[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]
Hoy se presenta en Bogotá, Colombia, el Informe sobre Desarrollo Humano 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que se titula “Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI”. “Las manifestaciones que están ocurriendo en América Latina y el Caribe son una muestra de que, a pesar de décadas de crecimiento económico y prosperidad, persisten las percepciones de injusticia y pérdida de dignidad, en especial entre la clase media y la población históricamente marginada de esta región”, se argumenta en el informe. Según el PNUD, al mismo tiempo que “se están reduciendo las brechas en las necesidades más básicas, con cifras sin precedentes de personas que escapan de la pobreza, el hambre y las enfermedades, una nueva generación de desigualdades está emergiendo”. “Estas nuevas brechas se están articulando en torno a cuestiones como la tecnología, la educación y la crisis climática, reflejando las nuevas capacidades necesarias para prosperar en el siglo XXI”, agrega.
Sobre este informe, “pionero en el uso de una aproximación más holística para medir el progreso de los países más allá del crecimiento económico”, y que se realiza anualmente, la diaria entrevistó en Montevideo a George Gray Molina, economista del PNUD en la sede de Nueva York. Gray Molina explicó que, en comparación con el informe de 2018, hay “dos niveles de distinciones: uno es la tabla estadística; eso lo publicamos cada año y se ven modificaciones según los 189 países integrantes del ranking”. “En el caso de Uruguay tenemos una tendencia bastante estable: está en el puesto 57, con un nivel de desarrollo humano muy alto en nuestra categorización. Tenemos los niveles muy alto, alto, medio y bajo, y Uruguay desde hace unos años está en el muy alto. Está en el grupo cercano a Argentina y Chile, en la región, y abajo están Costa Rica y Panamá. Con respecto al año pasado, sólo hay dos modificaciones pequeñas en el caso uruguayo: primero, una variación de dos décimas en la expectativa de vida, en la longevidad, que aumenta a 77,8 años; segundo, que aumenta en unos 430 dólares el PIB [Producto Interno Bruto] per cápita. Es pequeño, pero lo importante es la tendencia creciente y una transformación larga desde el año 90”, explicó.
Desigualdad y futuro
Para el economista, este año el PNUD eligió el tema de la desigualdad, pero trascendiendo “la mirada sólo desde la desigualdad de ingresos”, estableciendo “métricas nuevas de desigualdad” y mirando la desigualdad hacia el futuro. “Es importante ubicar dónde está la conversación mundial sobre esto. En América Latina vivimos un ciclo de protestas sociales en la calle vinculadas con todo tipo de discusiones distributivas, algunas de ellas históricas y otras relativas a las transformaciones actuales de la globalización, que tienen que ver con el mercado laboral, los precios energéticos, los mercados de transporte y los cambios en nuestros patrones de consumo. Esos cambios, el tecnológico y el del cambio climático, son los temas fuertes del informe”, destacó Gray Molina.
El economista del PNUD señaló que “casi dos tercios de los países del mundo han visto una disminución de la desigualdad por ingresos en los últimos 15 años, pero los países europeos, los de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos], casi todos han visto un aumento en la desigualdad”.
Gray Molina dijo que el informe habla de una “convergencia en capacidades básicas”, que son “las capacidades básicas de la canasta del desarrollo humano, la longevidad, el acceso a la educación primaria y los ingresos por encima de la línea de la pobreza”. “Pero lo que encontramos es una divergencia en la canasta de capacidades aumentadas o reforzadas. Esta canasta, que es una canasta mayor, tiene que ver con la educación terciaria, el paso de secundaria a terciaria. Ahí se genera una brecha importante. En segundo lugar, en el acceso a banda ancha versus telefonía celular en modalidades más precarias de acceso a la información o a sistemas digitales. Ahí también se constata una brecha creciente. Y, tercero, también se ve una brecha en el tipo de habilidades reconocidas por el mercado laboral y adquiridas en el sistema educativo”, expresó el economista.
