Sábado 5 de enero de 2019. Macarena estaba de vacaciones en su ciudad natal, Santa Fe, cuando le suena el celular. Era el técnico del plantel de fútbol femenino de Primera del Club Deportivo UAI Urquiza para avisarle que no iba a ser tenida en cuenta. La decisión la golpeó duro: en medio de la temporada, sin posibilidad de generar un pase, se quedaba sin trabajo por al menos seis meses. Trabajo es un decir, porque ni Macarena Sánchez ni las demás jugadoras en Argentina tienen contrato ni reciben un salario por las horas que dedican a entrenar y los partidos que juegan. Lo mismo sucede en Uruguay y sobre eso reflexionan Valentina Prego, presidenta del Consejo de Fútbol Femenino de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), y Stefanía Maggiolini, entrenadora de la categoría sub 19 de Defensor Sporting femenino. En tanto, Sánchez cuenta sobre su batalla legal, personal y colectiva, para profesionalizar el fútbol y cómo el club en el que jugó durante siete años y la Asociación Argentina de Fútbol (AFA) le hicieron la vista gorda a su planteo.

Tenía cinco años cuando le despertó interés por el fútbol. Como no había escuelitas de fútbol femenino y las de varones no la incluían, se tenía que conformar con jugar en las plazas o en la calle. Ya desde esa temprana edad, la vida le daba un pantallazo de la exclusión que recorrería de seguir por el camino del fútbol. Recién a los 15 pudo ingresar a un club -la Universidad del Litoral de Santa Fe- y desde entonces jugó en otros dos en su ciudad de origen -Colón y Logia-.

A los 20 años se tuvo que ir a Buenos Aires, porque para jugar al fútbol “no quedaba otra”. “Para tener mayor nivel o poder llegar a jugar una Copa Libertadores tenés que ir a jugar al torneo de Buenos Aires, que es el único que depende de la AFA. El interior del país es más precario y tiene un techo”, comenta Sánchez a la diaria.

Es sabido que quienes practican deporte profesionalmente la tienen difícil para estudiar, incluso con el apoyo de los clubes que representan. Ahora, si el propio club te considera amateur -el escenario de todas las jugadoras de fútbol en Argentina-, es más cuesta arriba: al estudio, hay que sumarle el trabajo. “Es algo difícil, que tenemos que adecuarnos, porque no tenemos otra opción. Del fútbol no podés vivir, entonces trabajamos, entrenamos, jugamos y estudiamos. Resulta bastante agotador, pero nos vamos acostumbrando a ese ritmo de vida. Lamentablemente no podemos dedicarnos el 100% a nada: ni al entrenamiento, ni al estudio, así que nos tenemos que ir repartiendo”, relata. Macarena jugaba en Urquiza, al tiempo que estudia Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires y trabaja como administrativa en un estudio por las mañanas.

“Las jugadoras nos tiramos a ser profesionales, pero al mismo tiempo sabemos que es muy probable que eso no suceda. Entrenamos sabiendo que si queremos vivir de esto, lamentablemente tenemos que irnos a jugar afuera, a otros países. En principio lo construimos de una manera informal, mientras que los hombres tienen un sustento económico. Es un quiebre que se da desde siempre”, afirma.

Los clubes de AFA se reconocen como igualitarios, pero en la práctica están lejos. Mientras que los varones perciben un salario, las mujeres jugadoras de fútbol obtienen -en el mejor de los casos- un viático. “Les recargan la SUBE [tarjeta de transporte colectivo, la equivalente a la STM], por ejemplo”, ilustra. La realidad es que hay las que incluso pagan por jugar.

La desvinculación, lo personal y lo político

En enero de 2012, a sus 20 años, cuando aún jugaba en Logia, tuvo un amistoso con Urquiza. En ese entonces la llamaron y le pidieron una prueba de una semana que finalmente terminó en una invitación a quedarse en el equipo. Ahí jugó durante siete años hasta que el pasado 5 de enero recibió la llamada de desvinculación “por una decisión futbolística-deportiva”. “Me dijo que era por bajo rendimiento deportivo, pero mi interpretación va más allá. Igual, creo que hay centrarse en lo importante, que es la consecuencia de esa decisión que tomó el cuerpo técnico, más que en si fue o no deportivo”.

A Macarena la echaron del club en un momento en que el mercado de pases está cerrado, entonces hasta julio no puede incorporarse a ningún otro club. Está parada, sin seguro de desempleo y sin posibilidad de jugar.

El 17 de enero, cuando la chicas se reincorporaron a las actividades de pretemporada, Maca se presentó al entrenamiento. “Para despedirme de mis compañeras”, cuenta. También habló con el técnico, ahora sí, de frente, quien le repitió que era una decisión deportiva y futbolística “y nada más”.

Ahí comenzó su batalla legal. Al día siguiente realizó, junto a un equipo jurídico integrado por letradas de AboFem Argentina y el Estudio Jurídico M y G Asociadas, una intimación al club UAI Urquiza y a la AFA pidiendo que regularicen su relación laboral. A diferencia de los varones, las jugadoras firman cuando inicia el torneo la ficha de inscripción por un año, que no es un contrato pero le impide fichar en otro club hasta que finalice la competencia.

