha del movimiento obrero, ¿cómo es posible que no piense que el otro tuvo algo que ver? ¿Solo se puede? No es real. Hubo lucha y hubo oído; las dos cosas son parte de una misma síntesis. ¿Puedo decir que este Estado con oídos es lo mismo que un Estado que no tenga ningún oído, o que tienda a achicarse, o que piense que el mercado va a resolver todos los problemas de la sociedad? Como bien dice Joseph Stiglitz en su última columna en El País de Madrid, ¿a quién se le ocurrió que la reducción del gasto público y el achicamiento de los ingresos iban a generar mayor bienestar, cuando hubo 40 años de fracasos ininterrumpidos del modelo neoliberal. Ha fracasado donde lo han aplicado. Ahí está Mauricio Macri, tan elogiado en su momento –ahora todo el mundo se hace el distraído–, con Argentina hecha pelota. Ahí está Sebastián Piñera en Chile, con esa gran desigualdad que generó una explosión social.

“Hubo lucha y hubo oído; las dos cosas son parte de una misma síntesis”.

¿Va a haber más conflictividad según quién gane el domingo?

Si fuera oportunista tendría que decir “no, entrevistas después del lunes”. El problema es no ser oportunista. El pueblo uruguayo va a tomar una decisión, y el voto es de libre albedrío que tiene consecuencias sociales claras. Gane quien gane, yo voy a dialogar con él y no voy a anunciar conflictos si no hay medidas que lo ameriten. No hay un conflicto por las dudas, no hay una medida que yo quiera probar hoy para el 1º de marzo; no existe eso. El 1º de marzo voy a estar en la primera fila de la asunción, gane quien gane, si me invitan. Independientemente de lo que pase el domingo, el movimiento sindical tiene que reconocer sus avances. Por ejemplo, los aumentos generales de salarios llegaron a 62%, el mayor aumento global en América Latina en 15 años, pero también hay que mirar los aumentos de los sectores más sumergidos: la trabajadora doméstica multiplicó por tres su salario; el trabajador de la limpieza o de la seguridad privada multiplicó por tres su salario; los maestros multiplicaron por dos su salario; los auxiliares de limpieza de escuelas, que atienden a 270.000 niños todos los días –atendían a 170.000 en la década de 1990–, aumentaron dos veces y media su salario. El peón rural multiplicó su salario por cuatro. ¿Y puedo decir que no obtuve ese resultado? Algunos tiene que ver con derechos sociales y laborales y otros tienen que ver con ingresos, si miro la agenda de derechos, ni qué hablar. Es la agenda más formidable que ha construido América Latina. Entonces, compartir una política salarial, una política laboral revolucionaria ¿nos transforma en adhesión pura a un partido apoyar la reforma del Sistema Nacional Integrado de Salud [SNIS], que integró dos millones y medio de personas a la salud? Claro, en las mutualistas encontrás pobres, y entiendo que alguno se pueda erizar, pero es la cosa más maravillosa el mundo. ¿Esto me hace ser parte del gobierno? No. El problema no es quién va a ganar el domingo. Wilson Ferreira lo identificaba muy bien: los partidos son comunidades espirituales, y hay una comunidad espiritual que va a ser más grande que la otra. Pero las dos comunidades espirituales tienen más de un millón de votantes. El diálogo con la sociedad tiene que ser una parte de la responsabilidad de todos. Estos derechos de los que hablé, más muchos otros, los vamos a defender si gana Daniel Martínez o si gana Luis Lacalle Pou. Es mejor que todo el mundo tenga claro cómo se va a parar el movimiento sindical. No es anunciando conflictividad, no es planteando que un gobierno no es legítimo si nosotros no lo avalamos. Todo gobierno es legítimo porque lo elige el soberano, la gente, y nosotros somos legítimos porque nos defienden los trabajadores para defender sus intereses y los de los más débiles. En esta campaña hemos logrado que hablen de los Consejos de Salarios, que hablen del mantenimiento del SNIS, que se hablara de que no se va a tocar la agenda de derechos, que se hable del empleo y del trabajo, y del desarrollo nacional. ¿Hemos cumplido nuestro objetivo? Lo hemos cumplido con creces.

“El 1º de marzo voy a estar en la primera fila de la asunción, gane quien gane, si me invitan”.