En el informe del PNUD se pone atención en el ciclo de vida, que se divide en tres partes para generar “puntos de presión en cada país sobre las desigualdades”. De esas acciones, emerge que “las desigualdades que se han discutido en los últimos 15 años giran en torno al mercado laboral”. Es como “el epicentro”, pero “antes de llegar al mercado laboral”, lo que se llama “predistribución”, ha habido un trabajo “en algunos casos bueno y en otros casos no tanto”. “En el caso uruguayo identificamos un problema en la primera infancia, en la pobreza infantil, y también en que los jóvenes no terminan la educación secundaria. Esos dos casos van generando una desigualación antes de ingresar al mercado laboral”, explicó Gray Molina.
“En los países con desarrollo humano muy alto, la proporción de la población adulta con estudios superiores está creciendo a un ritmo más de seis veces superior al de los países con desarrollo humano bajo; en el caso de las suscripciones a la banda ancha fija, el ritmo de crecimiento es 15 veces mayor”. Mensajes clave – Informe de Desarrollo Humanos 2019.
Para el PNUD, el ciclo del mercado laboral va de los 15 a los 64 años, y en esa franja se puede aplicar “otra batería de políticas”, como las “industriales, de género, laborales, que pueden influir en cerrar brechas”, y en el tercer ciclo “hay que analizar los sistemas de pensiones”, para ver qué tanto pueden ser “igualadores”. “Esos circuitos, predistribución, distribución en el mercado laboral y posdistribución, son los tres focos de atención en políticas públicas que pone el informe. No es sólo mirar la distribución, los subsidios y las transferencias: miremos también la predistribución, qué pasa con los chicos antes de llegar al mercado laboral”, agregó.
Para Gray Molina, las políticas públicas deben atacar la desigualdad con una “batería de medidas”, y no sólo con impuestos. “La desigualdad es una construcción en un momento histórico, en un lugar. Los bebés que van a nacer en 2020 van a vivir hasta el siglo XXII. En ese punto de partida, todos los bebés nacen iguales. El tema es que vemos que inmediatamente después aparecen las distancias en nutrición, en capacidad cognitiva, en acceso a la educación, en egreso de la secundaria, etcétera”, dijo.
Los tres más allá
El PNUD estima que en el siglo XXI habrá dos “disrupciones” en el capitalismo: “una es tecnológica, que va a cambiar los mercados laborales”, y la otra “es climática, que va a afectar absolutamente todo”. “Pensemos en los subsidios a los combustibles fósiles, en el precio del carbón a futuro, la secuencia de medidas que el mundo necesita para atacar el umbral de 1,5 grados de cambio climático con respecto a la era industrial, son cambios fenomenales. En Uruguay, por ejemplo, hay una discusión fuerte sobre la tasa de egreso de los jóvenes de la secundaria, y uno tiene que ver tanto la oferta como la demanda. Se habla mucho sobre la calidad de la educación, pero también hay ver el lado de la demanda: qué demandan las empresas, los sectores laborales de las calificaciones de esos jóvenes. Y, a lo mejor, mucho del problema no tiene que ver con el sistema educativo, sino más bien con el mercado laboral, con los bolsones de productividad que requieren luego redituar y reconocer una renta mayor para jóvenes que tienen mayor capacitación laboral. Ahora da lo mismo ser egresado de la secundaria o no para tener un trabajo de baja calificación. Esto genera igualdad en la base de la pirámide, pero en el largo plazo eso no es sostenible. En la medida en que un país va generando productividad, cambiando su base productiva, requiere incentivo a la calificación laboral”, sostuvo el economista.