El 21 de enero hizo pública su batalla legal subiendo un comunicado a través de sus redes sociales. “Como es de público conocimiento, las jugadoras de fútbol en Argentina son sistemáticamente vulneradas en sus derechos como trabajadoras del deporte, por la simple razón de ser mujeres. El Club Deportivo UAI Urquiza utiliza diversos mecanismos fraudulentos que operan como pantalla para encubrir el vínculo laboral real que se establece con la jugadora reclamante, modalidad que se extiende hacia el resto del plantel profesional en general”.

Macarena militó por la profesionalización del fútbol femenino desde siempre: “Al igual que muchas jugadoras. Todas queremos vivir de eso y ser tomadas como trabajadoras, firmar un contrato, con garantías y derechos laborales. Es lo que corresponde por nuestro esfuerzo y tiempo”. La acción levantó apoyos y, como toda alteración del statu quo, también resistencias.

Amenazas, hostigamientos y el saberse acompañada

Su lucha hizo eco. Rápidamente todos los medios -locales e internacionales- fueron difundiendo su caso, que ya es un emblema en la lucha de las mujeres -90 años después que los hombres- por el reconocimiento del profesionalismo en el fútbol.

A su comunicado le llovieron tuits de hostigamiento y hasta una amenazas de muerte, a la que respondió públicamente redoblando la apuesta. “Hace 20 años que juego al fútbol. Siempre viví exclusión y discriminación. Desde que inicié la denuncia de público conocimiento no paró de recibir mensajes con insultos y agravios, pero todo tiene un límite” tuitió al tiempo que mostraba el mensaje que dejaba visto la intención de muerte. “Es lo que tenemos que bancarnos las mujeres que nos plantamos frente a un sistema que está caduco. Más allá de las personas, esto va más allá de lo personal, contra la AFA, las instituciones y los lugares de poder. Sabía que me iba a suceder, pero también sé que estoy acompañada y ya hice la denuncia penal”, reflexiona unos días después.

Desde otra cuenta de Twitter le exigieron pruebas para demostrar que merece la profesionalización. “En todos los ámbitos se le exige a la mujer un poco más. Siempre tenemos que demostrar que sabemos, que podemos, que estamos capacitadas. Es algo a lo que nos someten porque el sistema cree que no somos capaces, que somos débiles, que estamos un escalón por debajo de algunos hombres, entonces para estar a la par pareciera que tenemos que dar cuenta de todo”, comenta.

Así como hubo resistencias, también recibió apoyos de varios frentes: movimientos feministas, trabajadoras, jugadoras de fútbol -incluso de otros países-, jugadoras de otros deportes que también viven la desigualdad. Asimismo, políticos que presentaron un proyecto al Senado argentino por los derechos laborales de las mujeres en el fútbol. “El apoyo fue total” balancea ella.

Lo que sigue

Para Macarena existe un doble discurso que se propone destruir: “Los clubes y la AFA nos exigen como profesionales y a la hora de conveniencia nos trata como amateurs. Para pagarnos salario somos amateur porque no tenemos contrato, y se escudan en eso para darnos viáticos miserables, pero también al mismo tiempo nos exigen que cumplamos con entrenamientos, partidos, con cuidados, horarios, nos piden resultados, ganar campeonatos y copas, dejar bien parada a la institución”.

La AFA tiene compromisos asumidos internacionalmente con la FIFA en materia de igualdad de género y obligaciones de no discriminación hacia las mujeres que le atañen como entidad promotora del deporte, entendido este como un derecho humano fundamental, pero en la realidad las esquiva.

El movimiento que generó con su lucha la excede. “Es hora de empezar un movimiento conjunto mundial si es posible, porque esto es una problemática que viven todos los países. No hay ninguno que tenga las mismas igualdades de condiciones de los hombres futbolistas. Esta lucha se repite, entonces me parece muy importante que las mujeres alcemos la voz porque es la única forma de conseguir lo que queremos. Si nos mantenemos calladas en lugares de conformidad que nos dan los clubes es difícil que las cosas cambien”.

En su batalla legal, Sánchez no tuvo respuesta. Desde Urquiza, de hecho, no le aceptaron las cuatro intimaciones y tampoco se comunicaron con ella. Desde la AFA sí respondieron, negando “absolutamente” cualquier tipo de vínculo laboral. El próximo paso por ley es la conciliación obligatoria y después de eso, si no se encuentra una solución, Macarena va a iniciar una demanda por un fútbol feminista, disidente y profesional. “Disidente para que sea diferente a lo que vemos, un fútbol hecho negocio donde se perdieron muchos valores. Sobre la profesionalización la veo posible, pero sé que va a llevar tiempo y tiene que ser un proyecto serio. Y digo que sea feminista porque es un ambiente en el que la mujer estaba relegada, invisibilizada, y creo que el feminismo es lo opuesto a eso”, explica en una nota a Olé cuando se le preguntó por su frase de lucha.