Desde algunos actores políticos se ha venido construyendo el relato de que en 2002 la crisis no fue tal o de que ahora se está peor...

No conviene comparar etapas en las que no hay crisis con aquellas en las que hubo crisis, y no conviene aventar fantasmas innecesariamente. Uruguay no está en crisis en el corto plazo y tiene una inversión a la vista importante. Después se podrá cuestionar si es la mejor inversión, si contamina, si es el mejor negocio para el país, lo que no se puede cuestionar es que es una inversión gigantesca en términos de inversión directa, ya sea extranjera o nacional; va a construir durante la ejecución de la planta y, posteriormente, 10.000 puestos de trabajo. Uruguay tiene desafíos por delante: tiene que sacar el 17,8% de los niños en situación de pobreza. Se trata de pobreza económica y, en muchos casos, también de pobreza cultural: casas donde no hay libros, casas donde no hay pisos, que no tienen baños. Entiendo que se haya bajado la pobreza de 50% a 18%, pero ese 18% tiene que seguir desgarrándonos cada día de nuestra vida: porque si no nos desgarra, perdimos la capacidad de la izquierda social de sentir dolor cuando al otro le duele algo. Esto no lo podemos perder. Se puede perder una elección; lo que no se puede perder es el alma de las organizaciones de la izquierda social.

“Los derechos los vamos a defender si gana Daniel Martínez o si gana Luis Lacalle Pou”.

¿Cuáles son tus primeras valoraciones sobre la pérdida de votos de la izquierda?

Se hicieron un montón de cambios sin que la gente fuera protagonista, sin explicarlos. Gobernar muchas veces te saca de la cancha donde están los sentimientos de las personas, donde están los pareceres, donde están las nostalgias y los dolores, los sufrimientos, la peripecias y las alegrías. Esas sensaciones que tienen todos los seres humanos deben poder ser interpretadas por alguien de sensibilidad de izquierda. Pero para interpretarlas hay que estar en la cancha jugando. Tal vez faltó eso, porque con los resultados que hay no debería haber dificultades o riesgos de perder una elección. El domingo se va a ver qué pasó, pero en cualquiera de las hipótesis el territorio es a la izquierda como la vida misma. Sin ese intercambio entre el dirigente político o el dirigente sindical y la gente no hay cambio posible, profundo. La izquierda tiene que ser capaz de hacer un relato que la gente entienda, en lugar de quedarse contenta consigo misma y con los aplausos de los amigos. Hay que ir a buscar a quien no entiende por qué le aumentó la tasa del IRPF [Impuesto a la Renta de las Personas Físicas]. ¿Eso lo transforma en un burgués? O simplemente no te entiende. Y si no te entiende, ¿no tendrás que destinarle un poco de tiempo? Si alguien no entiende la Ley de Inclusión Financiera, ¿no tendremos que dedicarle tiempo? No etiquetar. Los puentes con la gente requieren muchas estrategias, pero una de ellas es social. La gente está en los clubes, en las plazas, en los sindicatos, en el feminismo, en las organizaciones de derechos humanos, en las cooperativas de vivienda, en las de producción, en los pequeños y medianos productores, los comerciantes, y con todos hay que poder tener un diálogo. Todos forman parte de un bloque que supuestamente tendría que estar a favor de un cambio social de mayor integración, de más trabajo, de más techo. Todos deberíamos tener este mínimo que nos planteamos como horizonte de cualquier familia, y si hay familias que no llegaron, tenemos que poder intentar explicar el porqué. A veces no alcanza con dar el salto y avanzar: también es necesario darse el tiempo para que la gente comprenda hacia dónde está saltando. De que la gente vive mejor que en 2004 no hay ninguna duda. Pero a ninguno que esté pasando mal le gusta que le digan que mucha gente se va de viaje al Caribe, porque el que puede claro que se va, y hay mucha gente que antes no se iba y ahora se va. Pero hay otra gente que no cruza el peaje. A esa gente también le tenemos que poner la oreja. Una mirada social, humanista, nos tiene que permitir valorar todos estos avances, que yo defiendo a morir, pero también rescatar lo que todavía falta. Nadie debería morirse por una derrota electoral. Lo que tiene que pasar es que se pueda pensar el futuro en clave social, en clave humanista y en clave de proceso de izquierda.