Sobre el “más allá del ingreso”, Gray Molina dijo que hay que mirar “cuáles son los determinantes que hay detrás de un coeficiente de distribución” como el Gini, que mide la desigualdad. Lo que se descubre es que hay una “batería de factores”, y no sólo el ingreso. En el “más allá de los promedios”, lo que el PNUD quiere decir es que “el Gini no capta toda la historia”: “Hay dos países de América Latina que tienen un Gini parecido: Uruguay, con 0,39, y El Salvador, con 0,40. Se parecen en cuanto al Gini, pero no pueden ser más distintos en composición demográfica, niveles de pobreza, niveles de productividad”. “Entonces nos preguntamos qué otra métrica necesitamos para captar las diferencias entre los países. Lo que creemos es que esa métrica debe ir por el ciclo de vida. Y ‘más allá del hoy’ significa pensar las desigualdades futuras, que los cambios que estamos viviendo, como el aumento de los precios del transporte, se van a agudizar. Son respuestas al cambio climático o a la austeridad fiscal. Esos cambios son una discusión pendiente en toda América Latina y en todo el mundo”, afirmó.
El Informe afirma que la dignidad, como trato igualitario y la no discriminación, puede ser incluso más importante que una inequitativa distribución de los ingresos.
El informe destaca que, de entre los primeros 50 países de mayor desarrollo humano en el mundo, “Argentina tiene el índice más alto de desigualdad en cuanto a esperanza de vida y Chile el índice más alto de desigualdad en cuanto a ingresos”. Pedro Conceição, director de la oficina encargada del Informe del PNUD, dijo que hay que “descartar la falsa creencia de que un mayor crecimiento conlleva una mayor desigualdad o de que una mayor igualdad inevitablemente supone una reducción del crecimiento”. Según el informe, hay desigualdades en América Latina “según la pertenencia a un grupo que se remontan a la época colonial”. Un estudio citado refleja que el origen étnico “reduce la probabilidad de salir de la pobreza en México en 12 puntos porcentuales y aumenta la probabilidad de volver a caer en la pobreza como consecuencia de la vulnerabilidad en 10 puntos porcentuales”.
Los índices de Uruguay
El Índice de Desarrollo Humano (IDH), calculado para 189 países, mide el progreso en las áreas de salud, educación y nivel de vida. En 2018, Uruguay tuvo un valor de 0,808, es decir, ocupaba un lugar en la categoría “muy alta” de desarrollo humano, en concreto, la posición 57, que comparte con Kuwait. Entre 1990 y 2018, el valor del IDH de Uruguay aumentó de 0,692 a 0,808 (16,7%; ver tabla A), la esperanza de vida al nacer aumentó 5,2 años, el promedio de años de escolaridad aumentó 1,6 años, los años esperados de escolaridad aumentaron 3,5 años y el Ingreso Nacional Bruto per cápita aumentó 104,6% entre 1990 y 2018.
Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad (IDH-D), que mide en 150 países las pérdidas en el desarrollo humano debido a una distribución desigual de los beneficios del IDH, en Uruguay fue en 2017 de 0,703, lo que representa una pérdida de 13,0%. El Índice de Desarrollo de Género mide las brechas de género en los logros de desarrollo humano en 166 países. El valor femenino de desarrollo humano en 2018 para Uruguay es de 0,810, mientras que el masculino es de 0,797, “resultando en un IDG de 1,016, colocando al país en el grupo desarrollo de género alto. En comparación, los valores de IDG para Costa Rica y Panamá son 0,974 y 0,988, respectivamente”.
El Índice de Desigualdad de Género para 162 países mide la desigualdad en el empoderamiento entre hombres y mujeres tomando en cuenta áreas como la salud reproductiva, el empoderamiento político y social, y el mercado de trabajo. En este caso, Uruguay tiene un valor de 0,275, es decir, se ubica en el lugar 59. “El 22,3% de los escaños parlamentarios están ocupados por mujeres (2018) y el 57,8% de las mujeres adultas han alcanzado al menos un nivel secundario de educación, en comparación con el 54,0% de los hombres. Por cada 100.000 nacidos vivos, 15 mujeres mueren por causas relacionadas con el embarazo; y la tasa de natalidad adolescente es de 58,7 nacimientos por cada 1.000 mujeres de 15 a 19 años. La participación femenina en el mercado laboral es del 55,8 %, en comparación con el 73,8 en el caso de los hombres. En comparación, Costa Rica y Panamá se clasifican en 61 y 108, respectivamente, en este índice”.
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