Miradas locales

Stefanía Maggiolini, entrenadora de la categoría sub 19 de Defensor Sporting femenino.

Acá el fútbol es amateur. Al no tener contrato laboral, con la empresa o el club, el grado que conforma es amateur. Sí hay un viático, o algo para el transporte, en especial a las que vienen del interior. Para cambiar esto tendría que cambiar la mentalidad desde varias áreas, porque el derecho de practicar el deporte la mujer lo tiene igual que el varón, pero tiene que haber más espacios y el apoyo de los clubes para desarrollarlo, que recién ahora lo están intentando. Y en tercer lugar la capacitación de los cuerpos técnicos, que influye en el desarrollo de las deportistas. Mientras todo esto no esté, no están dadas las condiciones. Por último, agregaría el comportamiento de las deportistas, porque al tener que trabajar no les permite dedicarse 100% al deporte. Ahí ingresa la parte económica. Hay que estimular a la deportista, porque es lo justo.

Considero que el cambio tiene que iniciarse por algún lado. En cuanto a Macarena, me parece que ella tomó la posta y está bueno que sea la propia jugadora la que lo encare. Ella sabe las cosas que vive y lo que falta para desarrollarse.

Este año, dentro de la Mutual [Uruguaya de Futbolistas Profesionales] se creó una Asociación de Futbolistas Femeninas, pero recién hicieron un par de encuentros. No sé hasta qué punto puede aportar al no ser profesionales. Creo que para esto estamos un poco lejos, recién me lo imagino dentro de 10 años, porque para poder profesionalizar algo tenés que tener gente capacitada, más mujeres practicando y niñas jugando. Para competir profesionalmente hay que aumentar el nivel y todo inicia desde ahí.


Valentina Prego, presidenta del Consejo de Fútbol Femenino de la Asociación Uruguaya de Fútbol
A mi me parece válido que las personas que eligen dedicarle la mayor cantidad de tiempo a una actividad y le genera beneficios a otros, obtengan a cambio dinero, porque en el sistema que vivimos es necesario para vivir. Que alguien perciba un salario por lo que hace me parece sano y justo.

En el caso de los deportistas en Uruguay -salvo casos excepcionales como el fútbol y básquet masculino de Primera División- son pocos los que pueden dedicarse a lo que hacen y recibir un salario a cambio. En ese sentido, el fútbol femenino hoy está en la misma situación que muchos otros deportes que requieren que los atletas que se dedican a esa actividad tengan otras actividades profesionales para sobrevivir. Eso no es lo más positivo.

Sería genial que haya al menos un grupo de deportistas mujeres futbolistas que puedan dedicarse al fútbol como actividad profesional, porque es la única manera de que puedan profesionalizar el deporte y acceder a condiciones que sus pares varones. A mí me gusta pensar en el concepto de un fútbol semiprofesional. Hoy en la AUF hay alrededor de 1.000 mujeres jugando al fútbol. Pensar en que todas le dediquen la misma cantidad de tiempo al entrenamiento es irreal. Me parece que para que sea sustentable el fútbol como tal, hay que pensar que un grupo de ellas -quizás las que juegan en Primera-, tengan un salario mínimo a cambio de una cantidad de horas de entrenamiento y de disposición para el club, pero que además les permita desarrollar otras tareas, es decir, estudiar o trabajar en otra rama, tal vez vinculada al deporte -fisioterapeutas, médicas, administradoras, gestoras- para formarse para y en un futuro seguir vinculadas al deporte. Pensar que el salario de las jugadoras sea el único ingreso me parece una mirada cortoplacista porque después de los 35 tiene que reinsertarse en el mercado en otra tarea y esta bueno ir pensando en eso desde un principio, ir construyendo otra profesión que les garantice una carrera a largo plazo. Hay que pensar en una estrategia, por ejemplo, poner una normativa que establezca que un mínimo de tres jugadoras de lo clubes de Primera División puedan tener un salario a cambio de la participación de las prácticas entre semana y de los partidos los fines de semana.

Pero también, viendo la realidad que estamos inmersos, el fútbol femenino todavía no genera ingresos para los clubes, entonces hay que ir dando pasos firmes para que eso sea posible en el corto o mediano plazo. No lo veo como un proyecto a largo plazo, yo lo veo viable en los próximos años. En la medida que se valoriza la actividad de las jugadoras, por ejemplo, los pases, el campeonato se vuelva atractivo -que ya está sucediendo- se dan las posibilidades de generar ingresos genuinos de los clubes y eso posibilita los fondos para pagar los salarios. Creo que siempre hay que tener la palabra sustentable en la cabeza porque cuando se ponen metas más grandes que las que realmente se pueden cumplir, empiezan los problemas. Falta que los clubes y las directivas se apropien de la actividad del fútbol femenino y le pongan cabeza porque métodos para generar ingresos ya hay.